CAPÍTULO DIEZ

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Lunes con malas noticias y confesiones.

Luego de haber terminado su jornada, Aileen salió de la cafetería corriendo para llegar temprano con su madre. A diferencia del día en que se habían visto hoy se presentaba más decente: un vestido verde casual con unas sandalias negras y abrigo café. El otro día andaba con unos pantalones rasgados y suéter azul desgastado, lo único más o menos decente fue su improvisado recogido de cabello.

—Vaya, jamás pensé ver a mi hija en vestidos. —Confesó su madre quien le recordaba como era anteriormente: una joven hija de millonarios, que podía haber tenido cualquier ropa de colección bonita pero prefería sus faldas largas y camisas igual de largas.
—Para que veas como te cambia el tiempo. —Le dio un beso en la mejilla—. Está bien, cuéntame.

—Bueno... Para comenzar tu padre ni podía creerse que me había reunido contigo. Le dije lo que me habías propuesto y le pareció bien que pensaras en tu futuro.

—¿Pero...?

—¿Tienes novio? —Preguntó de repente su madre, apoyando la cabeza en una de sus manos. Aileen parpadeó ante lo desprevenida que le había tomado la pregunta.

Claro, dos por semana de cada mes pensó.

—...No.

—Te estás haciendo vieja, ¿sabes? Te recuerdo que yo me casé a los diecinueve años con tu padre y di a luz a Eden a los veintiuno, edad que tú ya tienes y...

—Mamá, ¿a qué ha venido todo esto? —Preguntó levantando las manos, moviéndolas de un lado a otro junto con su cabeza, completamente a la defensiva—. Sí tengo veintiuno pero no veo motivo para ya estar casada.

Ante la idea del matrimonio Aileen se asustó. ¿Casarse ella, la rompecorazones? No.

—Pues tu padre y yo pensamos que... —Tomó un tiempo antes de hablar nuevamente—, si quieres ser la próxima dueña de la Editorial debes demostrar que has madurado. Que ya no eres la joven rebelde de antes... Tenemos que ver que tienes una relación seria.

Aileen parpadeó incrédula al oír lo que su madre decía. ¿Y ahora qué se supone que haría?

***

Aileen utilizó su copia de las llaves para abrir. Tiró del abrigo marrón con el que se había cubierto en el sofá.
—¿Qué te ocurre? ¿Por qué esa cara de aburrimiento? —Preguntó Giselle apartando la vista del computador. Rufus, a quien hace rato no veía se le acercó, pegándosele como siempre a la pierna, haciendo que ella se aburriera más—. Últimamente has estado muy rara. Llegas del trabajo a la casa para leer tu En busca del príncipe azul, te reúnes con un personaje extraño y también hablan por teléfono... Puede que sea ingenua pero no tonta Aileen. Ahora mismo me contarás que te pasa, sin elección.

Aileen suspiró. ¿Le contaría a su mejor amiga lo que tan apartado había estado teniendo de su vida? Sí. Era lo justo.

***

—¡No puedo creer lo que me estás diciendo! ¿Tú eres Aileen Boissieu, hija de los ricachones Boissieu? ¡Perdón! Quiero decir de tu hermosa familia...

—Sí, lo soy. Y de hermosa no tiene nada, tranquila. —Contestó con el rostro serio pero con una mirada divertida.

—¡¿Y por qué carajos no me habías dicho antes?!

—Quería mantener esa vida lejos de mi nueva yo. Debes entenderme.

—Lo hago, amiga. Lo hago. —Dijo caminando de un lado a otro, con sus sandalias haciendo ruidito y Rufus persiguiéndole—, ¡sigo sin poder creérmelo! ¡Mi mejor amiga es una ricachona!

—Corrección: mis padres son unos ricachones. A mí ni siquiera quieren darme la Editorial. —Suspiró recordando la charla con su madre.

—Bueno pero dices que tu madre te dejó un regalo, ¿no es así?

—Sí. —Afirmó. Cuando habían terminado la conversación y Marianne se disponía a volver al hotel, le dejó una bolsa de regalo diciendo: "Esta es una de las ventajas de tener tu propio negocio, sin depender de las elecciones de tu padre." Pero Aileen ni se había dignado a abrirlo y aún no lo haría—. Pero ni sé que será. Puede que un collar o un anillo costoso.

—Está bien, ¿me recuerdas cuál era la condición para darte la empresa?

Debes demostrar que has madurado. Que ya no eres la joven rebelde de antes, tenemos que ver que tienes una relación seria. —Dijo Aileen citando las palabras exactas de su madre.

—¿Y qué tiene que ver el tener una relación seria con haber madurado? —Preguntó Giselle confundida.

—¡Yo tampoco lo entiendo! ¡Mi vida parece sacada de una película de comedia! —Bufó, tirándose en su colchón.

Muy dentro de ella sabía el porqué: Tiago. Querían saber que su hija no se dejaría llevar por las emociones nuevamente, volviendo a cometer una locura por un chico.

—Bueno pues... —Comenzó diciendo Giselle, con un tono sutil—, si lo que ellos quieren es verte en una relación seria... Dales esa relación seria.

—¿Qué quieres decir? —Preguntó interesada.

—Tu madre te ha invitado a esa reunión que hacen cada año con todos los integrantes de la familia. Pues... —Sutilizó Giselle nuevamente—. Presenta a tu prometido, consíguete un novio para un mes. ¿Qué tan difícil puede ser?

UNA GRAN MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora