Me encontraba cansada, demasiado cansada. Estaba de camino a tomar mi cuarta taza de café en esa noche.
Acababa de suturar un par de heridas a dos hombres que habían peleado en un bar. Un martirio, el hospital estaba corto de personal y de insumos, en conclusión los rivales estaban en camillas contiguas mientras se insultaban y amenazaban con continuar la lucha. La policía los había traído hace un par de horas y ahora les estaban tomando un testimonio o declaración, en realidad no estaba segura pero ese ya no era mi asunto.
Los hombres habían sido atendidos, estaban sanos, sin ningún problema que requiera atención, ahora eran cuestión de los oficiales.No es que me quejara, amaba mi trabajo. Siempre había querido ayudar, era de esa clase de personas que lo daban todo sin esperar nada a cambio y aunque eso me traía problemas en ciertas ocasiones me gustaba la idea de saber que buscaba hacer un bien. Cuando estaba en la Facultad estudiando leí por ahí una frase que había adoptado como forma de manejarme en la vida y en la profesión ;
"Si puedes curar, cura, si no puedes curar, alivia, y si no puedes aliviar, consuela".
Me había parecido tan noble que me movía en esas máximas y era cierto que disfrutaba mi trabajo, aún más en una noche tan tranquila como la de hoy. Pero no estaba de humor para soportar a dos hombres que se insultaban entre ellos y de paso a mí también cuando ya llevaba diecisiete horas seguidas trabajando, eran las cinco de la mañana y recién podría irme en cuatro horas cuando llegara mi relevo.
El café se terminó al instante, ni sabía en qué momento lo había bebido, entre tanto divague no me percaté.
Suspiré mientras me dirigía a la sala a buscar al próximo paciente. No podía darme el lujo de rechazar las guardias, primero porque necesitaba dinero extra y segundo porque llevaba año y medio en el hospital y no quería tentar a la suerte. Aún así sé que mi cuerpo y mente agradecerían no tomar más de tres guardias semanales
-Esta era la última vez-. Me dije en voz baja.
Sonreí, todas las semanas prometía lo mismo y de todas maneras siempre me encontraba otra vez en la misma situación.
Miré el reloj, cuatro minutos tomando café. Suspiré, iban a matarme. Tomé la libreta y llamé-Jones, señorita Ana Jones.
Una mujer se levantó con cara de pocos amigos y a paso acelerado.
- Ya era hora de que apareciera, llevo esperando más de una hora y ustedes andan tan tranquilos tomándose el desayuno como si no les importara la incomodidad y el cansancio de la gente. Estamos hartos de esperar debería tener más respeto doctora...- miró mi carnet de identificación- Hotch, parece que se olvida que trata con gente.
- Lamento que haya tenido que esperar. Buenas noches señora Jones, pase y tome asiento por favor-. Me hice a un costado así entrara al consultorio.
Qué poca paciencia tiene la gente pensé, pero estas eran situaciones a las que ya me había acostumbrado.
Así pasaron las horas, atendiendo a los pacientes, una pequeña escapada al baño para lavarme la cara y constatar que aún parecía una persona viva y no más café después del monólogo de la señora Jones.
Pero ya se terminaría, casi eran las nueve de la mañana, en cualquier momento Elizabeth llegaría y yo podría volver a mi pequeño hogar.Maldición como extrañaba mi cama, estaba casi segura que me dormiría en cualquier momento. Ya casi podía sentir una campana, incluso un timbre como en la secundaria, anunciando que se había terminado la jornada. Ya estaba relajada, como cuando sabés que vas a dormir más de 6 horas. Sé que no parece mucho pero dormir después de la Guardia es como una octava maravilla y para los médicos de urgencia es un sueño saber que vas a poder dormir mas de 4 horas.
Estaba guardando la ropa del día anterior en mi mochila. Mi cartera estaba lista, estaba apunto de quitarme el ambo cuando la puerta se abrió y Rosie, una enfermera muy amigable, entró con cara consternada.
