Dos días después, Cristhian Kensington apareció cuando le dieron el alta.
-¿Estás lista? – le preguntó al entrar a la habitación Una enfermera había guardado todas sus cosas en un bolso y el empleado de él se llevó el equipaje mientras Cristhian se detenía frente a ella que se había negado a dejar la cama y que la pusieran en la silla de ruedas.
.-No, no quiero irme de aquí, y menos contigo. ¿Dónde está Robert?
-Trabajando supongo, ya te dije que con mucho alivió dejó que yo me hiciera cargo. Bien , lista o no, nos vamos de aquí. A ninguno nos gustan demasiado los hospitales así que ya deja de hacer pataletas..
-No iré en esa maldita silla, no me iré de aquí...
-De acuerdo – dijo él y sin más la levantó en brazos y la sacó de la habitación.
-¡Cristhian!
-Deja de portarte como una cobarde Elizabeth, no va contigo – le dijo y ella avergonzada se calló ya era demasiada vergüenza que él la llevara cargada a través del hospital de esa manera. La gente o dejaba de mirarlos, no tuvo más remedio que dejarse llevar y esconder la cara contra su hombro. Llegaron al auto y sin soltarla, ayudado por el chofer, con extremo cuidado, entró en la parte de atrás.
Ella quedó sentada sobre la falta de él mientras la sostenía y sus piernas extendidas en el asiento.
El asistente de él iba sentado delante, Liz lo había alcanzado a ver guardar la silla en ruedas en el baúl, pero no quería pensar
-Vamos – ordenó Cristhian y se pusieron en marcha. Liz hubiera deseado que además de inmóvil pudiera estar insensible, porque era plenamente consciente del cuerpo de él al de ella.- Relájate y descansa hasta que lleguemos – indicó el hombre y ella estuvo tentada de insultarlo. Como si fuera posible relajarse, toda su vida estaba dando vueltas y él era un tornado que arrasaba con todo, con su sentido común, con su corazón, con su alma.
¿Cómo iba a hacer esta vez para escapar de él cuando sus piernas no le respondían?
Se adormiló un poco y despertó cuando el auto llegó a destino. Escuchó al chofer descender y sacar la silla de ruedas del baúl.
-Llegamos ...-dijo Cristhian en voz baja y ella se dio cuenta que estaba acomodada entre sus brazos. Probablemente estaba adormecido por sostenerla en aquella incómoda posición.
Ella tomó una bocanada de aire profundamente . Él la acomodó contra el asiento y se movió para bajar. Entonces ella miró hacia afuera y se dio cuenta que no estaban en un lugar que conociera.
-Cristhian...-dijo en voz baja a la vez que él descendía del auto y luego se inclinaba para tomarla en brazos y sacarla.
-Cristhian....ésta no es mi casa...- aseveró mientras él la acomodaba en la silla de ruedas.
-Es tu nueva casa – dijo él- ha sido completamente acondicionada para que puedas moverte con comodidad.
-Quiero ir a MI casa, llévame allí.
-Elizabeth, vives en un departamento en un cuarto piso, a pesar del elevador será difícil moverte, no tiene ninguna comodidad para tu condición actual y es una completa insensatez regresar allí. Aquí estarás bien...
-No vas a dirigir mi vida, quiero ir a casa.
-Esta es tu casa por ahora, hasta que estés bien. Tus cosas ya han sido trasladadas aquí, así que ahorrarte la pataleta.
-¿Qué soy? ¿Una amante a la que le pones una casa en las afueras de la ciudad y abandonas allí? ¿Qué clase de películas clase B has estado viendo?
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Heridas de Amor
RomanceSe habían amado desde niños, se habían separado una y otra vez hasta que sus vidas finalmente tomaron distintos rumbos, ahora una tragedia vuelve a reencontrarlos. Elizabeth Beaumont era una mujer llena de vitalidad y energía, una talentosa bailarin...