6. C'est la vie

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- En serio, ¿no habíamos quedado para cenar? 

- Sí, calla.

- ¿Y por qué estamos subiendo la Torre Eiffel andando? No entiendo nada...

- Es una sopresa Alberto, no refunfuñes.

- No refunfuño, tengo hambre y esto es una tortura, más te vale que la sorpresa merezca la pena...

- Que sí, ya verás, pesado.

Alberto seguía a Iñigo por esa tortura de escaleras sin saber por qué, estaba cansando y muerto de hambre pero tenía curiosidad por lo que le había preparado el otro así que le seguía.

- Ya, ¿no?

- No, tenemos que subir arriba del todo.

- ¿Cómo que arriba del todo?

- Va, si solo son unas pocas escaleras más.

- ¿Y por qué no usamos el ascensor de una vez?

- Porque nadie tiene que enterarse de que estamos aquí.

- Ah genial, que encima esto es ilegal...

- Que no... que tengo permiso de un amigo que trabaja aquí, va sube.

Alberto le obedeció una vez más y los dos comenzaron a subir el tramo de escaleras que les quedaban para llegar a lo más alto.

- Ahora sí que hemos llegado -anunció Iñigo.

Cuando el malagueño llegó se encontró con un millón de velas rodeando una mesa en la que se podía apreciar comida variada, también se escuchaba música y la estancia hacia olor a vainilla, probablemente de las velas. Iñigo tenía razón, aquello merecía la pena y mucho, solo de pensar en la faena que le habría llevado al mayor hacer todo aquello hizo que a Alberto le diera un vuelco el corazón y que ni siquiera tuviera las palabras exactas para expresar lo que sentía en aquel momento.

- ¿Qué? ¿Te gusta?

- ¿Eh? Sí, sí. Iñigo... ¿has preparado todo esto para mí?

- Esto... la verdad es que sí.

- Te habrá costado mucho...

- No te creas. Además, merece la pena si te ha gustado.

- ¿Cómo no me va a gustar? Esto es lo más romántico que ha hecho nadie por mi Iñi, todo esto es demasiado, no me lo merezco...

- Claro que te lo mereces Alberto -y se acercó a él abrazándole por la espalda- Tú te mereces esto y mucho más, a pesar de todas tus dudas me has devuelto la energía, me has dado vida y te lo tenía que agradecer de alguna manera.

Alberto se giró para agarrarle la cara y mirarle a los ojos.

- Iñi, no tienes nada que agradecerme, al contrario, soy yo el que te tiene que dar las gracias a ti. Conocerte a cambiado mi mundo, ya lo sabes, y tengo la suerte de que ha sido un cambio a mejor. Podré tener todas las dudas del mundo en la cabeza pero con cosas como estas cada vez tengo más claro que debo y quiero aprovechar el tiempo que pueda estando contigo porque eres increíble.

Al mayor casi se le saltan las lágrimas al oír aquello de la boca de Alberto. La verdad es que si que le había costado mucho esfuerzo todo aquello, no solo físico si no también económico, y que le hubiera gustado tanto a su Alberto le hacía sentirse satisfecho. 

Se besaron y se abrazaron hasta que la comida se quedó fría, pero daba igual, no les hacía falta comer, en realidad no les hacía falta ni respirar si estaban juntos. Reían, charlaban, intercambiaban gustos, miradas, caricias... Si aquello era el amor de verdad ninguno de los dos quería dejar de sentirlo.

La boulangerieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora