Chapter 6

71 3 0
                                    



Una melodía infernal me obliga a regresar a la realidad.

Ruedo sobre mi hombro e intento apagar la alarma alargando mi mano sobre mi mesita de noche torpemente, pero no hay nada ahí además de mi teléfono y un retrato vacío. Sacudo mi mano y el retrato cae al suelo.

El vidrio roto hace un estruendo espantoso. Me volteo hacia el otro lado de la cama y subo la sábana hasta mi barbilla, ignorando el recién adquirido dolor de cabeza.

Intento volver a dormir, pero escucho pasos arrastrados por el pasillo que se detienen en mi puerta.

— ¿Qué sucedió? —Exclama Marco. Ruedo los ojos. —Jesús, Pam. Si vas a hacer un destrozo tan temprano por la mañana, ten la decencia de al menos avisarme.

—Lancé al suelo el retrato vacío de la mesita, Marco. Nada extraordinario, además, fue un accidente. —digo, aún con los ojos cerrados.

— ¿Por qué? —dice y siento su voz repentinamente afligida. Me doy la vuelta para enfrentarlo, recargándome en mi codo derecho.

—Marco, sólo es un retrato vacío, yo... —observo fijamente el suelo. Pedazos irregulares de vidrio se encuentran esparcidos por la pequeña alfombra, pero eso no es lo que llama mi atención. La fotografía que está por debajo de esos trozos lo hace. Es una fotografía de Daniel, Marco y yo. Estamos en una cabina de fotos instantáneas, Daniel está sentado en un banco largo por detrás, yo estoy en su regazo a horcajadas, estamos besándonos y también sonriendo. Mi flequillo oculta mi rostro y mi pómulo está muy pronunciado debido a la luz del flash. Las manos de Daniel están en mi cintura y las mías rodeando su cuello. Marco está rodando los ojos, pero su boca se curva en una sonrisa y su expresión es divertida.

Observo esa fotografía por mucho tiempo, hasta que empiezo a sentirme enferma.

¿Por qué la puso ahí?

Mis ojos van hacia los de él y salto de la cama, directamente hasta el baño.

Escucho mis arcadas y mi estómago se retuerce, pero no sale nada más que líquido.

En un par de segundos, Marco está sosteniéndome. Estoy tan enojada con él.

Odio todo esto. Odio tener estas reacciones cuando estoy enfrentando estas situaciones. Odio que sea tan duro para mí todavía.

Empujo a Marco con mi brazo, pero es un intento estúpido. Mi brazo no encuentra la fuerza suficiente y sólo logro moverlo ligeramente de su lugar.

—Vete, maldita sea. —logro decir cuando reúno un poco más de voluntad para sentarme. Él no se mueve. En su lugar, intenta levantarme pero peleo con él para que me suelte. Ahora nada está de mi lado. Tan rápido como comprendo que un casi cadáver no puede hacer mucho cuando acaba de vomitar, dejo que tome mi mano y me ponga de pie.

Estoy parada frente al espejo del lavabo, Marco lava mi cabello y mi boca.

Veo caer gotas desde arriba en el lavabo, pero no provienen del grifo. Caen como lluvia, y alzo mi cabeza para ver a Marco llorar, pero su cara está seca. Entonces llevo mis manos a mi rostro y mis dedos se mojan al instante en el que hacen contacto.

Estoy llorando.

Pensé que ya estaba seca, pensé que había agotado todas mis lágrimas el primer año sin Daniel.

Trago. Trago un montón de veces tratando de que el nudo de mi garganta ceda.

Pero no lo hace.

Marco revisa mi rostro delicadamente, lava nuevamente mi cabello y sale por la puerta del baño, dejándome sola. Cuando escucho la segunda puerta azotarse, clavo mi mirada en el espejo por primera vez en dos años.

Mi belleza sigue ahí, al igual que mis ojeras. Recuerdo que lucía una piel más bronceada, pero no puedo exigir eso después de vivir en un apartamento durante tanto tiempo. Mi cabello oscuro tiene algunas de sus ondas al azar. Mis ojos grises perforan.

Cierro la puerta y me arrastro contra la pared hasta el suelo.

Todo lo que quiero ahora es dormir... para siempre.

Meses después de la muerte de Daniel, empecé a vomitar. Luego vinieron todos esos síntomas estúpidos y sin sentido que tengo encima cuando me encuentro en alguna situación que lo relacione a él.

Creí que estaba embarazada. Lloré como idiota cuando la posibilidad me llegó a la cabeza. El que finalmente haya quedado embarazada se sintió injusto, quería que Daniel supiera que al fin lo logramos.

Cuando supe que no lo estaba, la realidad me golpeó aún más. Queríamos un hijo desde el principio y probablemente sea egoísta, pero me sentí enojada porque únicamente fui yo la que se desilusionó con la noticia. Se suponía que estaría conmigo en las buenas y malas. ¿Y dónde estaba Daniel cuando recibía un golpe?

Bajo. Tierra.

Llegué a odiarlo. Odié que decidiera alejarse de mí aquel día después de tomar esas píldoras. ¿Cómo pudo ser tan irresponsable? ¿Cómo pude haberlo sido yo, volver a mi rol de esposa al menos un instante y no advertirle que no condujera después de haberlo hecho?

Había pasado por su garganta tantas de esas durante tanto tiempo que realmente dudé que le provocaran algo.

Es increíble cómo de impredecible es el tiempo, las situaciones, el mundo. Estamos constantemente adivinando lo que sucederá al minuto siguiente que no nos concentramos en lo que está pasando en el minuto que está pasando, que estás desperdiciando.

Te hace tomar decisiones inconscientemente, porque cuando inconscientemente eliges pensar en lo que va a suceder, inconscientemente eliges lo que pasará en la vida de otras personas. Y eso es lo que te exime de culpas. Esa patética excusa que usas para tranquilizar a tu mente de que no sabías qué era lo que iba a pasar cuando en realidad, e hipócritamente sabes que eso es en lo único en lo que pensabas. Aunque fuera imposible saber qué era lo que pasaría, estabas adivinándolo. Y eso es lo que te hace culpable, tambien. Saber que habría consecuencias, pero ignorarlas diciendo que el futuro es incierto y que era insulso saber y blah, blah, blah.

Todos somos un poco hipócritas, malvados, jodidos, rotos, humanos.

A todos nos interesa las apariencias, todos queremos atención. Sólo que para algunas personas es más importante que para otras.

No sé cuánto tiempo he pasado en este compartimento, pero empiezo a sentirme mareada. Con la única motivación de volver a recostarme sobre mi catre, me pongo de pie, quito el seguro de la puerta y me deslizo fuera.

Estoy caminando, un pie tras otro, sin ser consciente de nada más. Temo que si miro hacia otra dirección, Daniel esté ahí, parado frente a mí, haciendo más insoportable todo.

Maldita fotografía. Maldito Daniel. Maldita vida.

Siento un roce en mis piernas, como si manos estuvieran tirando de mí suavemente hacia abajo.

Estoy sobre mi cama. Intento ferozmente dormir, pero los recuerdos de aquél día vienen a mi cabeza atropelladamente y en desorden.

Estiro la mano hacia mi mesita de noche por segunda vez en casi una hora y sostengo alguna cantidad de pastillas en mi mano. Recuerdo que debajo de mi cama descansa una botella de whiskey. Cierro mis ojos y me las llevo a la boca, tragándomelas con la ayuda del licor. El efecto somnífero no tarda en llegar, y mi último pensamiento de este día es que he vuelto a hacerlo.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 25, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Tuesday 19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora