Capítulo 2

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-No pensarás entrar conmigo al baño… ¿verdad? –Susurró Lucke mientras limpiaba los cristales de sus gafas con un pañuelo de papel.

-No es plato de mi agrado entrar al servicio de los chicos pero bueno, creo que no podrás quitarte tú solo todo el kétchup de tu cabello. –Él se volvió a colocar sus gafas en el sitio de siempre y asintió ligeramente, como si estuviera aun dudando sobre mis acciones. –Venga, --dije mirando hacia los dos lados del pasillo. –date prisa en entrar que como nos pille alguien…

Entramos al baño y al instante me arrepentí. Este no tenía nada que ver con el de las chicas. Olía mal, bolas de papel mojado estaban apegadas en el techo e innumerables pintadas se encontraban por todas las paredes. Mi gran mueca de asco mostraba mi desagrado.

Luego de observar tal panorama, dirigí mi mirada hacia Lucke, que me miró con una sonrisa entre dientes.

-¿De qué te ríes? –Pregunté divertida. Probablemente he sido demasiado obvia con respecto al baño.

-Nada, nada… --Se acercó hacia uno de los grifos, lo encendió y con ayuda del espejo comenzó a quitarse la substancia roja de su cabello. Echaba el agua torpemente en su cuero cabelludo y lo único que consiguió fue que quedara más esparcido y pastoso.

-Anda, déjame a mí. –Llené mis manos de agua y la aboqué suavemente por todo su cabello, sin dejarme ninguna parte por limpiar mientras le masajeaba la cabeza. Costó pero lo conseguí en tiempo récord.

-Ya está. Perfecto. –Sonreí satisfactoriamente.

-Gra-gracias. –Susurró mirándome a los ojos. Se secó un poco el cabello con el secador de manos y acto seguido no dudó en quitarse la camisa, que igual que el pelo, estaba manchada con kétchup. Yo me volteé rápidamente, mirando hacia la puerta con un rubor en mis mejillas que no era normal. Escuché una carcajada salir de sus gruesos labios. --¿Qué pasa?

-Nada. –Dije sin dejar de observar la puerta, dejando a Lucke que hablara con mi espalda.

-Como si nunca hubieras visto a un chico sin camiseta… --Giré mi cabeza hacia él y vi en sus ojos que después de decir eso se arrepintió. No me gustaba que la gente me tachara de “guarra” y de “calienta braguetas” porque no lo era.

-Escúchame, jodido friki. Que sea la última vez que insinúas cosas que no son. ¿Te queda claro o te lo tengo que explicar con cómics y esas chorradas? –Le apunté con mi dedo índice su, ahora, rojo rostro.

-No-no quería decir e-eso. –Agachó su mirada hacia el suelo y comenzó a limpiar su camisa de Linterna Verde. Yo moría por tener una pero mi madre siempre me obligaba a ir con falda y blusas al instituto o con el uniforme de animadora.

Limpiar definitivamente no era lo suyo, no pude evitar reírme ante la torpeza de sus manos. ¿Este chico no sabía hacer algo bien? –Si sigues así, esa preciosa camisa de Linterna Verde acabará destrozada. –Le dije señalando la camisa, que ya empezaba a perder su tonalidad.

-¿Sabes que mi camisa es de Linterna? –Asentí sin entender muy bien la pregunta, tampoco es que viviera en una cueva para saber de qué cómic se trataba. –Wow.

-¿Te parece raro que lo sepa?

-No es eso, es que no me esperaba de ti que supieras esa clase de cosas.  –Volvió a sonreírme mientras repetía el acto de secar la camisa con el secador de manos. –Y está, te puedes ir si quieres.

-Venga, date prisa que ahora me toca entrenamiento con las animadoras. –Lucke bufó y puso los ojos en blanco mientras se volvía a colocar su camisa “limpia”. --¿No te gustan las clases de gimnasia?

Me miró por encima de sus gafas cuadradas, irónicamente. --¿Tú crees de que tengo pinta de que me guste la gimnasia? --Dudé unos segundos. Lucke tenía que hacer alguna actividad física porque su cuerpo le delataba. Bajo esas camisas de súper-héroes se encontraba un torso perfectamente formado y marcado, de espalda ancha y brazos fuertes. Su tez blanca junto con sus ojos marrones casi negros y su pelo cobrizo, le daban un toque muy sensual. 

¿Sensual un nerd? Por favor Lena…

-Mucha gente no es lo que parece, otros guardan secretos por el miedo de ser juzgados. –Susurré flojito para que no me pudiera escuchar.

-Ahí te doy la razón. –Se acercó a la puerta, para poder salir pero vi como en unos segundos pasó de intentar abrirla a zarandearla fuertemente.

-¿Qué pasa? Haz el favor de abrir. –Estaba frustrada, quería salir y no me quería perder el ensayo de las animadoras.

-No se abre. –Dijo perdiendo la esperanza. –El conserje no nos oirá porque se pone la música a todo volumen y como es último hora y toca gimnasia,  todos los alumnos están fuera en los jardines…

-Perfecto. –Elevé mis manos hacia el techo y bufé fuertemente. Intenté abrir yo la puerta pero nada, cerrada con llave. ¿Es que no se podría haber molestado en mirar si alguien se encontraba dentro? Claro que no. No dejé de intentar abrir la puerta, cada vez con más fuerza pero sin ningún resultado.

Lucke se sentó en el suelo de mármol, mientras sacó de su bolsillo una barrita de chocolate con leche. Mi estómago rugió y él me miró asustado al principio, y luego soltó una risa.

-¿Quieres? –Dijo elevando la barrita hacia donde yo me encontraba, quería negarme pero era tan tentadora…

-Además de comer, podrías intentar pedir ayuda. ¿No crees? Saca tu móvil y llama a alguien. –Me crucé de brazos.

-Nunca me traigo al instituto el móvil, está prohibido. –Me miró de reojo con la boca llena de barrita, fue gracioso.

-Para un puñetero día que me lo dejo en casa… --No tuve más remedio que resignarme y me senté al lado de Lucke, apegada contra la pared con mis piernas extendidas.

Volvió a acercar el chocolate, que ahora estaba más cerca y ya no pude negarme. Pegué un pequeño mordisco, tampoco me quería aprovechar. –Mmm… está riquísima.

Se hizo un silencio incómodo en que lo único que se escuchaba eran las gotas que caían de las goteras de los grifos y la mandíbula de Lucke al mascar la sabrosa barrita. Tampoco es que supiera de qué hablar con alguien con el que nunca he cruzado palabra.

-Y… bueno. ¿Por qué te tratan tan mal? –Las palabras salieron de mi boca, cuando vi que hizo una mueca de disgusto quise atrasar el tiempo y haber evitado decir esas palabras. –Lo siento yo…

-Tranqui, es una larga historia, no creo que a alguna popular como tú le interese. Además tampoco te lo contaría porque no me fio. Siempre habéis sido, tus amigos y tú, malas personas conmigo y yo no os he hecho nada.

-Lo-lo siento. –Sólo pude decir eso.

-Eso dicen todos. –Sentenció con su voz ronca.

Shhhhh... es un secreto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora