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No puede ser cierto. No, no puede ser. Pero lo era.
Todo estaba oscuro, y Emily tanteaba las paredes para poder avanzar. La oscuridad y sus lágrimas le dificultaban la tarea de encontrar un sitio seguro. Se oían llantos, lamentos, risas, palabras malsonantes y sobre todo, soledad. La gente iba y venía de ese sitio, no había nadie que estuviese quieto. La golpeaban al pasar, incluso la tiraban al suelo para pisotearla.
Ella avanzaba. O eso parecía. ¿Se encontraba en el mismo sitio que al principio? Ya no lo sabía. Cuando Emma rompió el espejo, la única fuente de luz, no supo donde estaba. Ni que antes lo hubieras sabido. Y era cierto, no sabía donde estaba realmente. Aunque se hacía una idea. El infierno. ¿Realmente sería así como luciría el hogar de Satán? ¿Oscuridad y voces, con personas (o cosas) golpeándote?

No, no podía ser cierto. ¿Había a lo lejos una luz? Un destello. ¡AYUDA! Podré salir de aquí de una vez.
El problema era llegar allí, básicamente porque si corría, dejaría la pared que tanto la había ayudado pero, si no iba...estaba condenada. De todas formas, lo estaba, es decir, ¿acaso por encontrar luz saldría? Quién sabe.

Corrió hacia la luz con todas sus fuerzas, dejando el apoyo atrás. Se chocaba con las masas, pero ya no le importaba. El destello se hacía cada vez más y más grande, hasta que tuvo que entrecerrar los ojos para poder avanzar.
Llegó, al fin llegó, y alargó la mano para tocarla. No había nada, era un..¿portal? ¿Sería un portal al cielo? Dudó unos segundos y se dio cuenta.
Su ser se estaba debatiendo entre la vida y la muerte, si cruzaba aquella luz celestial, dejaría de existir. Para siempre. Pero...¿qué le esperaba en ese sitio tan tenebroso?
Cerró los ojos para dejarse tragar por aquella luz pero, una mano fría como un témpano tocó su delicado hombro. Se giró bruscamente y, por la claridad del portal, pudo ver perfectamente de quien se trataba. Era su hermana. Bueno, lo que quedaba de ella.
La observaban unos ojos color marrón injectados en sangre, con uno labios carnosos roídos decorados en su fétida cara, su cuerpo no era más que masa maloliente de putrefacción con rasgos muy lejanos a ser humanos, y mucho más a ser de una joven.
Más allá de asustarse, Emily pudo sentir una culpa carcomiéndole el alma. Tocó su rostro repleto de gusanos, pero no le importó. Acarició su pelo que caía a mechones, pero no le importó. La abrazó con lágrimas en los ojos a pesar de su pestilencia, pero no le importó.

-Stef...yo...-Comenzó a decir, pero las lágrimas brotaron sin más de sus ojos de niña y masculló como pudo las siguientes palabras-Lo siento...lo siento de veras...

Su hermana que, no hablaba, apretó la palma de su mano contra la nuca de la pequeña, dándole a entender que la había escuchado y que no había nada de lo que preocuparse; Stef la había perdonado.

Al otro lado del espejo, había alguien que se había dado cuenta de la ausencia de Emily; esa era Gloria. Hablaba con Emma como si de su amiga se tratase, haciéndola reír y compartiendo el almuerzo, pero en el fondo sabía que Emily había desaparecido. A Gloria ni siquiera le importaba las habladurías de las demás chicas al pasar del brazo con su nueva amiga; la gente hablaría, pensó. Y así debía ser, ya que Gloria era el centro de atención de todas las miradas desde que ese colegio la acogió como alumna.
Ella era problématica, lo sabía (créeme que todos lo sabían), hablaba de más y sus puños iban antes que su cerebro. Era torpe y mal hablada. Tenía un carácter más que especial y se enfadaba con facilidad, pero en el fondo era buena y quería ayudar a la gente. Era difícil ser una chica corpulenta y repetidora de 12 años en la clase de niñas esmirriadas de 8. Tontas barbies de juguete que sólo saben hablar, jugar y no pensar. Siempre se decía eso pero, ¿acaso ella sabía pensar? Claro que no, ella era tan niñata como ellas. Le gustase o no, la vida la había tratado de esa forma por algo. Hablas como tu abuela; le decía su madre.
Y las niñas seguían siendo niñas, Gloria seguía siendo bruta y Emily...bueno, ella no estaba, en cambio, había un maniquí que se movía y actuaba como ella, un muñeco agresivo y diabólico que, con una paliza, la había llevado al hospital. ¿Podría con ella ahora? Quizás sí, aunque probablemente no.
¿Y si Emma sospechaba de ella? Es decir, seguramente sabía que Gloria se había dado cuenta de quién era realmente pero, ¿cómo iba a notarlo? Si ella misma se había cuidado de decir las mismas palabras con las que hablaba con Emily...¿no? No, no había de qué preocuparse; se dijo. Yo diría que sí; dijo una voz extraña, diferente a las demás. Una especie de...¿demonio? Gloria se volteó para ver a Emma y ésta la observaba con una sonrisa y, acto seguido, asintió muy lentamente. Gloria se había enterado de algo nuevo; Emma, ¿podía leer la mente?

¡Hola a todos y todas! Pues nada, espero que os haya gustado. He querido darle una perspectiva diferente, espero que os haya molado jaja. ¡Un beso grande a todos!

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