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Su primer brote había sido mucho tiempo atrás, cuando aún tenía 8 años de edad.
Se encontraba con su hermana en la cocina; una se encargaba de cortar la carne y la otra las verduras.
Su hermana la escuchaba atentamente mientras Em hablaba.

-...entonces comenzamos a bailar y todos empezaron a reír a carcajad...-cesó, simplemente lo hizo, y su hermana lo notó. Miró hacia donde estaba la pequeña y gritó de espanto.
-¡Dios mío, Emily! ¡No debí dejarte los cuchillos!
Mientras estaban en el médico, su madre y su hermana lo escuchaban con suma atención, mientras que Emily degustaba una fantástica piruleta de color rojo carmesí.

-El lado bueno es que podemos recomponer ese pequeño trozo de dedo, aunque el lado malo es que será insensible. Aunque, para ser justos, es tan diminuto que ni lo notará.

Su madre y hermana intercambiaron una mirada de consentimiento, dando a entender que ambas partes estaban de acuerdo y que deberían de hacerlo cuanto antes.
Una vez que la operación hubo terminado, Emily salió bastante a disgusto, ya que ella creía que se volvería una persona más interesante si no tuviese esa partecita de dedo.
Llegaron a casa, y Emily se dirigió a su cuarto corriendo, no quería estar con las personas que la habían convertido en una persona aburrida con un dedo cosido.
Se sentó en la cama, mirando sus pósters y dibujos en la pared, y quiso volver a decorarla, por lo que comenzó a buscar papel y colores entre los cajones del escritorio.
Un susurro la despertó de su trance. Un susurro que provenía de...¿dónde?
Buscó dentro de los armarios, de los cajones e incluso debajo de la cama, donde tuvo que mirar con un ojo ya que si el ruido venía de ahí, habría muerto de un infarto. Respiró tranquila al comprobar que allí no había nada ni nadie. Aunque...el susurró volvió a sonar, esta vez, Emily sabía de dónde procedía; del espejo.
Se acercó a él, más con curiosidad que con miedo pero, al llegar y ponerse en frente, sólo podía verse a sí misma. Desilusionada, iba a girarse cuando vio que su reflejo no había movido ni un músculo.
-Emm...Emmily...-dijo su voz entrecortada. Em podía ver como su reflejo se difuminaba y se transformaba en ella, aunque con pelo y ojos más oscuros.
-¿Quién eres? -le preguntó Emily.
-Soy Emma.-pareció que ni siquiera había movido los labios para contestarle.
-¿Y por qué te pareces a mí?
-Porque ahora soy tu hermana gemela.
-¡Qué guay! ¿Estaremos siempre juntas?
Emma, por fin, había movido algo, sus labios, formando una aterradora sonrisa.
-Claro que sí, Emily, mejores amigas para siempre. Pero debes prometerme algo...nunca le hablarás de mí a nadie, ¿vale? Porque si alguien se entera, no volverás a verme nunca más, ¿entiendes?
-Sí, lo entiendo, tranquila. No quiero separarme nunca de ti.
-Tenemos que sellar nuestra amistad-Emma dijo mientras colocaba su mano en el espejo.-Pon tu mano con la mía y seremos amigas para siempre.
Emily dudó un instante, pero luego pegó su mano a la del reflejo. Al juntarse, sintió una especie de calambre por la espina dorsal, pensó que podría ser causa de la emoción y simplemente lo dejó pasar.
-Yo te defenderé en todo así que, cada vez que te enfades y me necesites, allí estaré.-le dijo Emma.
-¡Eres la mejor!
Emma sonrió de una forma espeluznante, mientras que se difundía con el verdadero reflejo de Emily.
Ésta salió de su habitación entusiasmada, con intención de contárselo a su madre aunque...no podía, se lo había prometido a Emma. Suspiró algo decepcionada y decidió no decir nada a nadie. Ni siquiera a Clara, su mejor amiga.

Los días pasaron, y Emma no aparecía. Mientras pensaba en esto, Emily se encontraba en el patio del colegio, comiendo su tentempié con Clara, hasta que Gloria y sus secuaces aparecieron y comenzaron con sus historias de siempre.
-Eh, niña, ¿no te han dicho que pareces una muerta con ese color de piel tan pálido?-Por Dios, si Gloria tenía 4 años más que Emily, ¿no tendría que ser, por ello, un poco más adulta?
Emily no contestó, se dedicó a mirarla de arriba a abajo, con un toque de desdén.
A Gloria no le gustó demasiado, ya que, con rabia, la empujó contra el asiento donde Em estaba sentada. Las amigas de Gloria ya no reían como hienas, se miraban unas a las otras intentando buscar una especie de explicación al arrebato de su líder.
Emily cerró los ojos con ira, derramando sus lágrimas y apretando los puños. Sintió un cosquilleo en la espina dorsal..no, más bien había sido un calambre...un momento...
Al abrir los ojos, éstos se habían vuelto más oscuros, al igual que su pelo. Gloria la miraba atónita, pero no imaginó en absoluto lo que acababa contemplar.
Emma había entrado en el juego.


¡Hola! Pues este podría ser el primer capítulo; espero que os guste y os espero en los comentarios. Un beso grande a todos.

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