Chapter 5

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Trevor está totalmente relajado. Se pone de pie y estira la mano hacia Marco.

—Quiero mis quince dólares. Me los he ganado honradamente. —dice, mostrándole la palma de su mano.

—Tal vez si no me hubieras estado mirando tan ridículamente durante todo ese tiempo, hubiera sido yo quien esté dándote una cátedra de honradez. —espeta Marco, poniéndose de pie mientras mete su mano en su bolsillo y le entrega tres billetes a Trevor.

—No tengo amigos en cuanto a negocios, amigo. —le sonríe ampliamente y enfatiza la palabra "amigo", inclinándose cuando lo hace.

— ¿Qué es todo esto? —mascullo entre dientes, señalando con mis ojos el dinero y atrayendo su atención hacia mí.

Marco le da una mirada rápida a Trevor con una ceja alzada y una media sonrisa en su boca, luego me responde.

—Trevor dijo que no podría decirte que me echaron de la Universidad. Aposté que sí lo haría, pero en cuanto te vi en el umbral, mis piernas temblaron un poco. Y bueno, perdí la apuesta. Se estaba riendo de mí, Pam. Y de todas maneras tengo que decírtelo. Así que, aquí me tienes. Me echaron de la Universidad.

Alzo una ceja, él parece entender mi gesto.

Resopla—Cuando me llegó la orden de restricción. Simplemente salí pitando de la Universidad.

Esta vez llevo mis cejas hasta el nacimiento de mi cabello. Él vuelve a resoplar. —Puede que haya pateado un trasero o dos al salir.

No estoy enojada, en realidad siento un poco de pena. Y hasta un poco de culpa. Sólo un poco.

— ¿Cómo te sientes? —me encuentro preguntándole. Que Marco se deje llevar por sus emociones es nuevo.

Él sacude su mano quitándole importancia al asunto—Estoy bien. ¿Recuerdas a Senna Worthy?

Abrí la boca en asombro — ¿La perra que te dejó cuando estabas a un paso de dejar tu soltería?

—La misma. Bueno, resulta que la ascendieron a una especie de Decana de la Universidad. Y digamos que nos seguíamos encontrando casualmente todas las tardes en el cuarto de limpieza de uno de los pasillos. Segundos antes de que tu orden de restricción llegara a mi vida, vi a Senna en el mismo cuarto de limpieza. Con el director de la Universidad. Así que ¿quieres adivinar cuáles fueron el par de traseros que pateé?

Trevor carraspeó, y recordé que él tambien estaba en la habitación. Marco rodó los ojos. —Bien, ¿adivina cuál fue uno del par de traseros que pateé?

—Por favor, dime que le queda muy poco de trasero de perra a Worthy. —él sonrió. Di pequeños saltitos de alegría y lo abracé en cuanto estuve lo suficientemente cerca. Sabía que no la había golpeado, pero el ingenio de Marco a veces es tan genial que me hace sentir ganar de echarme a llorar.

— ¿Qué pasó con el director? —cuestioné alejándome de él.

Desvió su mirada a Trevor — Y también digamos que tuve un poco de ayuda.

Observé a Trevor y no pude evitar sonreír un poco. Parecía orgulloso. Y había ayudado a Marco. Le daba un par de puntos por eso.

—Lamento que hayas que tenido que salir tambien, amigo.

Cerró los ojos un segundo y le sonrió un poco—Está bien. Necesitaba una excusa, y cuando giré la esquina ahí estabas tú. Sólo fue el momento correcto perpendiculizandose con el tipo problemático correcto.

—Esa no es una palabra. —le dije a Trevor, un poco divertida.

— ¿Por qué no? Incluso usé todas las vocales, y ni siquiera lo pensé. —hizo un puchero adorable, y yo tuve que sonreír.

—Ahí. —Dijo —una sonrisa. Y sólo costó una estupidez en una situación equivocada. Inmediatamente me sentí inhibida, rodé los ojos y enterré mi rostro en el pecho de Marco. Él tiene idea de qué significan las reacciones que hago en determinados momentos, se está riendo de mí ahora. Está acariciando mi cabello trasero y está moviendo su cabeza, haciendo pequeños remolinos en la cima de la mía. No puedo verlo, sin embargo sé exactamente lo que hace cuando está "comprendiéndome."

Me quedo en silencio por algunos minutos, recordando lo idiota que es Marco en cuanto a apostar, incluso cuando sabe que va a perder, lo fácil que le resulta regalar dinero. Decido romper el silencio.

—No puedo creer que sólo apostaras quince dólares, Trevor. —digo sin salir del regazo de mi hermano. Yo le hubiera quitado más dinero. Y sin ningún tipo de remordimiento.

Voy a mi habitación y me recuesto de espaldas por un largo rato.

La lasaña de Marco estaba deliciosa, el olor sólo era un anticipo.

Cuando Marco tenía siete años, le pidió a mamá que le enseñara a hacer galletas. Cuando cumplió once, le pidió que lo inscribiera en una escuela de cocina. Para ese entonces, y a esa edad, Marco sabía usar la cocina como un auténtico chef. Recuerdo que le dije: "— ¿Para qué quieres ir? Tú ya sabes lo suficiente. Si asistes, no te aceptarán como estudiante." Y él sonrió.

Mamá no pudo ayudarlo, fue en ese año en el que nos dieron la noticia de que el avión del que papá estaba a cargo, había sido hallado en el océano Atlántico sin sobrevivientes. Desde ese día, mamá estuvo demasiado ocupada deprimiéndose como para darse cuenta de que aún estaba obligada a vivir por dos niños de once y trece años.

En la secundaria, Marco dejó de lado la cocina, y se enamoró completamente de la Física-Química. Averiguaba todo lo que podía.

Siempre obtenía el primer lugar en los experimentos de ciencia.

Estaba por encima de cualquier chico de quince años en cuanto a conocimientos de casi cualquier cosa.

Quería ir a Harvard. Entonces le dije: "—Jesús, Marco. Mi cerebro está haciéndose pis en los pantalones en este momento. Ellos deberían querer venir a ti. Deberías ir sólo si te ofrecen una posición de maestro. O más. No aceptes nada menos." Y él volvió a sonreír.

Fue entonces cuando me dí cuenta. Marco sólo quería enseñar. No importa lo que fuera. Quería estar parado frente a un grupo de personas y quería que cuando entrara, lo saludaran como se saludan a los maestros. Quería que se dirigieran a él como Señor Daniels. Marco quería ser maestro.

Un sueño un poco aburrido. Pero era su sueño, y cuando finalmente lo lograba, la perra de Senna se le metía en el camino. Y el director. Y yo.

Mierda, era una hermana horrible.

Me pongo de pie y hago mi camino hasta el baño. Tomo mi cepillo de dientes y le vierto dentífrico. Enjuago mi boca y voy a la cama. Le envío un mensaje de buenas noches a Marco, porque tengo la cantidad suficiente de flojera en mi cuerpo como para levantarme. Y además, hace frío. Le digo a Marco que duerma bien a Trevor tambien, y él responde con una de sus estupideces. Apago mi celular y lo coloco en la mesita de noche. Cierro mis ojos y mi respiración se va igualando, haciéndose más lenta. Luego, ya no sé nada más del mundo.


Tuesday 19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora