31. Blake

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Seguí caminando sin voltear ni una vez hacía atrás, porque me imaginaba que si llegaba a hacerlo, me toparía con el rifle de quien me había querido matar hacía ya unas cuantas horas atrás.

Y simplemente era eso, la escena sangrienta en donde ella salía de la nada y brincaba hacía mí con un cuchillo para desangrarme, me había atormentado cada vez que aflojaba el paso para respirar.

Así que no había parado de correr desde entonces. El recuerdo de su sonrisa y mi imaginación retorcida me hacía ilusionar el dolor de ser acribillada por la espalda.

Sentí mis manos temblar por la adrenalina del momento. ¿Realmente me la toparía si dejaba de escapar? Sacudí mi cabeza una y otra vez al instante.

«Vamos Nicole, tranquila», pensé para tranquilizarme «Haz corrido ya lo suficiente. No te encontrarán tan rápido. No pueden hacerlo, es imposible». Me sonreí.

Y aunque no sabía si eso era cierto, imaginaba que con la velocidad a la que iba, no podrían alcanzarme... menos si me había metido por entre los árboles. Lo había pensando después de las primeras horas; ir por el camino tan solo les daba el camino libre para asesinarme, así que me había desviado hacia el césped. Por lo menos ahora, la vista era más agradable porque no sentía frio alguno a pesar de estar a finales del otoño.

Creía que de esa manera, Giselle no podría encontrarme a pesar de que yo no tenía idea de hacia dónde iba o hacia qué rumbo debería de dirigirme. Era complicado siquiera el respirar. ¿Cómo podría trazar un plan? Estaba nerviosa, tenía miedo y quería llorar... pero entendía que no podía pararme a sollozar, porque si lo hacía, ella aparecería para terminar el trabajo.

Así que anduve corriendo por un día entero. No me detuve ni me paré a pensar mucho las cosas. Mi inquietud se fue apaciguando con el tiempo y, ahora en vez de correr despavorida, solo caminaba rápido hacia donde pensaba que Alex estaba. Era desesperante y ciertamente hasta tenso saber, que en cualquier lado, tal vez mi ex mejor amiga y su novio estaban buscándome, pero yo ya había recorrido el suficiente tramo como para decir que estaba en otro país.

¿Pero qué debería de hacer? ¿Debería seguir? ¿Debería retroceder? ¿Cuándo sería el día que me toparía nuevamente con los hermosos ojos de mi querido amante?

Miré mis manos nuevamente y pasé saliva. El colmo no era solamente saber que estaba perdida, sino que aquella sed que tantos problemas me había causado, había vuelto a mi garganta. El color negro y blanco volvió, explicándome de esa forma que si no tomaba sangre posiblemente volvería a estar ciega y eso no me lo podía permitir. Tenía que cenar lo antes posible.

Respiré sutilmente, entendiendo que esta vez tenía que controlarme de mi deseo más vil. Esta vez, no debería de matar. ¿Pero como lo haría? Con solo recordar a Aaron y su sangre, me sentía fuera de control. ¿Cómo podría aguantar mis ganas de abrir a alguien en dos partes cuando encontrará a mi presa?

Supe por ende que no podía acercarme a la autopista, menos a un pueblo. ¿A quién debería de matar entonces? No creía que encontraría a otro leñador, ya que no había tantos pinos a mí alrededor. ¿Qué hacer? Mi cordura se estaba desvaneciendo lentamente. Si no encontraba algo o alguien que me calmase, iba a terminar muerta por la ansiedad.

Observé por todos lados, intentando buscar cualquier cosa, pero justo cuando me daba por vencida y pensaba en un plan mal hecho, olí sangre caer al piso.

Mis fosas nasales se abrieron con gracia y mis colmillos salieron al ataque. Era extraño, pero me sentí molesta. Alguien más mataba a mis victimas.

Mis piernas comenzaron a moverse sin control hacia la dirección en donde el perfume se desprendía. Era un olor diferente al normal, pero cualquier cosa estaba bien si me saciaba un poco. Así que, con la intención de atacar lo que fuese que estaba ahí, en medio de la nada, brinqué por detrás.

Colores oscurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora