''Tormenta compartida''

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Mi mamá ya estaba en casa pero las cosas seguían igual, no se podía mover de su cama y se veía pálida. Me sentía mal al sonreír tanto con él, cuando las cosas en casa no iban nada bien.

Llegué a la escuela dónde me encontraba con mis queridos compañeros,  no le comenté nada de lo sucedido la noche anterior a mi mejor amiga, no quise creo que fue porque como ya lo mencioné, había pasado por algo similar meses atrás y como que ella me diría “ ¿Otra vez a lo mismo? Solo esperaba que sea hora de salida para ver a mi mamá y hablar con aquel jovencito que comenzaba a alegrar mis tardes.

En la escuela lo veía raras veces, ya que él no salía casi nunca de su salón, pero y si lo hubiese hecho tampoco me hubiese acercado, era muy tímida, ambos lo éramos.

Llegué a casa y lo encontré en la misma red social de todos los días, de todas las tardes.
Desviamos el tema, pero luego yo se lo recordé. No me iba quedar con la duda, jamás.

-Es de mi talla.

-Es bien lindo y su apellido comienza con C.

-También es linda y está en un grado menor que yo.

Confieso que estaba a punto de gritar, está bien, creo que exageré con mi emoción. Estaba un 99.9% segura de que era yo, pero quise pensar que no era así para no emocionarme mucho, que tal si no lo era… eso sería una total desilusión. *¿vaya qué inseguridad verdad?

-¡Ya sé! ¿Te gusta mi compañera Patricia?

-Cierto… Ella es Velarde. Entonces… ¿yo?

-Te respondo quien es si tú me das una ¡súper pista!

-Hagamos esto, formula bien tú pregunta pero menos su nombre y te la respondo.

-¿En qué salón está?

-4to.

-¿Delgada, gordita o rellenita?

-¡Delgada!

-¿Qué canciones le gustan?

-No lo sé… no lo conozco mucho.

Nos pasamos dándonos pistas de nosotros mismos, hasta que se fue a cenar.

La estábamos haciendo larga sin razón, ambos sabíamos que nos atraíamos por cómo escribíamos... recuerden sólo eran chats.

Me sentía mal, y él  preguntó qué era lo que me sucedía. Y se lo conté, le conté el problema por el que pasaba mi madre.
A partir de ese día comenzó él a ser parte de la fuerza que me impulsaba en los días de tormenta.
Yo dudaba de cómo era él, no me habían hablado tan bien, pero no podía creerlo a ciencia cierta.
Confesó que  le gustaba, y yo pues ya lo sabía, por toda su descripción. *¡Al fin!*

Tú, en mi tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora