CAPITULO 4 "No debiste volver"

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"sabía que tendría que pasar un tiempo antes de estar a tu lado. Y los peligros que hay alrededor de ti son inevitables"

El sueño del bosque. Aquel en el que seguía encontrando al joven de ojos azules.

Tanit se encontraba recostada en su cama abrazando su gran almohada lila. Era su cumpleaños número veintitrés y no le resultaba tan especial como los anteriores.

Desde hace ya cuatro años exactamente sentía que no era la misma.

Su mente empezaba a frustrarse porque no sabía de dónde venían tantas frases en su mente.

Era como si la voz del chico no pudiese salir de su cabeza.

Tanit, no te apartaras de mí.

Tanit, te protegeré.

Tanit, te quiero

Tanit, Tanit, Tanit, Tanit

Presiono su cabeza sobre la almohada por el dolor que sus palabras causaban.

Su corazón se oprimía como cada vez que su mente se adentraba mucho a sus recuerdos.

¿quién eres?

Se susurraba una y otra vez, como si eso parase de alguna manera su angustia.

Y ese día había terminado al igual que su cumpleaños número veintitrés.

Sus ojos se abrieron abruptamente a mitad de la noche, para ser exacto, tres de la madrugada. Miro hacia el techo, esperando conciliar el sueño. Y con la sorprendente sensación de decepción ya que en todo ese día no miro nada. Ningún regalo o algo fuera de lo común.

Pero una vez que se levantó, el regalo ya estaba al lado de ella. Tomo con cuidado su típica nota que aguardaba por encima del moño.

"Eres feroz mi dulce Tanit. Pero todo guerrero ocupa su arma. Te regreso la tuya"

Con algo de miedo lo abrió. Y debió de haberlo tenido, en él se encontraba una especie de daga. Era pequeña. Pero con una apariencia bastante mortal. Y era de plata.

Pero este tenía algo diferente. No recordaba haber tenido nunca una daga, pero sí que la hubiese visto en algún otro lugar. O con alguien más.

Recordó sus últimos regalos después de lo de la nota.

El ultimo era un collar con forma de árbol, o tan si quiera la mitad de uno. Era un plateado bastante puro, podría jurar que era de plata al igual que la daga, pero no lo enseño a alguien más para verificar su duda. Se le hubiera hecho extraño si no fuese por lo que ya había recibido con anterioridad.

A sus veinte años el regalo fue un pañuelo café, con pequeñas flores azules en él.

De este la nota decía:

"Princesa, estoy en tu búsqueda, tranquila ya llegara el momento.

Sigue adornándote para mí."

Aun recordaba que cuando se lo puso sintió un deja vu. Y supo que no era la primera vez que se lo ponía.

Anthony al verla casi se le había caído su tazón al suelo.

Le grito como nunca ella hubiera recordado al cuestionarle de donde lo había sacado. Le invento el cuento de haberlo hallado en una tienda unos días atrás. Pareció que esa respuesta lo tranquilizo, pero su cara se miraba más blanca de lo común.

NACIDA PARA SER SALVAJEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora