Decir que Alberto se había cambiado cincuenta veces de ropa era quedarse corto, no sabía que ponerse y los nervios que le atormentaban desde buena mañana no ayudaban. Elendil lo miraba desde el sofá con cara de "parece gilipollas". Cuando parecía que se había decidido oyó su móvil vibrar en la mesa.
Edu: No te olvides los condones
Por si después del teatro os vais a tomar algo y hay alguna francesita guapa;)
(Sí... por si hay alguna francesita...)
Yo: Que gilipollas eres de verdad
Edu: Encima de que soy un buen hermano que no quiere ser tío tan joven...
Qué desagradecido hermanito
Yo: Cállate
Edu: Estás nervioso?
(Mierda, ya sabe que me gusta)
Yo: Yo? Por qué tendría que estarlo?
Edu: Coño, es la primera vez que quedáis, no?
Y a ti siempre te ha costado relacionarte con gente nueva
(Ah coño, es eso...)
Yo: Bueno... algo nervioso sí que estoy pero tampoco demasiado
(Y un cojón y medio, se me va a salir el corazón del pecho...)
Edu: Bueno pues relax y tú para delante que seguro que va bien y os hacéis amigos ;)
(Amigos... sí, eso)
Yo: Gracias Edu, luego te cuento :))
Edu: Vale Albertito
Por cierto.... los condones ;)
Yo: Que te den ;)
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Iñigo tampoco estaba mucho más relajado, era la primera vez desde que estaba en París que había encontrado un chico que le gustase, y encima era español. Alberto tenía algo que desde el primer momento le había atraído y, después de hablar con Pablo todas las noches, había decidido que lo mejor era lanzarse y a ver que pasaba, tampoco tenía nada que perder. Así que allí estaba, en su portal, esperando a que bajase, sin saber qué decir o cómo actuar cuando estuviera con él, no quería ser brusco pero tampoco quería parecer tímido y lo único que conseguía era ponerse más nervioso a cada instante.
- Hola Iñigo -saludó el moreno sorprendiéndole porque no había visto que había abierto la puerta.
- Ah, hola Alberto, ¿qué tal? -le tendió la mano.
- Bien -se la estrechó- ¿Tú?
- No me puedo quejar. ¿Nos vamos?
- Claro.
El camino al teatro fue ameno, no pararon de hablar de temas de actualidad y parecía como si los nervios que inicialmente tenían los dos se habían disipado, aún así en sus cabezas no podían dejar de repetirse frases como "qué guapo se ha puesto" o "esa camisa le queda demasiado bien". Ya dentro del teatro, Alberto dejó que Iñigo pasara delante para seguirle hasta los asientos y así permitirse también el lujo de observarle bien la retaguardia.
- Son estos -dijo él señalándolos- Siento que estén tan atrás pero me los consiguió un colega así baratos.
- Tranquilo, si la sala es pequeña, lo veremos bien igualmente.
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