Silencios. 6

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Silencios

by

Shiga san

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Odia esperar. Lo detesta.

No comprende el motivo por el que debe esperar.

No quiere hacerlo, no le gusta, no concibe ni un solo segundo alejado de Alex, pero Worrik le dice que es mejor; el doctor prefiere estar con ella a solas... ella y Nina.

Eso no le tranquiliza, no le da ningún tipo de seguridad, ni una maldita razón por la cual deba quedarse fuera mientras Alex tiene al bebé.

Odia el silencio en su vida. No saber que ocurre, no poder escucharlo al menos, le tiene desesperado, irritado...

las ganas de fumar le asaltan, pero la simple idea de alejarse unos pocos pasos de la puerta del cuarto hasta la ventana se le hace inconcebible.

Quiere entrar, ver que ocurre, acompañarla; ¡¡por todos los dioses!! quiere ser el primero en ver al bebé, en besar a Alex, agradecerle su esfuerzo, el grandísimo regalo que le ofrece al traer a esa pequeña y tan esperada personita al mundo.

Quiere sacudirle unos buenos puñetazos en toda la puta cara a Worick.

Se pregunta mientras le mira como puede estar tan tranquilo, tan calmado que da la asquerosa sensación de que tiene el don de la clarividencia y ya puede adivinar que todo saldrá bien...

O simplemente es que está escuchando lo que ocurre en el cuarto... y por eso sabe que puede estar calmado.

El rubio sonríe, aunque se cuida de que el otro no le vea.

Le ve como una fiera enjaulada, a punto de soltar una retahíla de golpes contra todo lo que se ponga en su camino.

Cuando se sienta en el suelo, aferrado a su inseparable arma tiene una sensación de deja vu que le traslada a su infancia, no tan lejana como le gustaría.

Intenta mantener una actitud calmada, aunque a estas alturas le está costando horrores.

A diferencia de su amigo él si puede escuchar lo que pasa. Escucha las órdenes del doctor, los pasitos de Nina de un lado a otro, los gritos interminables de Alex, que se suceden hasta dejarla sin aire para volver a empezar.

Por suerte el doctor es bueno, está en buenas manos. Y que ya estén en la fase de los gritos también es maravilloso; quiere decir que el bebé estará pronto en sus brazos.

Tiene que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no sonreír. Alex le insulta, a él, a Nicolas, a los hombres en general... a la raza humana en concreto.

Comprueba que no puede quedarse quieto, sentado sin mas.

Sus manos se mueven informando a su amigo de lo que escucha, con toda la delicadeza que puede tener. Es una situación desesperante, lo entiende, pero lo último que desea es que entre y le interrumpa en algo que claramente precisa de toda la tranquilidad disponible.

Se sorprende al ver a su amigo asentir, comprendiendo sus palabras pero sin intención alguna de irrumpir ante el médico y su mujer.

Solo quiere que el tiempo pase mas rápido, eliminar la maldita intriga de su cuerpo y poder estar con ella de una vez.

Los dos hombres desean lo mismo, como si Alex fuera la esposa de ambos y ese pequeño que lucha por nacer fruto de su amor sincero e incondicional.


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De pie junto a la ventana solo es consciente del ocaso del día por la falta de luz. La eternidad de la espera ha menguado, no tan lentamente como le gustaría pero si ha calmado es angustia que le invadía, ese mal presentimiento que le gritaba desde dentro que algo saldría mal.

Ahora lo único que le queda es la curiosidad. Por supuesto se muere por verlos, aunque distrae su mente de tirar la puerta abajo y hacerlo centrando su atención en el callejón bajo la ventana.

Una pequeña sonrisa aflora al recordar las veces que la había contemplado, justo ahí, en esos escalones medio ocultos y al mismo tiempo a la vista desde su posición.

En aquella época no soñaba si quiera con que ella le tomara en cuenta, le dirigiera una minúscula sonrisa o quizá, osado como era, una tenue pero sincera sonrisa únicamente dirigida a él; como un precioso regalo fugaz y único.

Tiene hambre, y está cansado, aunque nada que pueda compararse a lo que debe sentir ella. Quizá por eso mismo no se ha movido del sitio en horas.

Nunca le había parecido tan pequeño y angosto su apartamento como en aquel momento, ni se había sentido tan encerrado ni tan perdido.

Por fin Nina sale.

Siente el aire detenerse en sus pulmones, incluso puede jurar que su corazón no late los segundos que tarda la pequeña en acercarse a él.

La sangre que mancha su blanco atuendo no es muy tranquilizador, aunque no es eso lo que le importa.

Nina sonríe, toma sus manos, las dos, y tira de ellas para bajarle a su altura, besar sus mejillas y asegurarse de que la está mirando para saber lo que tiene que decirle.

Un niño, sano, regordete, callado. No ha llorado ni un poquito, es perfecto.

Se sorprende al ver que no trota hasta la habitación, casi con temor velado en su mirada. Solo se mueve cuando Nina le confirma que Alex está bien, que todo ha ido perfecto y que puede entrar si quiere, aunque debe tener mucho cuidado de interrumpir su descanso.

También le informa de que el bebé necesita ropa.


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No sabe cuanto tiempo lleva ahí, solo mirándola. El pequeño, demasiado tierno para sus torpes brazos, dormita tranquilo y satisfecho en su cuna.

Y ella le parece lo mas precioso que ha contemplado en su vida. Aunque el pequeño Nicolas también está ganando puntos en ese ranking, su mamá siempre estará en lo mas alto, por mucho que lo quiera.

Jamás se había sentido tan pleno como en ese instante, ese momento justo en el que sus miradas se encuentran.

Alex sonríe, cansada, dolorida, feliz.

Nicolas sonríe, orgulloso de ella, aterrado, agradecido.

Son padres, es magnífico... y las miles de preguntas que quiere hacerle quedan pospuestas hasta después del abrazo que se muere por darle.

Ahora solo desea que ella le cuente lo que no ha podido ver, y ser parte de ese día que no ha estado a su lado. Confortarla, acogerla en sus brazos... dormir.

Aprovechar ese silencio que les pertenece, que es solo suyo y de nadie mas.

Al menos hasta que el pequeño decida hacerse notar. Ya sea por hambre, incomodidad o simplemente por la necesidad de tener contacto con su madre.

Hasta que eso ocurra, el silencio es el reino en el que se aman. Y no hay lugar mas cálido y confortable para ellos... y Worick...

... que decide que ese y solo ese, es un maravilloso momento para entrar pegando voces, cargado con flores, chocolates, champán y una enorme sonrisa.


Silencios. Gangsta fanfic.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora