Capítulo 3

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Capitulo tres:
La oscuridad inundó en ese entonces, cada pasillo, cada aula, cada rincón. Dejando a su paso puras sombras. Dylan y Mía, que se encontraban en el pasillo del primer piso, se miraron, ambos sabían el significado que conllevaba esto, y junto los últimos rayos de luz del día, que se filtraban por la pequeña ventanita redonda, fueron hacia la puerta principal. Sin pensarlo dos veces. Estaban corriendo. No sabían que ya nadie quedaba allí. Corrieron hasta que algo los interrumpió.

Juampa, Paula, y Flor no podían ni verse la cara y menos la maqueta.
– Tengo miedo- llegó a decir Paula.
– Bueno, tranquila. Cálmate por favor. No hagan nada más.
– ¿Puedo pintar la puertita mientras tanto?- susurró Florencia.
Desde su piso, no se veía en absoluto nada. Estaban sumidos en una oscuridad casi tan densa como la miel.
– ¡Nena! ¡Yo acá muerta de miedo y vos queriendo pintar! ¡Nos van a sancionar y vamos a reprobar!
– Pau, quédate donde estás. No se muevan. Vamos a esperar a que vengan Dylan y Mía, y vamos a ir a prender las luces, ¿si? Seguro Dylan está haciendo una joda.

– ¡Ay!- exclamó Mía en un grito de dolor.
– ¿Dónde estás?–preguntó Dylan que había escuchado el sonido de la caída.
– No sé, creo que me tropecé con el escalón. ¡Ay! Boludo no entendes lo que duele.
– Tranquila, escuchame, quedate aca. Yo voy a ver si hay alguien de seguridad.
– Eu, no, no me dejes sola.
– Voy y vengo.
– ¿Y si queda alguien de seguridad?
– Le pido que espere, que hay cuatro mocosos más que quedan.
– Gracias por incluirme en la misma bolsa que los demás– espetó, un poco molesta.

Sin más palabras el chico volvió a correr pensando que se encontraba en una pesadilla. A pesar de eso, pensó en ir a buscar a Mía. Si él tenía miedo, entonces ella debería de tener el quíntuple de miedo. Corrió más rápido. En la puerta no había nadie. Ni en la cabina donde se sentaban los guardias a esperar al horario de salida.Trató de abrirla, o esperar a que alguien lo viese. No podía ser posible. Miró a las cámaras de seguridad. Les hizo señas. Quizás se daban cuenta que estaba ahí y que quería salir.
– ¡Mierda! ¡Encima que no tengo batería!
Volvió hacia dónde Mía, todavía sin poder creer lo que vivía: se había quedado encerrado en la escuela. Un viernes. Con cuatro personas más, de las cuales no soportaba a ninguno, y no se llevaban para nada bien.

Vió a la chica y se acercó. Estaba sentada en el piso, a modo de indio.
–Hey, ¿todo bien? ¿Les avisaste que estamos adentro?
Tenía un poco de esperanza, pero la cara de Dylan transmitía todo lo contrario.
–No hay nadie. Vamos a buscar a los demás. Quizás tienen teléfono.
Mía intentó ponerse de pie, pero como se había tropezado y golpeado el tobillo, le costaba y le dolía muchísimo. Él se estaba yendo, y cuando se dio cuenta que ella no podía ni caminar, volvió pasos para atrás, le pasó la mano por la cintura y la ayudó a seguir andando. Iban en silencio, la desesperación podía con cualquier cosa.

'Wow. Me ayudó' pensó Mía. 'Es buen chico después de todo'. Él tenía su vista fijada hacia adelante, en cambio, ella analizaba lentamente y a oscuras cada una de las facciones y rasgos que lo formaban. De momento a otro, cuando Dylan se sintió observado, le dedicó una mirada de advertencia. No le gustaba sentirse así. Pero cuando sus ojos se posaron en los de Mía, se halló ante una serenidad incomparable.

El cielo de primavera se tornaba de tonos azules cada vez más y más oscuros cuando llegaron a la puerta de su edificio. Las cigarras hacían alegre una situación exasperante.

– No hay señal-informó Juampa.
– Ay, probá otra vez, quizás si se puede.
– Para colmo no tengo tanto crédito.
– ¿Querés que intente yo?
– No- dijo de forma sumamente cortante a Florencia–creo que ahí llama.
– ¡Dame eso!-exclamó Dylan, agitado por haber subido todos los pisos.
Lo que vino después fue peor: Juampa se sobresaltó con el grito de Dylan, y el teléfono móvil salió volando, hasta estrellarse contra el piso.
– ¡Boludo! ¡Los estaba llamando a ustedes!
– Bueno ya estamos aca, no eran necesario el llamado- dijo Dylan con sus buenas formas de siempre.
– Che capo, yo espero que siga funcionando el celular, porque si no funciona...
– ¿Qué vas hacer?-Juampa se puso nervioso, era increíble el enojo que le traía este- Ay, les pedís a tus papás que te compren uno nuevo y listo.
– Para vos es fácil, ¿no? Total tus papis tienen plata, y no les cuesta nada.
– No hables de mi familia sin conocerla.
– Entonces vos tampoco.

Juampa recogió su celular, y lo que no quería que pase, había pasado. Apretó el botón de costado, nada pasaba. Lo volvió a presionar, pero siguió sin ver respuesta. Sintió un enojo muy grande. Sus padres no le dirían nada, pero su enojo era consigo mismo, debía cuidar ese celular, a sus papás les había costado mucho trabajo conseguirlo. Desde muy dentro de él nació una bronca hacía Dylan que debía sacar.

– Vos sos un idiota- le dijo, agarrándolo de la campera.
– ¿Cuántas veces te tengo que decir que no me toques? Entendé que me das asco.
– ¿Sabes que tengo tantas ganas de pegarte?
– Ahora que lo decís, lo sé- Juampa se abalanzó al chico.
– Chicos, no se dan cuenta que estamos encerrados acá. Dejen la pelea para después-dijo mirando a los chicos, que se alejaron uno del otro- hay que hacer un plan para salir de la escuela.
– No puedo creer que me esté pasando- dijo Dylan.
– Es increíble lo egoísta que sos- expresó Juampa haciendo que la pelea vuelva a comenzar.
– ¡Basta!-gritó Paula- se pueden comportar una vez en la vida y mirar a su alrededor. Estamos encerrados en la escuela. Nos pueden llegar a poner una sanción- dijo comenzando a angustiarse.
– Ven lo que crean idiotas- dijo Flor.
– ¿A quién le decis idiota, fracasada?
– ¡Dylan! ¿No se dan cuenta que la violencia lo único que crea es más violencia?- por un segundo el silencio se podía apreciar- Tenemos un objetivo en común: salir de acá. ¿Y saben la única forma que tenemos de poder salir? Uniéndonos- afirmó la chica, intentando mantener la calma.

Si no hubiesen estado encerrados, el comentario maligno de Dylan no hubiera tardado en llegar, pero en este caso todos callaron.

La Clave de La Amistad: Tiempo #nikéawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora