DEREK

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DEREK

Amy y yo caemos cuatro escalones más abajo sobre la meseta con un golpe seco que me corta unos segundos el aliento. Cuando me doy cuenta de lo que ha pasado el calor de la sangre de Amy empapa mi camiseta.

—¿Amy? ¿Amy? —Muevo suavemente su cuerpo por miedo a hacerla daño. El gemido que sale de su boca me confirma que está viva haciendo que suspire de alivio. La aparto con suavidad pero es como mover un muñeco sin vida. Un montón de sentimientos me invaden. El más fuerte es la angustia, la angustia a perderla. Pero junto a ella también hay rabia, odio y ese hambre voraz por el olor de la sangre.

—Lo siento, lo siento muchísimo. No sé que me ha pasado, me he asustado y se ha disparado el arma —dice el guarda que ahora está junto a nosotros observando el cuerpo de Amy. Siento cómo todo el resto de los sentimientos desaparecen para quedarse la rabia. Aprieto las mandíbulas con fuerza. Ese gusano va a morir.

Estoy apunto de incorporarme y abalanzarme contra el guardia, cuando siento la mano de Amy sujetando mi brazo. Cuando giro mi cabeza hacia ella veo que está murmurando algo inaudible. Dejo mi odio aparcado y me acerco a la boca de Amy.

—Cómeme a mí —susurra de forma ronca.

—No —gruño sintiendo un ardor desconocido en mis ojos.

—Derek, por favor. Me voy a morir, cómeme a mí. Déjalo marchar.

—No te vas a morir y no te voy a comer —vuelvo a gruñir de forma ahogada.

No, no pensaba permitir que Amy muriese y, por supuesto, no iba a dejar a ese cabrón con vida. 

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