¿Y tú quién rayos eres?

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Por fin es hora libre. Por fin. Subo al desván colándome detrás de una estantería, igual que una niña famosa que dicen que vivió (y murió) hace como dos mil años. Cuando las guerras no llegaban a medidas tan extremas como la última guerra. Aparto con cuidado la puerta que llega al desván y entonces me quedo de piedra. No estoy sola.
-¿Y tú quién rayos eres?
Es un chico que tiene aproximadamente mi edad, pelo marrón y rizado y ojos marrones.
-Hola. Me llamo Santiago. Tengo 14. Me acabo de trasladar ¿Y tú eres?
-Julia. 13 años. ¿Cómo es que te acabas de trasladar?
-No me hicieron el escáner.-responde con ojos acuosos - Vivía con mi madre cuando nos encontraron. Me hicieron el escáner y...bueno, creo que el resto es evidente.
-¿Y tu madre?
-La llevaron a un centro para que trabaje. La extraño mucho. ¿Y dónde están tus padres? ¿No los extrañas?
-No. Mis padres renegaron de mí. Ni les conocí. Tampoco creo que me importe.
-Lo siento.
-No lo sientas. Pero será mejor que no menciones tu historia. Los demás no vimos a nuestros padres. Te mirarán mal y te envidiarán.
-De acuerdo. ¿Cómo es este sitio? ¿Te gusta?
Esbozo una sonrisa torcida.
-Oh, claro que me gusta. Es el peor sitio después de la muerte. Nuestro regalo de cumpleaños es una galleta. Únicamente tenemos una hora libre, esta, por cierto.
-¿No podéis salir? Eso no puede ser cierto.
Le muestro un moratón de la mandíbula, castigo por hablar en la noche. Se estremece.
-Es tan cierto como que no puedes hablar a nadie de este desván. Lo clausurarían. Y es tan cierto como que acaba de sonar el timbre que indica el final de la hora libre.
Y el timbre acaba de sonar.

Nos dirigimos al comedor en silencio para la merienda. En ese momento, Paola, Elia y Mario se acercan.
-He oído que hay un chico nuevo en el campo. -dice Elena- ¿Eres tú? Deberías saber la escoria humana con la que te estás juntando, ¿no, Julia?
-Déjame en paz. Soy tan renegada como tú, y no es algo de lo que deberías estar orgullosa.
En ese momento, se interpone el vigilante de turno. Por el rabillo del ojo veo que es Jose Ramón. Todos bajamos la cabeza, señal de sumisión. Bueno...todos menos Santiago.
-Ooh, un niño nuevo... A ver cuánto duras. -le mira con dureza y algo que parece... ¿curiosidad? En todo caso, cualquier sentimiento fuera del odio de los vigilantes hacia nosotros es extraño, y en cualquier caso, peligroso.
Entonces, el director del centro se sube al estrado del comedor.

Renegados [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora