Alto ¿Qué?

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Eran las seis de la tarde, recién despertaba. Frotó sus ojos en un intento de despabilarse. Estaba tan satisfecha, había dormido bien y durante varias horas, eso se podía considerar un triunfo.

Se levantó de la cama y se dirigió al tocador, iba a tomar una ducha y luego vería algo de televisión. Tenía bastante tiempo, entraba al trabajo a las diez de la noche y saldría a las seis de la mañana. Se sentía animada, era un turno corto y tendría todo el sábado para ella. Tampoco es que saliera a algún sitio, no era de salir de fiestas ni nada parecido, el hecho de quedarse en casa significaba que podría ponerse al día con sus series e incluso leer alguna novela o esa investigación sobre neonatología que tanto le había interesado o también volver al gimnasio, hacía bastante que no asomaba su cara por el lugar.

Abrió el grifo, estaba por desvestirse cuando escuchó un ruido.
Que vergüenza habría pasado si le sucedía en otro sitio. Ese era su estómago rugiendo, en ese instante se percató del hambre que tenía.
Recordó que a mediodía cuando volvió del turno, el sueño la había vencido y se desplomó en la cama hasta hace algunos minutos.

-Ducha o comida, ducha o comida -. Pensó en voz alta. Tenía esa manía de decir sus pensamientos sin darse cuenta. En ese momento otro rugido hizo eco.

Definitivamente comida pensó.

Se puso un jogging, una campera deportiva y salió. Vivía en un tercer piso y el ascensor estaba averiado desde que se había mudado hace tres años.
Se encontraba en la puerta de entrada cuando miró sus pies. Volteó los ojos, pantuflas, no era nada que Nick no hubiese visto antes. Era algo que le sucedía todo el tiempo, salía adormilada y siempre había medias de distintos colores, alguna camiseta al revés, un sostén que no estaba o incluso pantuflas como en ésta ocasión.
- Al menos no son las de gatitos-. Se dijo así misma. ¡Gatitos! No había visto a Jon en el apartamento y no recordaba si lo había alimentado cuando llegó. Se sentía la peor madre del mundo, seguro Jon prefería abandonarla y largarse con Catelyn antes que seguir con ella. Por lo menos la señora Stark no se olvidaba de hacer alimentar a sus hijos aunque uno fuera un bastardo.
Y ahí se encontraba divagando otra vez. Algún día iba a morir y ni se daría cuenta por estar sumida en sus pensamientos.
Oyó una bocina y reaccionó, cruzó la calle y entró al almacén de Nick.

Se acercó directamente a las heladeras donde sacó un jugo de naranja y un yogurt de vainilla, un paquete de magdalenas y un poco de pan lactal para preparar unos sandwiches con el queso que tenía en casa.

-¿Merienda o cena?- Preguntó burlón- puedo llevarte pizza en la noche-. Dijo con una sonrisa embaucadora.

- Un poco de ambos y no, trabajo ésta noche, igual gracias por la oferta-. Le contesté cortésmente y con una pequeña sonrisa.

Desde que lo conocía había intentado ligar conmigo y ciertamente no me interesaba. No estaba lista para una relación y no era dada a las aventuras casuales. Él era un lindo chico pero en mi vida no había tiempo, ni espacio para alguien más que Jon y ni siquiera le daba el tiempo que el pequeño se merecía.
Pagué en efectivo y me despedí con una sonrisa.

- ¡Chau tomatito! - me gritó mientras estaba saliendo.

Era un gran amigo y a pesar de su coqueteo sentía que él también pensaba lo mismo mí. Solo que lo ligador ya estaba en su ADN y bueno también en nuestra rutina. Aún así me alegraba saber que tenía alguien con quien contar y que ciertamente recordaba que no me gustaba el tomate a la hora de llevarme un pizza a casa. Eso es solo pan y queso me decía todo el tiempo pero aún así me la traía mientras se quejaba por horas de mis gustos un tanto extraños.

...

- ¡Muy bien Lagertha! Se lo merece por maldito infiel-. Grité mientras comía mi magdalena y veía mi nueva obsesión de hace algunas semanas, Vikings.

Me levanté al escuchar el ringtone de mi celular. Seguro era la alarma, el tiempo me había pasado volando y tenía que cambiarme para el hospital.
Agarré mi teléfono y el identificador decía Dra Cole. No era la alarma aunque faltaban unos cinco minutos para que empezara a sonar.

- Doctora Cole, quiero decir Elizabeth- me corregí al instante- ¿Pasó algo?, quiero decir, no es que me moleste su, tu llamado es solo...

- Lauren deja el balbuceo para otro momento, necesito pedirte un favor.

- Claro, ¿Sucedió algo doctora?-
Pregunté un poco rígida, mientras escuchaba su agitación y el tintineo de unas llaves. Parecía estar apresurada.

- Tranquila, todo está bien- agregó aunque un poco para tranquilizarse a si misma- mi hermana está en trabajo de parto en su casa, quiere un parto humanizado o alguna tontería así- soltó una risita nerviosa- el punto es que necesito que me cubras esta noche.

- Si claro no hay problema doctora, déjeme su tarjeta en mi casilla. Espero novedades de su sobrino o sobrina.

Aún no sabían el sexo, querían que fuera una sorpresa, de todos modos los que fuera era bienvenido. Aunque todo el tema de la sorpresa y el embarazo natural tenía a Elizabeth un poco estresada, ella moría de ternura por ese niño o niña y al fin iba a conocerlo.

-Gracias, de verdad. Te debo una muy grande y te la voy a pagar cuando esté de vuelta, te lo prometo el fin de semana pasa volando-. y colgó.

- Alto ¿Qué?-. Pregunté asustada. Mierda, ya no importaba, había cortado. Iba a quedarme sin mi sábado, sin mis series, sin mi sueño. Sólo espero que al menos me hagan madrina o algo así, pensé divertida.

Veinticuatro horas.

Suspiré.

Tendría que armar mi bolso, iba a pasar el fin de semana en el hospital.

¡No puede ser cierto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora