Nos llaman los renegados

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En esta sociedad que valora la obediencia por encima de todo, desde hace muchos años, cada vez que nace una persona, se le hace un escáner antes de que los padres puedan verla. En el escáner se determina si va a ser sumisa y obediente, o si, por el contrario, va ser una rebelde sin remedio. Si sale la última opción, los padres deciden renegar de él o de ella, sin excepciones. A mí me pasó eso. A todos los que abandonan los padres nos encierran en un campo donde estamos vigilados las 24 horas del día. Nos llaman los renegados.

Vivimos en un "campo de corrección de rebeldes". Mentira. Es una cárcel. Nada más despertarnos (a las cinco de la mañana, con una estúpida cantinela de que el sol ha despertado y no queremos que se sienta solo), desayunamos un vaso de leche fría y una galleta de avena y nos dan las tareas del día, que son:

6:00. Limpieza de habitaciones, cocina, comedor y pasillos. Castigo por no cumplirlo: no hay desayuno al día siguiente.
7:00. Comienzo de las clases. Matemáticas, lengua, inglés, ciencias (donde nos explican por qué somos peores) e historia (nos cuentan los que quieren, sin importar qué es real o no). Castigo por no ir: un día sin comida por cada clase con falta.

12:00. Limpieza del aula. Castigo por no cumplirlo: no se puede ir a la comida.

13:00. Ejercicio diario. Correr, trepar, saltar, disparar y lanzamiento de cuchillos. Castigo por no ir: no se puede ir a la merienda.

15:00. Comida. (Si se puede llamar comida a dos hojas de lechuga, un filete de 5 cm cuadrados y dos gajos de naranja.)

16:00. Limpieza de cocina, comedor y pasillos. El castigo es no tener hora libre.

17:00. Hora libre. (SÍ, UNA BENDITA HORA LIBRE.)

18:00. Merienda. (Vaso de leche y galleta de avena.)

18:30. Trabajo campestre. (O lo que es lo mismo, arar, cosechar, etc.)

20:00. Hora de estudio. Una hora en la que hacemos los deberes, totalmente en silencio, totalmente vigilados. Si no los acabas tienes que dormir en el pasillo.

21:00. Cena. Tan sustanciosa como la comida.

22:00. Hora de dormir. Se duerme en literas, de 200×50, para que no podamos hablarnos al oído. Si nos oyen hablar sacan a las persona que lo hayan hecho y les pegan un puñetazo en la mandíbula, medida que ya no se utiliza, porque en las habitaciones lo único que se oyen son las respiraciones, los suspiros y los sollozos.

Y a las cinco de la mañana, vuelta a empezar.
Esta es mi vida. Bueno, la mía y la de otros 99 niños y niñas de 9 a 18 años que vivimos en este campo. Y yo tengo 13. Y sé que tengo 13 porque el cocinero, el día de nuestro cumpleaños nos da una galleta. Y ya está. Dentro de cinco años dejaré el campo para vivir en el internado de cuerpo especial de policía, porque nos forman para ser policías. Viviremos en un internado separado de los policías en formación no-renegados. Otra forma de decirnos que somos peores.

Los profesores del internado no dejan de vigilarme. Quizá porque en mi escáner saqué una puntación más alta de rebeldía que la media. Quizá porque en mi hora libre nadie es capaz de encontrarme. Quizá porque soy retraída, borde e inteligente. No lo sé. Supongo que nunca lo sabré.

En mi hora libre suelo subir al desván. Ahí se ve todo el campo, y más allá, se ve un campo de verdad, con árboles y algo que parece un lago. Me gustaría muchísimo ir. Pero no puedo. No puedo escapar. No puedo vivir como los no-renegados. No puedo hacer nada. Me han robado a mis padres que nunca he visto, me han robado mi pasado, me están robando mi presente y me van a robar mi futuro, porque ya lo tienen marcado. Sólo tienen que sentarse en una silla cara, delante de una mesa cara y firmar un papel que determina el futuro de los renegados con un bolígrafo caro. Y ya está. No les importamos nada. Y así será siempre.

Renegados [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora