Capítulo 2

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Durante los días siguientes pasó la mayor parte de su tiempo junto a Liz, cuidándola mientras dormía, en los pasillos cuando quería estar sola, lamentablemente la joven había caído en la depresión y odiaba verla así, callada, resignada.

Aquel día tenía una reunión impostergable, así que sólo podía quedarse un rato.

-Traje algunas cosas para que te entretengas...

-No era necesario- contestó ella lacónicamente

-Libros, una netbook por si quieres navegar un rato por internet, varias películas ...-dijo extrayendo varias cosas de una bolsa- Tan pronto terminé la reunión regresaré. Si necesitas algo con urgencia puedes llamarme, también te traje un teléfono, tiene mi número agendado y el otro número es de mi secretario que estará afuera por si quieres algo

-¿Cristhian? – lo llamó y él se giró.

-Sí, ¿hay algo más que necesites?

-¿Por qué haces esto? No somos familia, ni amigos , ni amantes...nada.- dijo ella inesperadamente, mirándolo como si quisiera descubrir lo que había en su alma.

-Es verdad, sin embargo alguna vez, a lo largo de nuestras vidas fuimos todo eso.- respondió él con una mueca que no llegaba a ser una sonrisa verdadera y se marchó.

Liz quedó mirando como la puerta se cerraba detrás de él. Se había marchado y esta vez no podía correr a buscarlo, aunque antes eso tampoco había cambiado nada.

Las palabras de Cristhian le quedaron resonando en la mente, era cierto, aunque ahora eran poco más que extraños no siempre había sido así.

Amigos, amantes, familia...en cierta forma habían sido todo aquello y, alguna vez, pensó que lo seguirían siendo para siempre.

Trató de recordar la primera vez que lo había visto, había sido muchos años atrás, casi veinticinco, cuando ella tenía cuatro y el siete.

Había sido el día que su abuela la había llevado a vivir con ella, tras la muerte de sus padres en el accidente, Cristhian vivía en la casa de al lado con su madre. Aquella mañana de invierno, mientras ella se aferraba con fuerza a la mano de su abuela y caminaban por la entrada hacia la casa, él había estado en la vereda y la había mirado fijamente con aquellos ojos oscuros que siempre le traspasaban el alma.

Habían pasado tantos años pero aún recordaba con claridad ese momento, el viento frío sobre su cara manchada con rastros de lágrimas, la mano cálida de su abuela y la mirada de él.

La amistad entre la madre del chico y su abuela, había terminado uniéndolos. Pasaban la mayor parte del tiempo juntos y la presencia de él había sido de gran ayuda para superar la pérdida de sus padres.

Parecía que la mantenía ocupada a propósito y sin darse cuenta había vuelto a reír mientras compartía las horas de juego con Cristhian.

Se había vuelto una parte indispensable de su mundo infantil, tanto que había hecho un gran escándalo el día que él había comenzado las clases, odiaba verlo irse y esperaba ansiosa su regreso mirando por la ventana.

-No llegará antes porque lo esperes allí...-solía decirle su abuela , pero ella continuaba esperándolo con obstinación y su carita se iluminaba cuando lo veía acercarse por la vereda. Entonces corría a su encuentro, imaginando que crecería rápido y podría ir a la escuela pronto. Pero descubrir que no irían juntos porque él era mayor, le causó una nueva desilusión, aún así el día que comenzó a ir a la escuela fue muy feliz. Aunque fueran a diferentes cursos, iban a la misma escuela y Cristhian la acompañaba cada mañana, a veces incluso le acariciaba la cabeza antes de que ella entrara a su clase.

Heridas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora