CAPÍTULO NUEVE

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NARRADORA.

Domingo de descanso y salsa.

—¿Salsa, enserio? —Giselle quien se había mantenido callada mientras caminaban a la escuela de danzas, se quejó cuando escuchó el tipo de baile—, ¡a duras penas puedo mover la cabeza de un lado a otro y tú ya quieres que me mueva como Emily en Step Up 4!

—Deja de quejarte Gis. Algún día todos esos potes de helado que te comes dejarán de irse para tus piernas y es mejor que te acostumbres a hacer algo de ejercicio. —Bromeó Aileen caminando con su típico contoneo de caderas, envuelta en un pantalón de ejercicio negro y camisa básica gris. Al lado de ella cargaba un bolso amarillo con detalles marrón donde llevaba: dos botellas de agua, su cartera con dinero, el teléfono, su libro En busca del príncipe azul, sus audífonos blancos y dos entradas para el cine que había comprado con Giselle antes de ir a las clases de baile.
Cruzaron una calle antes de dar con Baile salvaje.

—Hola Darling. —Saludó amablemente al moreno de la anterior vez.

—Aileen. —Este le devolvió el saludo con una gran sonrisa—, adelante. Su profesor les está esperando.

Darling apuntó a la puerta del lado, la única puerta que había en el primer piso donde efectivamente colocaba:

Salsa.

Eden Griffin.

Entrando ambas por las puertas se encontraron con un amplio salón, lleno a espejos por todos lados, unas cuantas ventanas y... El profesor.

—Hola chicas. —Dijo Eden con una sonrisa encantadora, dejando a la vista los hoyuelos que Aileen tanto amaba pero desgraciadamente no tenía.

Giselle quien todavía se estaba quejando calló, abriendo ligeramente la boca y parpadeando. Sí, yo sabía que estaban pensando nuestras chicas: ¡¿es normal que el profesor sea lindo?!

Es como si se hubiesen perdido en sus ojos verdes azulados con chispitas cafés, en esos brazos marcados, en esos labios simples pero tentadores...

—Eh... ¿Chicas?

Saliendo del trance primero, Aileen hizo de cuenta como si no le hubiese estado observando descaradamente, colocando una mirada seria.

—Un gusto, Aileen. —Notó como él se le quedaba viendo un rato pero lo ignoró—. Esta es mi amiga Giselle.

Él le estiró la mano y ella la tomó sin vacilar.

—¿Por qué coges tan duro? —Preguntó en un sincero tono de curiosidad, sin caer en cuenta de lo que decía, negando varias veces como tonta al reaccionar—. Me refiero a tu saludo, es decir, no es que tú y yo  hayamos...

—Entendido. —Contestó Eden riéndose.

Aileen vio a Giselle ocultando una sonrisa pícara. A veces su mejor amiga le recordaba a Felicity Smoak de Arrow, con sus gafas que solía usar y diciendo cosas que sin querer tenían un doble sentido.

—Muy bien, ¿qué saben de salsa? —Preguntó Eden con una energía casi tan encantadora como la de Aileen. Estas ya se habían puesto en su sitio y esperaban sus primeras clases.

—Bueno, sé que es un baile latino muy sonado en sus inicios en New York, gracias a los latinos inmigrantes que habían allí. —Dijo Giselle sin importancia.

—También es un baile movido y alegre. Por eso necesita ser fluido en vez de rígido, como si estuvieran sintiendo el sonido rítmico. —Comentó antes de decir—: Muéstrenme su mejor paso.

Giselle y Aileen se intercambiaron las miradas, encogiéndose de hombros ambas. Primero, Gis movió la cabeza de un lado a otro, pareciendo un disco rayado y al mismo tiempo haciendo de la escena algo parecido a un exorcismo. Luego, Aileen hizo de sus manos unos puños y los tiró hacia delante de un lado a otro, moviendo su cadera a cada lado que tiraba los puños.

Eden que les había estado observando hizo una mueca graciosa, evitando reírse de sus clientes.

—Está bien, tenemos que trabajar mucho.

***

—¡Dios, estoy exhausta! —Dijo Giselle tirándose sobre su colchón.

Aileen se quitó sus tenis y se colocó unas sandalias. En la primera clase y Eden les había dejado agotada. Practicaron los básicos un millón de veces (gracias a Giselle, que cogía los pasos un poco más lento) y también intentaron bailar al ritmo de la música en pareja. Aileen recordó cuando Eden le había tomado las manos con firmeza, viéndole directo a los ojos con una sonrisa encantadora, envolviéndola con esos brazos... Está bien, basta.

—Es porque no haces nada de ejercicio. —Giselle le sacó la lengua y ella rió.

Ambas escucharon cuando sonó Diva de Beyoncé, dándoles a entender que el teléfono de Aileen estaba sonando. Corrió a cogerlo viendo quien llamaba: mamá.

—¿Hola? —Contestó alejándose un poco de Giselle.

—¡Ail cielo, hola! —Habló su madre con su típica voz entre encantadora y chillona—. Te llamaba para decirte que ya he hablado con tu padre sobre tu propuesta.

—¿Ah, sí? ¿Qué ha dicho? —Se mordió una uña, interesándose más en la conversación.

—No es algo para hablar por teléfono, lo sabes. ¿Qué te parece si nos reunimos mañana por la tarde en esa misma cafetería? He decidido quedarme unos días más en la ciudad. Además... ¡Te he traído un regalito!

—Está bien, madre. —Rió y colgó.

Luego de eso, ambas se bañaron y arreglaron para irse a ver Warcfrat en cine.

***

Vaya que el mundo sí era pequeño. Eden, quien se encontraba recostado en el sofá de la casa luego de haber visitado a su madre, se acordó de la primera clase que les había dado hoy a esas jóvenes. Resultó ser la misma chica del corto vestido negro en el bar, la que bailaba descaradamente con un chico alto aquel día. Le reconoció al instante.

Habiéndole visto de cerca, se dio cuenta que no tenía los diecinueve años que le había puesto anteriormente. Posiblemente unos veinte o veintiuno, más de ahí no. Tenía un color de ojos muy bonito que aquel día no pudo apreciar: entre verdes y cafés. Además, por encima se le notaba el ego que la envolvía.

—¿Y bien hermanito? ¿Cómo fueron tus clases? —Preguntó Pamela, saliendo de la habitación para sentarse al lado de Eden.

—Divertidas. —Contestó al recordar lo graciosas que se veían esas dos bailando.  

UNA GRAN MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora