PROLOGO

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Perfecta.

Esa era la palabra con la que se podía considerar aquella tarde. Eran tardes de verano en que los chicos de cualquier lugar pedían no acabaran.

Aunque no era lo mismo para todos.

Al menos no para la pequeña niña que lloraba en las escaleras de su pórtico. Mirándose tan frágil frente a la gran casa blanca en la cual vivía.
Era imposible que alguien pudiera consolarla en eso momentos.

Sus largos cabellos cafeses que se encontraban adornando su cabeza en forma de dos coletas, caían a sus lados debido a la tristeza con la que sus bellos ojos color whisky lloraban e intentaba ocultarlo.

Se va. Se va

Es en lo único que podía pensar.

Pensé que me quería.

Se repetía con tristeza.

Unos pasos se acercaban a ella cada vez más, pero continuaba sin poder controlarse. Quería huir, quería morir. Pero en el fondo lo que más quería era estar en los brazos de su chico.

- No llores más –dijo una suave voz frente a ella.

No quería hablar con nadie. Solo con su adorado de ojos azules. Pero él debía estar armando sus maletas en esos momentos. Y no podía ir a su casa. Quien estaba parado frente a ella no se lo permitiría.

Una niña no debería sufrir tanto por una estupidez como esa. Pensó el joven que le había hablado.

Tan solo tenía doce años. No entendía como su hermana podía parecer tan destrozada por alguien que solo le estaba causando daños. Daño que su mente inocente no comprendía.

- ¡No quiero verte! –Grito enfurecido aun con su cabeza abajo.- ¡no quiero ver a nadie!

Y corrió hacia adentro, aun si eso significaba que ya no pudiera ver al joven una vez más antes de que por fin se fuera.

Aquel chico que tan parecido a ella era, por sus lazos de sangre, pensó que eso debía pasar. Tenía que pasar.

Lo olvidaría, él se encargaría de ello. La amaba, era su hermano, por ello haría lo que fuese necesario por protegerla.

Miro hacia la casa de al frente. Contemplo, no sabe por cuánto tiempo. Miro con odio como una silueta en la ventana de arriba se movía desenfrenada por todos lados. Podía escuchar como aquel chico que había considerado su mejor amigo comenzaba a gritar y a romper cosas dentro de la casa, en su habitación. Por suerte la niña se había ido. Sería imposible haberla retenido para que no corriera a su encuentro.

No le importo. Sabía que todo era por el bien de ella.

Ya sanara

Pensó el chico que con sus apenas diecisiete años tenía una mentalidad bastante perversa.

No le importo destrozar el corazón de su hermana. Ni de quien sea que se interpusiera en ello.

Una cosa era segura.

La protegería. La cuidaría. Y olvidaría.

Tenía que olvidar.


Como de esas veces en que no puedes contener cierta idea

Y tienes que sacarlo.

Bien eso me paso.

Tengo otra historia escribiendo. Pero esta ahh! está también tenía que sacarla de mí.

Pero hare lo posible por sacar las dos adelante.

Espero les guste.

Voten, comenten y compartan ;)

NACIDA PARA SER SALVAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora