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Todos parecen ignorar la importancia que tiene el repentino viaje de mamá, sólo se preocupan por ellos o esperan a que ella vuelva, en cambio yo, sólo alimento cada vez más mi curiosidad.

Pero en estos momentos me encuentro ida, me cuesta mantenerme de pie, es extraña esta sensación, pero no puedo hacer nada, iba saliendo hacia el pasillo cuando caigo rendida.

«Te dije que no tomarás nada. Te dije que no confiarás en lo que te daban».

Soy lo suficiente consciente para saber que fue mi culpa, pero tan sólo fueron un par de gramos, ni si quiera tome la pastilla completa y su efecto ha sido devastador. Sedaron mi cuerpo y a Brooke, ella ya no habla tanto, incluso me sentí sorprendida cuando dijo eso.

—Janis, ¿qué te pasa? —Pregunto una suave, delicada y preocupada voz, giro mi cabeza para admirar a la pequeña Lizzie de tan sólo seis años, con su cola y orejas de gato, le encanta disfrazarse de un felino.

No sucede nada, cielo —Le respondo mintiendo, no quiero decirle nada, ella sólo asiente, acomoda su vestido de color rosa para sentarse junto a mí en el pasillo, mis ojos no pueden evitar mirar sus piernas, son demasiado delgadas, al tocarlas puedo sentir como se tensa, ella está dejando de comer—. Lizzie, ¿has estado comiendo correctamente?

Su mirada se encuentra nerviosa e intenta de sobre manera evitar encontrarse con la mía, ella realmente está sufriendo de problemas alimenticios, pero mi pregunta es ¿por qué? Si apenas tiene seis años.

Vamos, deberías alimentarteIntento tomar su mano para levantarla, pero se niega.

—No quiero —Su mirada es seria, me agacho hasta llegar a su altura, miro su ojo color azul claro, es el único que puedo ver, ya que el otro lo cubre con un parche en forma de corazón que ella misma pidió que le hicieran, odia mostrar su ojo izquierdo, dice que lo detesta, en la familia no podemos entender esto, ella posee heterocromía al igual que Adrien y Olivia, no debería sentirse diferente.

Elizabeth, por lo menos ven a comer una galleta —Intento tomar otra vez su mano, no la acepta nuevamente, pero juntas bajamos las escaleras hasta llegar a la cocina.

—Quiero galletas de chocolate —Su amplia sonrisa me parece demasiado tierna, abro una de las puertas del estante para sacar un paquete de galletas, al pasárselo sonríe aún más.

No le digas a mamá que compramos esas galletas, sabes que odia el chocolate —Asiente de forma delicada con su cabeza.

—Es una promesa —Su dulce mirada contrasta demasiado con la mía, mis ojos azul claro reflejan demencia pura, en cambio, el cabello rubio de Lizzie y sus ojos, son simple ternura digna de una niña de seis años.

«Lástima que ella esté tan condenada y atada a este juego que jamás se acabará».

Janis © | Libro #6 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora