Silencios. 1

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Silencios

by

Shiga san

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Canturrea.

Alex canturrea una cancioncilla infantil mientras recoge los desperdicios sobre la mesa.

Mueve las caderas al son, los hombros, la cabeza.

De vez en cuando sus labios murmuran alguna que otra de las palabras que conforman la canción.

Él solo la mira, sin mas.

No hay pretensión mas allá que la de seguir sus movimientos por la casa, solo por curiosidad.

A él le gusta mirar. En su mundo silencioso es lo mas parecido a algo entretenido que tiene.

Nicolas encuentra placentero el acto de observar. Si la gente lo hiciera mas a menudo, con mas atención, posiblemente descubriría cosas de las que no es consciente.

No es solo el acto de mirar, observar, comprender. Es mas un modo placentero de disfrutar de lo que se mira.

Y a él le gusta, le fascina e intriga lo que ve cuando la mira.

Alex está llena de multitud de pequeñas imperfecciones que le encantan.

Quizá es lo que mas le llama la atención de ella. Esa forma en la que se sorprende cuando le descubre mirándola.

No lo hace como el resto; no le mira como a un monstruo, como si esperase algo horrible por su parte.

Le mira con curiosidad, con cierta expectación.

Como alguien que espera que ocurra algo para obrar en consecuencia.

Ahora mueve las caderas. Es sutil, casi inapreciable pero lo hace. En su mente casi puede inventar la melodía que acompaña sus pequeños pasos de baile.

Sonríe, aún inconsciente de la expectación que despierta en el hombre.

Sin pretenderlo sus miradas se encuentran.

Su sonrisa se extiende, llena su boca y transforma su rostro hierático en algo que le parece de lo mas hermoso.

Nicolas imita su gesto, pequeño y casi irreal en su rostro.

Intimida, sin pretenderlo aunque a ella no parece importarle lo que él es o lo que parece a ojos de los demás.

Una puta y un monstruo, parece el título de una obra cutre de tercera categoría.

Es cómico visto desde fuera.

Pero ella se empeña en agradarle, sin esconderse, sin avergonzarse de lo que es, lo que hace o hacía antes de ser una constante en su vida.

Quizá ese es el punto de inicio perfecto.

Sin pasado, sin formas, sin etiquetas ni tag. Solo ellos, dos seres humanos en el mismo cuarto.

Dos personas que se sonríen tímidamente mientras una de ellas sigue tarareando una dulce canción que la otra no puede escuchar.

Y no por eso deja de lado la melodía.

No es como si fuera la única canción que conoce, pero si que es la única que acude a su mente cuando está ocupada con algo.

Ya no sabe si la canta para si misma o para él. Es una tontería soberana, Nicolas no puede escucharla, aún así quiere dedicársela, entonarla en su presencia sin esperar aplausos.

No se da cuenta de lo curioso que es ese comportamiento.

Tampoco le importa.

Lo ha notado.

Desde que ese pañuelo aterrizó en su pelo se ha dado cuenta.

No de golpe, mas bien poco a poco.

Nicolas la mira de un modo curioso. Al igual que hace ella parece esperar sus gestos para reaccionar a ellos. Por fortuna tiene algo que la hace sentirse segura a su lado, y al mismo tiempo temerle.

Le ha visto luchando, ha visto la agradable locura que inunda su semblante cuando disfruta de la pelea. Por que lo hace, disfruta con una extraña locura de la batalla.

Y eso la aterra.

Pero al mismo tiempo la atrae el modo en el que cuida de ella inconscientemente. Sus sutiles muestras de preocupación, tanto para ella como para aquellos que le rodean y aprecia.

Nicolas no la mira como un trozo de carne, como un polvo fácil a cambio del precio adecuado. De hecho no está muy segura de que se sienta atraído por ella en ese sentido. Casi puede compararlo con un padre, o un hermano mayor eternamente serio.

Y en ese pensamiento estaba, quería creerlo cuando surgió esa pequeña sonrisa.

Nicolas correspondía su sonrisa, lentamente, muy pequeña y sutil, pero ahí estaba.

El estruendo en la puerta rompe la burbuja de pensamientos en la que se ha sumergido.

Worick entra, maldice, bromea en voz alta.

Un cigarro cuelga de sus labios, sus brazos llenos de bolsas con alimentos. Clama por ayuda, lo necesita.

Nicolas suspira, avergonzado.

Sabe que su compañero puede leer su cara, sabe que le ha pillado con las manos en la masa y eso que se encuentra a un par de metros de Alex.

Ni le importa, ni le interesa, ni tiene intención alguna de esconderse.

Y por lo visto Alex tampoco.

Ignora los berridos del rubio, se acerca a Nicolas, sentado como está en el sofá.

Acorta la distancia, se inclina y besa su frente.

No hay mas que decir o hacer.

Una sonrisa llena, una disculpa y sus pasos la llevan al lado opuesto, a recoger otra vez las cosas que se esparcen por el suelo y deberían estar en la mesa.

Por un momento la idea de tener que cuidar de esos dos se le hace terriblemente maravillosa.

¿Quién sabe? Podría estar bien quedarse un poco mas con ellos...




" Gangsta, ese hermoso manga que a todas nos tiene loquitas pertenece a Kohske; este fic es solo una locurilla que se me ha ocurrido. Espero que lo disfrutéis muchísimo. Besitos y mordiskitos. Shiga san."


Silencios. Gangsta fanfic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora