4. Dulce oscuridad

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Capítulo 4

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Capítulo 4

Dulce oscuridad

El agua de la ducha había calmado un poco las náuseas que sentía cuando miraba la sangre en mi espalda y parte de mi cintura, intentaba no pensar mucho en mi madre pero Becca no dejaba de aparecer en mis pensamientos invocándola al mismo tiempo. No sabía que hacer, al conseguir algo de ropa de mi talla y que me mantuviera abrigada del frío sentía las ganas de correr escaleras abajo para alcanzar la puerta.

Había estado tan cerca de salir, ¿Por qué tuve que devolverme? ¿Acaso podía ser más estúpida? Quizás a eso se refería con la inteligencia de los humanos y a ese ridículo detalle sobre mí siendo valiente.

Mordí mi labio mirando la habitación, necesitaba ver el sol. No tenía ganas de bajar y seguir escuchando sus tonterías sarcásticas, debía salir ahora mismo. Debía escapar. No me importaba si eso causaba mi muerte o la de mi madre, realmente no me sentía aterrorizada por su presencia. De nuevo pensaba en Becca, ¿Qué le habrán hecho? Quería seguir pensando que seguía viva, al menos el arrogante Demonio no dijo lo contrario.

Me acerqué a una de las ventanas, a través de las tablas de madera notaba los débiles rayos del sol, no era suficiente. Intenté sacarlas de un simple empujón pero noté que hacía ruido, debía ser cuidadosa si quería escapar.

—Piensa, Mía—susurré.

Quizás si lograba revisar las demás habitaciones...

Eliminé esa idea rápidamente, escucharía mis pasos y allí terminaría mi vida como humana. Golpeé la pared un par de veces dejándome caer al suelo sin saber que hacer, tal vez no era tan inteligente como creía. Respiré hondo recostándome del frío y duro suelo, cerré mis ojos queriendo saber la reacción de mi madre al despertar en la mañana.

El cuerpo ensangrentado y sin vida de Lorenzo llegó a mi mente, había muerto por mi culpa, no debí despertarlo, de ser así ahora mismo estaría vivo. Contuve el llanto, no podía llorar ahora. Me esforcé en relajarme. Todo saldría bien.


Abrí mis ojos al escuchar unos pasos seguros, el atractivo y sarcástico Demonio abrió la puerta encontrándome allí en el suelo. Sonrió de lado acercándose, antes de moverme habló:

—No te haré daño, venía a ver si intentabas escapar—sus ojos verdosos habían cambiado, eran completamente negros como la noche, eran terroríficos, sentí un nudo en la garganta cuando se sentó frente a mí—Llevas mucho rato callada.

Me incorporé cuidadosamente sintiendo mis brazos adormilados, dejé que mi espalda tocara la pared, la habitación estaba mucho más oscura ahora.

—Creo que me quedé dormida.

—¿Y qué fue lo que te despertó?—levantó una de sus cejas observándome con atención.

—¿Has decidido lo que harás?—preferí ser directa.

—¿Enserio quieres saberlo, Mía?

—Realmente no, siento que desde el momento del bosque todo cambió—me reproché por ser tan dramática. Aquel hombre me miraba por demasiado tiempo, ¿Qué estaba pensando? No tenía apariencia de ser un hombre más bien tenía físico de ser un chico joven pero quizás no tanto.

—Tienes un nombre muy hermoso.

Sentí un leve calor en mis mejillas pero al parecer él no lo notó.

—Es un nombre común para los humanos.

—Pues para mí no lo es, ¿Cuál es tu segundo nombre?

—¿Quieres conocerme ahora después de dejarme en claro que tengo prohibido ser libre?—usé su sarcasmo. Rió por lo bajo negando con la cabeza, debía responder, no tenía de otra—Mía es mi segundo nombre realmente.

—¿Y cuál es el primero?

—¿Sabes mi segundo nombre pero no el primero?—fue mi turno de mirarlo con incredulidad—¿Cómo sabes mi nombre?

—Yo pregunté primero.

—Ni siquiera sé tu nombre, ¿Por qué debo decírtelo?

—Christian—respondió al instante dejándome algo atontada por la rapidez. Suspiré rodando los ojos.

—Dulce.

—Y si que lo eres—se burló—Dulce Mía.

Me gustaba como lo había dicho, era como si me hiciera sentir que era suya. Algo estúpido en realidad. Aparté mi vista intentando calmar el sonrojo en mis mejillas, agradecía que estuviera oscuro y agradecía que él no dijera nada al respecto.

—Así que...—quise hablar cuando me aseguré de relajar mis emociones—tu nombre es Christian. ¿No es algo normal para un demonio como tú?

—¿Un demonio? ¿Así es como nos dicen los humanos?—volvió a reír un poco más fuerte. Esta vez no era tan amarga.

—Pensé que lo sabías ya que pareces saberlo todo—me crucé de brazos.

—Bueno, sé que somos algo parecido a los demonios pero la palabra más sencilla para describirnos es...—dudó unos minutos—vampirismo.

—¿Por qué les dicen demonios?

—Deberías saberlo, Dulce Mía—odié que usara mi nombre completo—Los humanos tienen costumbre de temerle a todo lo que desconocen, la mayoría de ustedes colocan sobrenombres para sentirse seguros—me quedé callada escuchándolo—Supongo que usando esos apodos creen saberlo todo.

—Sí.

Hubo un largo rato en silencio, miré a Christian levantarse y luego ordenándome a que hiciera lo mismo. Al estar de pie frente a él tuve que subir mi rostro para mirarlo, sus ojos seguían siendo negros y cuando apartó el cabello de mi cuello sus dedos eran tan fríos como la nieve. No eran así cuando los sentí en la mañana, sonrió divertido al notar mi reacción.

—La noche tiene cierto efecto en nosotros—no supe que decir por lo cual siguió explicándome. Sus dedos tocaban mi cuello como si buscaran algo, ¿Cómo podía tener una temperatura tan anormal? Sabía que todo en ellos era extraño y sobrenatural pero...¿No sentía algo de frío?—Nuestros ojos se oscurecen, nuestra piel es más fuerte y nuestra temperatura más baja—sonrió al encontrar lo que buscaba, me tensé sintiendo su dedo tocar mi vena—Somos mucho más rápidos de lo normal...

—¿Qué estás haciendo?—susurré notando el temblor en mi voz.

—Salvándote la vida, no te muevas—acercó sus labios a mi cuello, sus brazos se tensaron alrededor de mi cintura, cerré mis ojos sin moverme. Supongo que había tomado su decisión, pensé en mi madre y en Becca, jadeé sintiendo algo de dolor en cuanto sus dientes se introdujeron en mi piel. Mi corazón seguía latiendo con fuerza y rápidamente, aquí terminaba todo. Aquí terminaría mi vida como humana.

La muerte de mi padre y de mi hermano aparecieron borrosamente en mi cabeza, mi cuerpo comenzaba a adormecerse, perdí la fuerza en mis piernas, Christian tuvo que sostenerme, mis párpados intentaban cerrarse pero tuve que luchar para mantenerme despierta. Alguien entró en la habitación, escuché risas y algo parecido a gruñidos. La oscuridad era más densa ahora, en cuanto Christian se alejó de mi cuello sin soltarme, noté que llevaba un dedo a sus labios, estaba indicándome algo.

Antes de caer inconsciente, noté que me indicaba que guardara silencio.

Luz de Medianoche (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora