Capítulo 16: Pesadillas

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El sonido del agua correr tranquilizaba los latidos de mi corazón y me permitían seguir en trance. Mi mente yacía en blanco, o eso quería creer. Cualquier cosa era mejor que pensar, recordar. No podría darle forma a ningún pensamiento coherente. Debía llevar mucho tiempo así, ya que el agua rebalsaba de la bañera e inundaba el pequeño baño del departamento.

- Kat – un tono tranquilizador inundaba la voz de Felicia – ábreme la puerta

Las imágenes volvieron a mi cabeza, la cual aferre mis manos en un intento de bloquearlas de entrar. Ojos rojos, hombres deformados, sangre, colmillos, el sonido de pieles rasguearse, Alexander, el corazón de una bestia. Todo me invadía a la vez. Las lagrimas que había logrado detener volvían a salir de mis ojos cual si fueran ríos.

- Cariño, necesito saber que estas bien.

El aire huía de mi, no podía llorar más. Ningún sonido podía escapar de mi garganta. Estaba en mi propia cárcel. Mire mis ropas bañadas en sangre, mis piernas cubiertas en tierra. Quería levantarme y correr, pero mis fuerzas verdaderamente me habían abandonado.

Oí un pequeño golpe seguido de un estruendo. Unos brazos me tomaron por las piernas y la espalda y me levantaron. Estaba rígida, podía sentir los músculos contraídos y eso me generaba dolor. Me depositaron sobre algo suave y una manta cubrió mi espalda.

- Está en shock - un hombre habló

- No es para menos. – esta vez fue una mujer- Kat, cariño, necesitas descansar. Esto es por tu bien.

Sentí un pequeño punzón en mi brazo, rápido, firme, certero. Pocos minutos después mis ojos pesaban más de lo que los podía sostener. "No quiero, no quiero cerrar los ojos. Volverán. Las imágenes volverán" pensé. Los músculos empezaron a dejar de doler, eso estaba bien.

- Descansa ya Kat. Hablaremos por la mañana.

La voz de Feli fue lo último que escuche antes de sumirme en la oscuridad.

Corría lo mejor que podía a través de aquel valle. La luna y las estrellas mis únicas testigos. Tenía que huir, tenía que salir de allí. Una vez detrás de los muros del castillo podría estar segura. William me protegería.

Faltaba poco, lo podía ver. Ordené a mis piernas correr a más velocidad, cuando me sentí en la tierra. Miré mis manos ensangrentadas con pequeñas piedras incrustadas. Mi pierna escocía también y mi cabeza dolía. Me levante lentamente intentado descifrar que sucedía cuando vi a la bestia frente a mi, justo en el lugar donde había estado. Unas raíces se levantaban sobre la tierra. Me había tropezado y eso me había salvado la vida.

Sería inútil dialogar con un animal sin alma. Eso desde hace mucho había dejado de ser humano. Mire a cada lado sin variar mi posición. El claro se extendía por un poco mas de 150 yardas. No había forma que corriendo le pudiese evadir.

La bestia me miraba expectante, analizando mis movimientos y mi posición. Debía ser una bestia vieja para poder controlarse. La bestia sabía que no podría correr, no podía esconderme. Si tan solo pudiese llegar hasta los arboles podría intentar subir a la copa, sin embargo con la herida de mi pierna me tomaría mucho tiempo, eso si lograse llegar primero viva. Solo me quedaba una opción: un cuerpo a cuerpo.

¿Cómo le ganaría? No tenía las suficientes fuerzas para contrarrestarle. Podía usar su torpe cuerpo pero de igual manera no tenía una daga de plata para clavarle. Aunque lo lograra derribar, no podría matarle.

Me niego a creer que es el fin. Siempre hay una salida, solo tengo que averiguar cual. Gritar no me ayudaría. William tardaría más en llegar que lo que la bestia tardaría en desmembrar mi cuerpo, e incluso podría matar a Will.

Lazos OscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora