IX

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La luz del Sol naciente entraba de forma tímida, casi pidiendo permiso a las hojas de los árboles al pasar entre ellas. De modo que cuando NamJoon abrió los ojos no fue por una insoportable luz cegadora, sino porque todo su cuerpo estaba resentido. Había pasado la noche entera durmiendo en la intemperie, algo que no hacía desde que tenía quince años, sus extremidades se sentía pesadas y congeladas. Y la sensación de la tierra en su pelaje no terminaba por agradarle del todo. 

Sentía como si fuese una persona disfrazada de lobo cuando lo natural sería que no pudiera notar esa diferencia. 

Aunque llevaba demasiado tiempo sin convertirse en lobo y pasar tiempo de calidad con su espíritu todos sus sentidos se encontraban en su máximo apogeo. Exaltados. Bombardeados por la adrenalina que se transformó en un cuchillo filoso con el que fue desollado vivo. 

La luz matutina tenía cierto toque esmeralda y era tibia, el viento estaba quieto, olía a abetos y pinos y un poco de tierra húmeda. El sonido de las ardillas correteando por las ramas bajas, el batir de alas de aves que no alcanzaba a ver. Estaba echado sobre el musgo, junto al tronco estilizado y alto de un pino, dejándose tranquilizar por la Madre Naturaleza.

En su memoria seguía demasiado fresca la imagen de SeokJin siguiendo instintivamente a su alfa. Debería actuar como de costumbre, sin embargo, la forma intima en que iba avanzando la relación entre el mayor y el menor era ofensiva para él. 

Se levantó perezosamente, dispuesto a cazar alguna presa pequeña que no implicara demasiado trabajo, suficiente tenía con que odiaba la carne cruda y la sangre pegada en sus colmillos. La sensación de ir por ahí oliendo a hierro lo perseguiría durante toda la semana.

Quizá un par de ardillas.

¡Qué desagradable!

Con su olfato pudo ubicar un pequeño conejo despistado. Era insignificante en comparación con lo que alguien de su talla y peso necesitaba para subsistir. Solo necesitaba distraer a su estómago. Engañar a su cerebro. Y todavía no estaba listo para regresar a casa y hacer frente a su manda.

Cuando lo hiciera tendría que enfrentarse inevitablemente a los ojos de todos y era evidente a que su comportamiento distaba del de un líder sensato. ¿SeokJin lo habría notado? ¡Qué no daría porque el mayor lo pusiera en sus ojos y lo sostuviera en su corazón! Una molestia ardorosa se instaló en su pecho ante la perspectiva de haber pasado desapercibido para Jin. 

En el lugar que alguna vez sintió tan suyo, su hogar, estaría JungKook. El inofensivo cachorro que lo vería con cara de secreta satisfacción, una que JungKook no podría esconder. Seguramente en ese momento el otro alfa estaría regocijándose de su desgracia. 

Le tomaron alrededor de cinco minutos localizar a su presa; un conejo de pelaje café, con grandes ojos llenos de inocencia. Totalmente ignorante sobre el peligro ante el que se enfrentaba. NamJoon fue mortífero al saltarle encima y destrozarla de una sola mordida. La carne era suave y tibia. Los huesos de juguete que cedieron bajo la presión de sus dientes. La sangre del pobre animal salpicó su pelaje negro, por lo que no se lograba apreciar a primera vista, luego tendría que buscar agua para limpiarse y saciar su sed. Pero más importante, para deshacerse del sabor de la ardilla.

Era una fortuna que como lobo su sistema inmune fuera excelente y no pudiera contagiarse de ninguna enfermedad proveniente de los demás animales.

Al final se relamió hasta donde pudo. Con el desagradable regusto de las vísceras, la sangre y todo lo demás en el fondo del paladar.

Satisfecho se volvió a recostar, buscando un rayo de luz que le diera directo sobre el lomo. Necesitaba ser reconfortado por la dulce candidez de SeokJin aunque eso era imposible.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2020 ⏰

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