¿Encuentro Casual? No. Predestinado. (Parte I)

58 4 0
                                    

Prólogo

Los cubos de hielo chocaron contra el vaso de cristal, provocando un leve ruido al levantar mi bebida. Busco con la mirada al rubio, a quien no encuentro desde hace media hora. La música es fuerte, las luces me marean y el olor a cigarro me hacen sentir náuseas. Hay una chica a mi lado, que no para de hablar sobre su ex-pareja, me hace sentir incómodo, pero no tengo a nadie más.

— El muy idiota se fue con una pelirroja artificial que solo juega con él —balbucea la castaña frente a mi —, ¿acaso todos los pelirrojos son codiciosos?

Arqueo una ceja ante tal pregunta y niego con la cabeza. La chica ve mi cabello y se pone de ese color.

— No lo decía por ti, hombre —se ríe a carcajadas y creo que es por su estado etílico.

— Disculpa —le interrumpo en voz alta por la música —, pero ya debo irme.

— ¡No te vayas! —suplica exageradamente mientras se tira en mis brazos.

Frunzo el ceño, y volteo al fondo, donde no podía ver antes de que ella se moviera; y ahí está. Hay un chico pelinegro, apoyando su espalda a la pared. Tiene un gesto de incomodidad y molestia que me causa un algo, pero no sé bien qué.

— Lo siento —murmuro —, ¡ya debo irme!

Alejo a la castaña, quien comienza a maldecir por lo bajo a todos los pelirrojos del mundo. Mi cuerpo avanza hacia el pelinegro, pues a un lado de él está la salida, —¿será un guardia?— pero unas manos blancas y grandes, tan conocidas, me toman por los hombros y me detienen.

— Hey, Chris, ¿a dónde vas? —me pregunta José — Te estaba buscando desde hace rato.

Yo también.

— Ya debo irme —aclaro —, por lo que paso a retirarme.

— ¡Espera, hombre! ¿No ves que hay un montón de chicas guapas aquí? —arquea una ceja y siento cómo si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago.

— Ya he hablado con alguien, pero no me siento del todo bien, José —veo de reojo al pelinegro —. Mañana hablaremos.

El rubio se encoge de hombros.

— Cómo quieras, hermano —da media vuelta para dirigirse a un grupo de chicas, quienes reciben con gritos y miradas seductoras a José.

Mi corazón sintió una punzada de dolor que me hace torcer el gesto, abatido. Me siento estúpido, ¿por qué acepté venir a éste lugar? Fácil; porque José insistió demasiado y me siento incapaz de decirle que no. Suelto un suspiro de resignación, me giro sobre mis talones y me topo con una mirada grisácea, gélida y abismal que me roba el aliento.

Ahora que tengo a centímetros de mí al pelinegro, puedo notar que su cabello está amarrado a una coleta, y aunque eso pueda sonar muy femenino, en él se ve demasiado masculino. Tiene una piel bronceada que me hace pensar en un surfista, pero tiene pinta de metalero por su porte serio y ropa negra.

— Lo siento —balbuceo agachando la mirada.

— ¿Quieres pelea? —gruñe — No creas que no te he visto, fueguito. Desde hace un rato que me miras y eso me incomoda.

Enrojezco, pero frunzo el ceño, envalentonado gracias al trago de cerveza.

— Quizás la quiera, pero no del tipo de pelea a la que tú te refieres —sonrío lascivamente.

El chico frente a mi hace un gesto de desconcierto evidente y eso me hace recapacitar mis palabras. Me pongo del color de mi cabello y trago saliva.

— Debo irme —espetó y me escabullo hasta la salida.

¿Yaoi? YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora