Capítulo 1

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Capitulo uno:
Dylan mascaba chicle de la manera más insoportable que podía existir, mientras pensaba que solo quería salir de aquel lugar, que Geraldine lo extrañaba y que tenía que terminar la partida del FIFA 16. Mientras tanto Juampa lo observaba y en cuanto sus miradas se encontraban, no era difícil darse cuenta del odio que se tenían. Semejante pesado le parecía. Pero no solo eso, tenía un ego demasiado grande para su gusto. 'Si no se pone a trabajar, le clavó el cúter y listo. Total, lo tengo a mano' pensó Juan. Se decidió por concentrarse en el trabajo, que tenían que terminar. Pego los últimos papelitos que le tocaban, y se dio cuenta que Paula, Su Paula, lo estaba mirando. Sonrío para sí, y continuó con su ardua tarea de pegar trocitos de papel para darle efecto espejo al vidrio de la casa que estaban casi por terminar.

Con casi, podríamos decir, que le faltaba casi todo. Y era para el lunes, siendo viernes eran los últimos minutos que tenían para finalizarlo.

De segundo a otro, llegó Florencia, envuelta en un pañuelo de estilo hindú. Parecía el sillón de la casa de la abuela de Mía, pero nadie dijo nada. Salvo ella que por primera vez había cumplido con un pedido del grupo:
– Chicos el coordinador dijo que nos podemos quedar hasta las 19:30.
– O sea, ¿Cuánto nos queda?- dijo Mía.
– ¿Qué hora es Dylan?- luego de unos segundos de espera, Juampa volvió a insistir, pero esta vez con un golpe en el brazo.- ¿Te podes sacar los auriculares?
– Ay, podrías decírmelo bien. Y tené cuidado con mi campera que es linda y me la trajeron de España. A parte, no me toques que me das asco.

Juan rodó sus ojos y chequeó la hora en el celular. Eran recién las seis y media.
– Nos queda una hora. Yo creo que llegamos.
– ¡Ay! ¿Solo una hora? ¡Ay! ¡Ay! ¡Vamos a reprobar!- habló Paula, hiperventilando y a punto de desmayarse.
– Me hacen sacarme los auriculares, para escuchar eso. ¿En serio?
– ¿Cuándo me toca a mí? Yo quiero trabajar- exclamó Flor.
Mía, Paula y Juampa pusieron sus ojos en blanco. Nunca se habían soportado mucho a Dylan pero a esta altura, cada cosa que decía les generaba odio. Especialmente a Juampa.
– Cállate, y agradece que nosotros hacemos el trabajo por vos- dijo con una mirada al chico que se encontraba al frente .
– ¿Yo qué parte hago?- insistió otra vez Florencia.
Nadie quería responder esa pregunta, hasta el momento todo lo que había hecho ella, había sido rehecho.
– Bueno, gracias por ignorarme. Cuando entreguen el trabajo, ya van a ver que si aprobamos es gracias a mi.
Juampa no pudo evitar largar una carcajada, que generó más enojo por parte de Florencia, todos sabían que no tenía razón. Era imposible cortar el silencio que existía en ese momento.
– Idiotas- susurró Florencia- ¿Entonces? ¿Qué parte?
– Bueno... Podrías sostener la maqueta mientras pintamos el frente- sugirió Mía.
– ¡Dale! ¡¿Por qué no me dejan hacer nada?! Si pinto re bien.
– Porque cuando pintaste tan, pero tan bien la puerta, era incomparable la calidad a la del resto- dijo Juampa con total ironía.
– Pintas pésimo- agregó Dylan.
Por primera vez, Dylan y Juampa coincidían en algo. No faltaba mucho para que lloviera.
– Eu, no sean malos. Flor si querés pintá- accedió Paula. Pero solo porque no le gustaba que traten mal a los demás.
– Y ya que estas, tira la maqueta al tacho- dijo Dylan que se conectaba con el grupo solo cuando habían pelea.

Habían pasado algunos minutos. Todos trabajaban menos Dylan, que lo único que hacía era tararear las últimas canciones de moda por lo bajo. Canciones que a Mía le irritaban, pero no decía nada.

Cuando Juampa creyó haber terminado con la parte trasera de la maqueta, se desesperó. Florencia estaba a punto de pintar por accidente (con el pincel manchado) las paredes del garaje de la casita.
– ¡Florencia deja eso!- alcanzó a decir.
Pero la chica no hizo caso, porque pensó que lo hacía para molestarla.

En un instante la pared miniatura blanca tenía una raya verde que la dividía en dos.
– ¡Uy! ¡Fue sin querer!
– ¡¿Me estas jodiendo?! Ahora sí vamos a reprobar- expresó Paula en una seguidilla de gritos.
– Le podemos pintar un arbolito.
– Flaca no pintes nada más, y ya está, problema resuelto. Ahora vos- dijo Dylan señalando a Paula- agarra un papel secante que absorbe esto.
– ¿Que la mandas a ella? ¡Andá a hacerlo vos!- le gritó Juampa.
Él se retiró, por primera vez había dado un consejo útil, y por primera vez hacía caso.
– Gracias, pero puedo hablar por mí misma.
– Perdón, no me gusta gritar, pero este pibe me saca. Además, no hace nada y se cree no sé qué mierda.

Dylan volvió con el papel, pero no habían conseguido arreglarlo. Tenían que pintar otra vez la pared de blanco, y conseguir una forma de tapar la mancha.
– Justo la parte buena de la maqueta arruinaste. Eso tenía la puerta que se abre sola. Ahora tiene una puerta que se abre sola y una mancha verde, que también se ve sola.
– Ya dije que podíamos pintar una enredadera.
– ¡Basta! ¡No pintes nada más! ¡Quédate quieta de una vez mujer!- saltó Dylan otra vez.
– Bueno, ya está. Dejen de discutir por esto, y tratemos de encontrar una forma de solucionarlo.
Mía siempre parecía tener la solución a todo, con una tranquilidad impecable. Siguieron realizando el proyecto.
– Che, si pintan más rápido nos podemos ir antes- dijo Dylan recibiendo unas cuantas miradas de odio.
– Si seriamos cinco haciendo el proyecto también.
– Paula querida, vos pensas que voy a participar en algo tan horrendo como esto- dijo despreciando la maqueta tan costosa de hacer.
– ¡Uy, dios! ¿Quién te crees que sos? Tene en cuenta que no sos nadie, un chico que desperdicia el tiempo que le da la vida.
– Habló la chica con más cantidad de amigos en el mundo- dijo sarcásticamente, y prosiguió:- porque leer no es desperdiciar el tiempo, ¿no?
– ¿Por qué no te vas? Lo único que haces es quejarte, sos lo más insoportable que existe. Andate por favor- el chico había logrado lo que quería, por lo que se retiró con una sonrisa de satisfacción en su cara.
Juampa estaba harto e indignado, no podía ver a Paula así. La inexistencia de sus hoyuelos demostraban en ella, la tristeza que tenía. Le había dado en su punto débil, en su talón de Aquiles. 'Pobre Paula' pensaba Mía, ya que ella sabía del pasado de la chica morocha, quien se lo había contado en uno de sus tantos almuerzos de los miércoles.

Se deben de estar preguntando cómo se formó este extraño y para nada normal grupo. Todo nació en la mañana del lunes de esa misma semana, cuando el profesor de construcciones les había dicho que debían realizar una maqueta. Como siempre, mientras el profesor hablaba y hablaba del proyecto, las miradas entre los alumnos para saber si compartirán grupo nacían. Por lo que nadie le prestaba atención al señor que explicaba. Él cual se enojó, y por alguna razón que nadie encuentra razonable eligió a este grupo de cinco personas completamente diferentes. Porque tal vez, Dylan trabajaría al menos una vez en el año, porque Paula dejaría de quejarse, porque Florencia haría algo bien, porque Mía  aprendería que nada era perfecto, y porque Juampa podría trabajar bien en equipo. Una lógica genial y descomunal, pensaba el profesor. Quizás se equivocaba, o quizás no tanto.

La Clave de La Amistad: Tiempo #nikéawardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora