Destino

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Habían pasado ya dos meses desde que Lissandro y yo habíamos empezado con una amistad media rara. Rose, no era un rubia tonta y desagradable, más bien era inteligente, y un poco social. ¿Saben a lo que me refiero?

Al final, no me caía tan mal, solo si se cambiara el color de cabello, sería una buena amiga. Aún no me siento preparado para explicar el porqué de mi odio a las rubias.

Me sentía exclusivamente atraído por mí ahora amigo, pero eso desde el primer día, desde que lo sentí. Pero me sentía extraño, como si el hecho de estar juntos no debiera ser, y el estar separados fuera lo mejor, lo correcto.

Sinceramente, en cada oportunidad que tenía, lo miraba con detenimiento, admirando y tratando de grabar todo de él. Ya había aceptado de mala gana y por culpa de Julie, que estaba enamorado de Lissandro. Y desde que lo había aceptado, me sentía un poco más liberado, más consiente de algunas de mis acciones y me había vuelto (¿por qué no decirlo?), silenciosamente celoso.

En varias ocasiones chicas de todos los semestres y grupos habían llegado a coquetear con Lissandro. Quien al principio siempre les seguía el juego, lo cual me hacía hervir la sangre, pero me quedaba callado, en mi asiento, hablando con Julie tranquilamente mientras él le hablaba bien a una chica. Sabía que él me estaba provocando, y lo mismo hacía yo.

Rose se acercaba mucho a mi. Y con mucho, me refiero a bastante. Empalagosa como solo ella sabe hacerlo, y eso me hacía reír. Con Rose, me había dado cuenta de que no todas las rubias eran iguales, pero es que siempre una rubia había intentado asesinarme. Como dije antes, no estoy preparado para contar la historia de porqué odio a las rubias.

Hoy el día estaba nublado, lo cual era agradable. Refrescaba el ambiente y hacía que no hubiera mucho sol, lo cual era estupendo. La jornada escolar estaba llegando a su fin, el profesor de historia se notaba animado, supongo yo porque la clase estaba en el punto más interesante; hablábamos de la Segunda Guerra Mundial.

Yo había estado en esa guerra. Por esos entonces estaba en Alemania, paseando con Julie y viviendo esas aventuras graciosas en las que estuvimos juntos. Por esas fechas estaba tratando de aprender el nuevo alemán, con sus modismos y eso. Fue un poco complicado, sinceramente. Recuerdo muchas cosas con claridad, hablé con él Führer, solo tres veces en una fiesta de etiqueta, en la que asistí. Sus ideas eran buenas, pero muy racistas, y eso si no me agradaba del todo.

La clase me traía recuerdos. Fugazmente llegó a mi cabeza, la participación que tuve en batalla. Como no podían matarme, asesiné a muchos inocentes sin ninguna razón, solo con el permiso social y ambiental de mi entorno. Cuando aún disfrutaba la sangre humana, cuando aún era una máquina de matar activa. Me acostumbré a la vida humana con el pasar del tiempo, no fue fácil, pero después de muchos países, culturas y épocas, fui adaptándome mejor.

El timbre interrumpió la acalorada clase del profesor de historia, escuchándose un suspiro de frustración en varios alumnos, y de alivio para otros. Por mi parte, no me importaba. Yo había vivido la historia que ellos contaban ahora.

— Hey, chupasangre —susurra Lissandro, llamándome —. ¿Qué te pareció la clase?

Había notado que el lobezno había estado atento a todo el debate que el profesor había empezado, sobre si Hitler había hecho lo correcto o no.

— Interesante —respondí con simpleza.

— ¿De qué lado estuviste? —pregunta curioso.

— No estuve a favor de nadie en ese tiempo, solo me interesaba beber sangre fresca y buena —confieso —, y en las guerras eso se consigue fácilmente sin que nadie te diga nada.

¿Yaoi? YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora