Epílogo

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-Despierta , pelirroja. Es un día importante, deja de remolonear – dijo Cristian cerniéndose sobre ella para despertarla con un beso.

Al sentir su perfume y el roce de su cuerpo contra ella, el deseo corrió inmediatamente por el cuerpo de Liz , abrió los ojos y enroscó la manos en el cuello de él para acercarlo, pero Cristhian se alejó con una sonrisa seductora y supo que tendrían que esperar.

-Levántate, y no me provoques que no hay tiempo y nos pueden atrapar – dijo él y como si sus palabras la hubiesen convocado una pequeña niña pelirroja, como la madre, entró corriendo y se lanzó a la cama

-¡Mamá! ¿No te levantaste aún? ¿Cuándo nos vamos? – preguntó ansiosa la pequeña Gisell y Elizabeth sonrió. Su hija tenía su misma energía y algo del carácter del padre también. Se preguntó a quién se parecería el pequeño de cabello oscuro que con sus ocho meses de edad aún dormía en la cuna.

-Te dije que nos atraparían – susurró Cristhian y alzó a su hija en brazos –Vamos a desayunar y a ver a tu hermano, así mamá se levanta

-Tú tienes la culpa de que durmiera poco...- protestó ella y él sonrió provocativamente, afortunadamente su hija de cuatro años no entendía aquellas indirectas.

-¡Arriba pelirroja!, deja de protestar

-Voy a desquitarme esta noche – le prometió

-Eso espero, Liz. .- dijo él y salió de la habitación.

Elizabeth se levantó , efectivamente era un día importante. En los últimos años había desarrollado un proyecto de danza en escuelas con riesgos sociales, no podía bailar pero podía enseñar a bailar y trasmitir su pasión. Creía firmemente que el amor por el baile ayudaría a muchos niños y quizás alguno descubriera que era lo que quería hacer el resto de su vida. De hecho había descubierto muchos jóvenes talentos.

Y ese día, grupos de las distintas escuelas donde se llevaba a cabo el programa se presentarían en un festival en el teatro más importante de la ciudad.

Cristian la había apoyado en su tarea, y , más allá del apoyo estatal que tenía el programa, estaba segura que él estaba detrás de la financiación de viajes, vestuarios y del patrocinio a sus pequeños estudiantes.

Se había resignado a aquellas intervenciones, sabía que le gustaba hacer cosas por ella porque la amaba así que ya no le hacía reproches y disfrutaba.

Era feliz, el accidente había hecho que dejara de ser bailarina profesional pero había sido una vía para cumplir sus sueños más importantes. Tenía esa casa que soñaba de niña, con jardín, con dos preciosos niños y con el hombre que amaba para llenarla de risas, amor y preciosos momentos.

Quedaban muchos preparativos que hacer aún, quería que todo saliera bien, pero cuando caminó hacia el comedor donde desayunaba su familia, cuando Cristhian la miró susurrando un "te amo" al tiempo que le daba una cucharada de papilla a su hijo, supo que su día ya era perfecto.

Heridas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora