AMY

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AMY

En cuanto escucho la pregunta tan animada de Derek un temor me invade.

—¡No! —digo al ver el brillo de ilusión en sus ojos. De forma instintiva le agarro del brazo para evitar que se levante. A pesar de que es invierno Derek sigue vistiendo camisetas de manga corta. Un cosquilleo me recorre la mano al sentir su piel cálida. Mira mi mano unos segundos antes de volver a fijar sus ojos en los míos. Están oscuros y es peligroso. En un acto reflejo retiro la mano. Creo que hoy me estoy pasando con el contacto—. Vamos a probar con la rata y si no funciona dejo de insistirte.

—Y tú te comes la cucaracha.

—Y yo me como la cucaracha.

—De acuerdo —dice relajando su expresión e incorporándose para reanudar su camino. Le sigo de forma apresurada deseosa de alejarnos lo máximo posible de quien quiera que esté en el almacén.

Durante nuestro camino al laboratorio no puedo dejar de pensar en lo que le he dicho a Derek. No quiero que vuelva a comer personas y si lo de la rata no funciona me veré forzada a dejarle de insistir. Y eso significa más muertes en mi conciencia.

—Oye Derek —le digo mientras recorremos el pasillo—. Si lo de la rata no funciona... ¿Por qué no tratas de probar con animales más grandes? Como los vampiros esos... de Crepúsculo.

—¿Por qué iba a comer animales? —dice mirándome como si estuviera diciendo la cosa más rara del mundo.

—Por no comer a personas inocentes. —Levanta las cejas con cara de sorpresa.

—Tú te comes a terneros inocentes y no parece preocuparte demasiado. —Me paro de golpe y le miro indignada.

—¡Eso es diferente! —me quejo. Él se detiene delante de mí y me mira con una sonrisa de suficiencia.

—¿Por qué?

—Porque... porque... han nacido para eso.

Pone los ojos en blancos y sigue su camino.

—No creo que ellos opinen lo mismo. En el fondo lo que eres es una hipócrita.

—¡No es verdad! —digo indignada mientras acelero el paso para ponerme a su altura.

—Eres igual que yo pero te piensas que eres mejor —dice con tono molesto. ¿A qué venía eso? Por supuesto que soy mejor que él. Él es una especie de monstruo que come humanos. Pero no me parece el mejor momento para echárselo en cara.

—Claro que no pienso que soy mejor que tú —murmuro sin mucha seguridad. Derek entrecierra los ojos sin creerse ni una palabra de las que acaba de salir de mi boca.

—¿Hace falta que te recuerde lo que paso cuando nos conocimos? —pregunta alzando un dedo en mi dirección mientras se acerca. Me considero una buena persona, no es que sea la Madre Teresa de Calcuta, pero intento hacer lo correcto. O por lo menos lo intentaba hasta que conocí a Derek. Él ha conseguido que tenga un sitio reservado en el Infierno desde el día que casi me come.

—Eso fue un acto reflejo de supervivencia. Soy humana... —murmuro mientras retrocedo para alejarme de él. Cuando mi espalda choca con las ventanas del pasillo el dedo de Derek se apoya en mi pecho que sube y baja de forma acelerada. Sus ojos negros echan chispas. Nunca le he visto tan enfadado. Supongo que el hecho de llevar tantos días sin comer hace que esté más susceptible.

—Me ofreciste a tu hermano pequeño de aperitivo —sisea a unos centímetros de mi cara. Trago saliva intentando aguantar su mirada. Al final le sale una sonrisa pícara mostrando uno de sus colmillos—. Y eso os salvo. Me hizo gracia.

Se aleja de mí y continúa caminando tranquilamente. Me tiemblan las piernas y tengo el corazón a mil por hora. Todo esto ha sido una mala idea. Sigo prefiriendo nuestros encuentros en casa, me hacen sentir más segura aunque es bastante posible que no sea así. Terminaré con esto y a partir de hoy sólo le propondré hacer cosas de día y con mucha gente alrededor. Aún así lo que ha dicho Derek me ha calado porque en el fondo tiene razón, soy un monstruo igual que él.

—¿Vienes o te vas a quedar ahí? 

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