Capítulo 7: "Señales."

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Eres algo que vino accidentalmente.

Una señal inesperada. Una guía. Una protectora.

Debería ser yo el que te proteja. No tú.

Es por eso que se meten conmigo. Que una chica te proteja es un poco penoso. Pues no.

En mi opinión, sienten celos. Celos de tenerte. Celos de hablarte.

Una chica puede proteger a un chico. No importa. Cada uno elige su destino.

No. No elegimos el destino. El destino elige por si sólo.

A veces, hay posibilidades de cambiarlo.

Me siento raro a tu lado. ¿Por qué?

Creo que nunca seré capaz de comprender.

Deseo lo mejor para ti, pero también desearía un futuro en el que estamos los dos juntos.

Sé que es algo egoísta. Después de todo, tu tienes que opinar.

Ya he perdido a mucha gente. Por favor, no seas tú quién me deje.

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-¿Kento? - pregunté extrañado. - ¡Ah! El líder de los Dragones Rojos. ¿Qué pasa con él?

Todos quedaron callados. Parecían muy asustados.

¿Tan fuerte es? No importa. Le venceré.

La carta que me dió Mitsu se había fusionado con mi cuerpo.

Tenía puesta una armadura plateada ligera. Con una gastada capa y unas botas de cuero.

Podía invocar la espada sólo con pensarlo.

-Puede que hayas espantado a sus tropas, - dijo un soldado. - pero volverán con Kento. Seguro.

Invoqué mi espada y me coloqué en posición de ataque. Esperé.

- No os preocupéis - dije serio. - Yo os protegeré. Quedaos detrás de mi.

-¡No lo lograrás tu sólo!

-Sí podré. Tengo un plan.

Todos quedaron a una distancia de un kilómetro. Yo esperaba en el segundo puente la llegada del enemigo.

No temblaba. Estaba convencido de que ganaría.

A los pocos minutos, vi a un hombre de aramadura roja montado sobre un caballo seguido de una gran tropa.

No moví ni un músculo. Seguí esperando.

El hombre de la armadura, al estar a pocos metros, dió un salto y se plantó delante de mi.

-Hagashima... No vas a vencerme esta vez - dijo Kento.

No respondí. Asesté un corte en su harmadura. Ni un rasguño.

Esta sacó una gigantesca espada con la que trató de alcanzarme.

Reaccioné. Salté por encima de su cabeza y acabé detrás suya.

-¡Esto es por Endou!

Logré romper su armadura.

-¡Esto por Mitsubi!

Rompí su espada.

-¡Esto es por Ai!

Clavé mi espada en su corazón.

Como los demás, desapareció dejando un rastro de píxeles flotantes.

El ejército rojo se retiró. Mis compañeros vinieron a felicitarme y a alabarme.

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-¿Cómo estás? - preguntó Ai.

Me encontraba en una de las habitaciones de la casa de Endou. Estaba tirado en una cama.

-Confuso - respondí cerrando los ojos. - ¿Cómo estás?

-Aguantando.

-Ai. ¿Qué te están haciendo?

-Estoy bien.

-¡No lo estás! - grité. Creo que se escuchó por todo el pueblo. - Estoy en camino. ¡Espérame!

Sentí humedad en los ojos. Por suerte, pude controlarme.

Quizás, aquella matanza me halla hecho madurar.

Era más fuerte que antes.

-Tu puedes.

-¿Qué?

-Ánimo. Confío en ti.

No entiendo por qué. Un gean calor recorría mi cuerpo. Rabia.

-¡Ojalá nunca te hubiera conocido!

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