II

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Del frágil mundo de los aromas:
Un buen Alfa protege a su compañero.


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SeokJin sintió la intensa mirada del lobo de pelaje rojizo mucho antes de poder verlo. El animal salió de entre la espesura de un bosque oculto tras una fina capa de niebla que parecía poco acorde a la época; un pequeño camino oculto entre los abedules y sauces enanos dejaban espacio para que la débil luz del crepúsculo se filtrara por entre sus hojas. El lobo se quedó estático, simplemente mirándolo. 

El animal era una belleza de cuatro patas, media poco más de un metro de altura, sus poderosas extremidades dejaban su huella sobre la tierra húmeda. El viento cálido de finales del verano parecía acariciar el lomo de la criatura, Jin intentó mirar a su alrededor, sin embargo, sus ojos se negaban a apartarse del lobo. 

De pronto la criatura se echó sobre sus cuartos traseros, y alzando la cabeza dejó que un potente aullido rasgara el silencio. El sonido reverberó en el pecho de Jin, como si hubiese sido él quien lo hubiera emitido. Entonces el cuerpo de Jin se sometió gustosamente a la primitiva orden del animal; se hincó sobre la tierra y alzó el rostro hacia el cielo. Sobre ambos no podía verse el usual cielo nocturno, era más bien una superficie oscura finita, cuyo borde dorado podía apreciarse claramente. El cálido color era un fino aro, de modo que a Jin le transmitía la sensación de estar dentro de algo. 

Embelesado como estaba no notó el momento en que, a su espalda, se escuchó el inconfundible ruido de grandes patas aplastando el tierno musgo del suelo fértil. Aquel no era el sonido rico y vibrante que lo había hecho estremecerse de puro gozo como el del pequeño lobo frente a él. El peso, la velocidad, los bufidos de su aliento escapando por su hocico, todo cuanto Jin podía escuchar solo le causaba un indescriptible miedo visceral. Sintió su abdomen tensarse mientras el sudor se formaba en su sien. Conteniendo el aliento, como si al respirar alertara al otro de su ubicación, giró el rostro en busca de la aterradora criatura que se acercaba a él. No obstante, cuando se dio la vuelta la oscuridad levantó su manto, impidiéndole ver a la criatura. Lo único que pudo percibir fueron unos grandes ojos brillantes, observándolo detenidamente. 

Jin se sintió repentinamente abrumado por ese par de orbes. Pertenecían sin duda alguna a los ojos de un depredador. 

La lluvia que no sabía que estaba sobre sus cabezas empezó a caer sin ton ni son, sobre ellos. Y la tierra húmeda se volvió lodo.

Despierta.

Lo primero que enfocaron sus adormilados ojos fueron los castaños orbes de JungKook. El menor estaba sobre él, con una de sus rodillas en medio de sus piernas, separándolas , y su rostro prisionero de la almohada y los antebrazos de JungKook. Un bochornoso calor ascendió a sus mejillas de forma escandalosa, incomodo por la posición en la que estaban, incapaz de poder respirar sin sentir que al inhalar su pecho tocaría el del Alfa. En el rostro juvenil de JungKook se formó una tierna expresión, era todo dientes blancos y ojos entrecerrados. Y si él quisiera habría podido fundir esa sonrisa en su corazón. Pero, sin importar cuan encantador fuese el menor, Jin no se sentía bien teniendo al Alfa sobre él. 

—Hola JK, ¿Ya estás mejor? —prefirió preguntar, intentando desviar la atención del menor.

—Sí. Ya me siento mucho mejor. Es como si al dormir junto a ti te hubieras robado el calor.

Jin sonrió feliz de ver la alegre cara de JungKook. A través de las cortinas aún se veía luz, por lo que si se daban prisa podrían aún festejar el cumpleaños del miembro más pequeño de la manada. Brindar con una copa por el nuevo Alfa mientras se avergonzaban entre sí rememorando sus momentos más ridículos. 

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