Capítulo 2: "El desierto de Kõya."

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Me dolía la cabeza. Me desperté en lo que parecían unas dunas. Miré a ambos lados y sólo vi arena y... más arena.

-Ai... ¿Dónde estás?

-Contigo - respondió una voz. - Por siempre.

-¿Ai?

- Ya te lo dije. Puedo hablar contigo mediante telepatía - explicó. - Lo curioso es que sólo puedo hacerlo contigo.

Quedé flipando.

-Vale...

- Ya se que es raro, pero nos enfrentamos a algo que nos supera.

Volví a cerrar los ojos para intentar relajarme.

-He oído a esos tipos hablar sobre ti. Su jefe, Electro, está centrado en que invoques a tu Buki.

-¿Qué es un Buki?

-Aún no lo sé... Parece importante.

Cogí un puñado de arena y dejé que se colara entre mis dedos.

-¿Qué debo hacer?

-No lo sé - respondió con dificultad. - Vuelven los investigadores. Te dejo, bye.

-¡Espe...! - me colgó. Quedé pensativo un rato.

- Ya nada es fácil - me dije cantando.

La arena trataba de tapar mi cara. La vergüenza que sentía por no poder hacer nada era inmensa. Quizás era un sentimiento reprimido por mi soledad.

Traté de levantarme en varias ocasiones. No era capaz. No sentía fuerzas. No sentía ánimo.

¿Por qué me has dejado Ai? ¿Sara? Ya no sé ni quién eres. Un vacío en mi corazón. Ya había conocido a otra chica... Si nombre ha desaparecido de mi mente, pero eso sí. Sus últimas palabras no saldrán de ahí.

-Las rosas son como nuestro corazón. Si se marchitan ya No hay amor - me repetí.

Electro seguro que estaba tras mi búsqueda. Según Ai, era importante mi Buki para su causa.

Traté de incorporarme una vez más y... Lo conseguí.

Mis piernas no respondían. Sentía que me iba a caer.

Fue un duro aterrizaje.

Las rodillas raspadas, un párpado cerrado y varias heridas por todo el cuerpo.

Mi ropa destrozada. Mis tenis gastados...

-Ai...

La conozco desde infantil. Éramos una mini pandilla de cuatro. Uno de ellos se misó, así que sólo quedamos tres.

Tsukiteru Hagashima: pelo negro y rebelde. Sus ojos eran castaños, recordaban a la corteza de un árbol. Piel morena.

No muy espabilado y un poco vago. Siempre peleando con su hermano pequeño.

Sus gustos eran sofisticados y extravagantes.

La música. Eso le llenaba de inspiración. Sobre todo los clásicos temas. Siempre quiso ser pianista.

El dibujo. Tema que le obligó a llenar varios cajones con personajes ficticios.

Aimi Sakurai: pelo castaño y corto. Ojos castaños al igual que Tsuki. Su piel era blanca como la nieve.

Una chica misteriosa, la verdad sea dicha. Se presentó a infantil con el nombre de Sara. Cursos posteriores, había desaparecido ese nombre.

Normalmente, es una chica dulce y tranquila. Pero si la haces rabiar...

Su pasión fue el dibujo. Aunque también sentía entusiasmo por la guitarra.

Raiden Nakahara: melena rubia. Sus ojos azules semejaban las olas del mar. Quizás por eso era tan popular entre las chicas...

Si tonalidad blanca era más clara que la de Ai.

Una sonrisa engañosa, pues, por dentro era todo un demonio. Un chico rebelde...

Su pasado fue terrible y triste. Pero aprendió a plantarle cara a cualquier desafío, como un hombre.

Sus gustos no son muy variados, la verdad. Eso sí, entra muy duro al fútbol. Música nula. Dibujo rechazado.

🎧🎧🎧🎧🎧🎧🎧🎧🎧🎧🎧🎧

Ai... No me llevé bien con ella hasta que me ayudó. Pues... Es algo vergonzoso. Pero supongo que al tener tres años es normal.

Primer día de colegio. Día soleado, tranquilo...

Una dura experiencia. Lloré a mares preguntando por mi madre.

Ella estaba ahí. En una esquina, jugando con una muñeca.

Me acerqué a entablar conversación con ella. Si es que hablar con una niña de tres años sobre a saber que cosa es conversación.

-Hola.

-¡Tu!

-¿Yo?

-Cásate conmigo.

-Vale.

Fue raro. No me juzgueis. Sólo eran cosas de críos...

Organizamos una boda con peluches y Rai fue nuestro cura.

-¿Aceptas, niño, a esta niña para casarte?

Creo que nunca ha escuchado la típica pregunta... Este Rai...

-Sí.

-Pues daros un beso.

Y así lo hicimos... ¡Fue un pico! No me juzgueis...

Al acabar la jornada, salí a esperar por mi padre en la entrada del colegio.

Y esperé, y esperé...

No daba llegado.

Salí yo sólo sin rumbo a mi casa. Pero, lógicamente, me perdí.

Paré a preguntar a la primera casa que vi.

Me abrió una señora joven de aspecto risueño.

Le dije entre lágrimas que no sabía donde vivía.

Del interior salió Ai. Le dijo algo a la que parecía ser su madre, me cogió de la mano y llevó a rastras.

Me dejó delante de mi casa.

-¡Esta es mi casa! - exclamé asombrado. -¿Cómo lo sabías?

-¡Magia!

Los dos reímos.

-En realidad, ya vine una vez a esta casa a visitarte. El año pasado. Quería comprobar si aún me acordaba.

-¿Cómo te llamas?

-Sara.

-Pues a partir de ahora eres mi Ai.

-¿"Ai"?

-Amor.

Llamé a la puerta y me abrieron. Ai quedó un rato esperando frente mi puerta.

-Ai...

🐚🐚🐚🐚🐚🐚🐚🐚🐚🐚🐚🐚

Caminé durante horas bajo el abrasador sol del desierto.

Me desmayé un par de veces, pero seguí adelante.

-Ai... - repetía una y otra vez. Era como un conjuro que me ayudaba a continuar mi camino.

No volví a comunicarme con ella. Es posible que esté bajo observación de Electro.

Tras una gran caminata, encontré una torre que se alzaba hasta el cielo.

Me dispuse a entrar.

Al completar mi acción, vi una inmensidad de escalones formando una escalera caracol.

Sólo puedo decir qué... no quiero volver hacerlo...

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