Ay no, pensé.-Hotch ya sé que se acabó tu turno pero Eli todavía no llega, la sala está llena y acaba de entrar una niña. Es una urgencia, es un corte profundo en la muñeca.
Ni siquiera terminó de hablar, tomé la historia apresuradamente mientras seguía a Rosie por los pasillos.
-¿Tocó alguna arteria?-. Pregunté preocupada mientras me colocaba los guantes de látex, esa es una zona bastante peligrosa.
- Tal vez, sangra demasiado. El enfermero que la recibió pidió directamente un médico, no quiso arriesgarse a estropearlo-.
Sonaba enfadada, seguramente no le agradó enterarse que uno de los suyos no quería tocar una herida por miedo, pero a veces lo mejor era dejarlo en personas con más experiencia.
Llegamos a la sala de urgencias, era una rubia pequeña y su mano derecha estaba vendada y manchada de sangre.
-Hola cariño, Soy Lauren y voy a ayudarte. ¿Vos como te llamas?
La nena lloraba, mientras un hombre la tenía en brazos. Yo solo quería que me mirara. Tenía que lograr que no tenga miedo para poder revisar su mano.
-Lou soy Lou, me duele mucho por favor-. Chilló
-Tranquila cariño, a ver me podés mostrar-. Dije con mirada dulce, no quería que se asustara y de verdad no me gustaba ver sufrir a los niños. En realidad no me gustaba ver el sufrimiento de ninguna persona, siempre buscaba la manera de ayudar a apaciguar o disminuirlo pero era peor con los niños, nadie quiere ver a un ser pequeño sintiendo dolor, es algo muy cruel que los chicos sufran. Aún así en esta profesión te vas naturalizando con el dolor, a mí me estaba sucediendo, era algo cotidiano pero siempre era más difícil si se trataba de pequeños.
Me tendió su mano, y la revisé. Suspiré aliviada, el corte era profundo, ocupaba la parte inferior derecha de la palma de la mano, asomándose a la muñeca donde se hacía más superficial. Había sido suerte, de ser más profundo habría comprometido una arteria y la situación sería más grave.
- ¿Cómo está, es serio?-. Preguntó el hombre preocupado, seguro era su padre.
Miré a Rosie, mientras paraba el sangrado.
-No compromete arterias ni nervios, pero vamos a tener que anestesiar para suturar.- dije con una sonrisa triste- No se preocupe no es grave pero va a doler un poquito.
Lou puso cara de susto, le acaricié el cabello para tranquilizarla.
- Es un pequeño pinchazo y sirve para que luego no sientas ningún dolor en tu mano, lo prometo- trate de darle mi sonrisa más dulce- además tengo una sorpresa para las niñas valientes en mi consultorio, junto con una nota muy grande para que puedas faltar a la escuela ¿Querés ver?-.
Ella me miró con sorpresa y alegría bailando en sus ojos.
Ay los niños amaban tener una justificación para quedarse en casa jugando videojuegos.
Dos horas más tarde Lou tenía una venda limpia y esperaba en un camilla para que le dieran el alta. Hice entrar al hombre quien me agradeció con una hermosa sonrisa y fue directo a abrazar a la nena.
Era una imagen muy dulce pero aún me caía del sueño, ya casi era la hora del almuerzo y si me demoraba un poco más corría peligro de que Eli me haga quedar a hacer más horas extras. Según ella siempre había más que aprender y la mejor manera de aprender era viendo y practicando, que era cierto pero ya no podía mantener la mente en algo que no sea mi preciosa cama.Oí el agradecimiento del hombre, le respondí que era mi trabajo y que estaba muy feliz de que no haya sido algo grave. Le di un beso en la frente a Lou y me escabullí de ahí lo más rápido posible.
Al fin se había terminado el día.
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¡No puede ser cierto!
RandomA Lauren le gustaba su vida. Tenía un trabajo para el cual se había preparado mucho, un pequeño apartamento y un gato como compañero. Se consideraba afortunada y también recompensada había trabajado duro para llegar a donde se encontraba. Pero desde...