Capítulo tres

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Caminamos por el bosque hasta que anocheció.

-Es mejor que acampemos aqui. Adrian y yo podemos hacer un refugio para que estemos más protegidos.

-No hace falta, sólo hay que encender una fogata.- Las caras de desilución de Adrian y Alex me rompieron el corazón.- Pero gracias de todos modos.- Dije, tratando de que los gemelos quitaran su cara triste.

-Esta bien, hagamos la fogata. Voy a buscar leña, ¿vienes preciosa?- James me extendió su mano.

-Claro.- Dije mientras empujaba la mano de James devuelta al costado de su cuerpo. Sonrió. Su sonrisa es linda. Hace mucho tiempo que no convivía con hombres atractivos y mucho menos que tuvieran alrededor de mi edad. No desde los 19 años. A los gemelos les calculo unos 25 años de edad, sino es que menos. James se ve de 28 años, máximo 30. Pero bueno, ¿qué importa, verdad? No es que vaya a ser pareja de alguno de ellos. No podría.

-Sabes, preciosa, en vez de estar tratando de adivinar mi edad podrías solo preguntarme.- Rió. Se me había olvidado este pequeño detalle.- Tengo 28, acertaste.- Traté de evitar una sonrisa pero de alguna forma las comisuras de mis labios de levantaron.- Y pues quién sabe. Tal vez nosotros estamos hechos el uno para el otro, preciosa.- Puse mi ojos en blanco.

-Sí, claro, galán. Cómo no.- James rió.- Mejor concéntrate en encontrar buena leña y no en leerme los pensamientos.

-Esta bien, preciosa.

Pasamos alrededor de diez a quince minutos buscando leña. Cuando regresamos con Adrian y Alex, ellos ya habían puesto sus sleeping bags en el suelo y se preparaban para dormir. Dejamos la leña en el centro y James la encendió con la ayuda de un cerillo. Alex (o Adrian, no estoy segura) se acercó a mi casi corriendo.

-Rebecca, ten este sleeping bag.- Alex me lo tendió. Dudé en aceptarlo o no. Seguro ese era de James y yo no tenía intenciones de quitarselo.- Tranquila, siempre llevamos uno extra.- Me guiño un ojo. Mi expresión debió haber sido bastante obvia.

-Gracias.- Le sonreí. Me metí en el sleeping bag y me acosté. No voy a dormir. Ni de chiste. Parecen buenas personas pero no se si debo confiar. No se si puedo confiar. Hace tiempo, un chico y su hermana aparecieron en mi vida, se portaron bien conmigo, se hicieron mis amigos. Confié en ellos. Enorme error. Resultó que los dos trabajaban para Richard y nuestra "amistad" solo fue una mentira. Fue un plan para capturame. Casi lo logran. Afortunadamente pude escapar a tiempo. No he podido confiar desde entonces.

-¿Problemas para dormir, preciosa?- James me sacó de mis pensamientos.

-En realidad no. Solo estaba pensando.- Hice una pausa.- Pero seguro ya sabes en que pensaba porque estabas leyendo mi mente.- James rió. Temí que fuera a despertar a los gemelos.

-De hecho, preciosa, es más como escuchar lo que piensan las personas. Es bastante molesto. Pero he aprendido a escuchar solo a los que me interesan. Como a ti.- Me volteó a ver y me sonrió.- Yo creo que deberías conocernos un poco más, tal vez eso ayude a que confies.

-Sí, creo que debería.

-Podemos empezar ahora, preciosa.

-¿Empezar qué cosa?

-A conocernos. Yo empiezo, si quieres.- No dije nada. Nos habíamos conocido hace unas horas antes. No le iba a contar mi vida a un casi extraño.- ¡Hey! No soy un extraño.- Sonrió de manera traviesa. Yo puse cara de "sí lo eres".- Bien, bien. Tal vez sea un extraño para ti. Pero me vas a tener que contar sobre ti algun día, no muy lejano.- Suspiró.- No te voy a hacer daño, preciosa. Lo prometo. Es más, voy a ser tu protector.- Reí.- ¿Qué? Lo digo en serio.

-Sí, bueno, gracias, pero no necesito a nadie que me proteja. Yo misma puedo hacerlo.

-Te creo. Pero nunca se sabe.- Me sonrió.- Será mejor que durmamos. Descanza, preciosa.- Bostezó.

Su bostezo me hizo tener sueño. Pero no voy a dormir. No puedo. Tengo que mantenerme despierta.

Despierta. Me repetía a mi misma.

Mis parpados empezaron a pesar.

Despierta.

Mis ojos ardían.

Despierta.

Mi cuerpo cedía ante el sueño.

Despierta.

Parecía que mis parpados pesaban toneladas

Despierta.

Me dormí sin siquiera darme cuenta.

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Adrian y Alex en multimedia

Rebecca SmithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora