1. La ciudad de las luces

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- ¿Lo llevas todo? -preguntó Edu mirando a su hermano.

- Creo que sí. ¿Seguro que vas a estar bien sin mí?

- Que sí hombre, no te preocupes. Además que solo es medio año, tampoco me voy a morir sin ti.

- No sé, miedo me das. Bueno pues esto ya está cerrado, ¿has metido a Elendil en el transportin?

- Sí, está ya preparado también. Creo que al final Winter le va a echar de menos.

- Ya, yo también lo pienso pero quedamos así, yo me llevo a Elendil a París y tu te quedas con el grandullón este -contestó Alberto mientras le acariciaba la tripa- Bueno, un abrazo, ¿no?

- Si te quejas de mí pero me quieres -dijo él mientras se acercaba a su hermano y se fundían en un abrazo que duró bastante.

- Cuídate pequeñajo.

- Y tú también Albertito. Y céntrate en el trabajo que ya te veo distraído mirando culos franceses por ahí.

- Siempre piensas en lo mismo de verdad... Ala, me voy, lo dicho -y dedicándole una última sonrisa a Edu salió por la puerta con una maleta y con el pequeño Elendil.

El viaje en avión pasó rápido porque se quedó dormido, la verdad es que no había dormido casi la noche anterior por los nervios y lo necesitaba. Una vez llegó a París, todo fue un poco confuso, el hecho de que no hablara apenas francés y de que había demasiada gente en el aeropuerto no ayudó. Finalmente, pudo subirse a un taxi que le acercó hasta su nuevo piso. Estaba situado en Montmartre, el barrio bohemio por excelencia en la capital francesa. Las calles desprendían arte, pasión, libertad, y eso a Alberto le encantaba. El piso en sí no estaba mal, era pequeño pero acogedor y no le faltaba ningún detalle.

El malagueño empezó a deshacer las maletas mientras Elendil inspeccionaba la casa en busca de algún rincón donde descansar del viaje.

- ¿Qué te parece, Elendil? No está mal, ¿eh?

El gato lo miró con cara de "maldito humano, aún no entiende que no puedo hablar su idioma".

Después de pasar la tarde leyendo y preparando sus cosas para que al día siguiente todo estuviera en orden para ir a trabajar, decidió salir a dar una vuelta y perderse por las calles de Paris. Recorrió prácticamente todas las calles de aquel barrio, enamorándose en cada una de ellas de sus edificios, de sus olores, de su gente... No podía estar más contento de estar allí. Cuando notó que sus piernas se empezaban a cansar, volvió a casa.

- Bonjour monsieur -le dijo una señora que salía de su portal.

- Bonjour madame.

- Par hasard, avez-vous un chat?

- ¿Qué? Perdone soy español y no entiendo todavía muy bien el francés.

- Oh, espagnol, un chat... Comment dit-on? Ah, un gato.

- Ah sí, un gato, yo tengo un gato.

- Il se trouve sur le toit.

- ¿Le toit?

La señora empezó a hacer movimientos señalando el tejado y Alberto lo entendió enseguida.

- Mierda... Está en el tejado.

- Oui, en el tejado.

- Joder, joder... Gracias, merci -dijo mientras corría por las escaleras para encontrar al pequeñin.

Cuando llegó arriba del todo vio a Elendil en el borde de las tejas mirándole.

- Elendil, ven aquí.

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