Capítulo 3: Novia a la Fuerza

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Eran un poco más de las 2:15 de la mañana cuando Haruna iba subiendo al segundo piso para ir a dormir antes de que fuera la hora de levantarse y de alistarse para la escuela, en eso escuchó sonar el teléfono que estaba en la pared junto a las escaleras, y ya que todo indicaba que ninguno de sus padres iba a contestar por el regocijo que aún disfrutaban debido a la buena noticia sobre el nuevo trabajo del Señor Otonashi, pues se animó a descolgar el teléfono para no hacerle perder el tiempo a quien llamara a esa hora.

-Hogar Otonashi- saludó a quien llamara.

-Buenas noches, querida Haruna- le saludó la conocida voz de Kidou del otro lado.

-¿Tú?. ¿Cómo sabes mi teléfono si ni siquiera te lo he dado?- le cuestionó.

-No voy a hablar de eso a esta hora- tachó sin más-. Sólo quería saber si ya te enteraste de la noticia sobre el trabajo de tu padre.

-¿Qué?. ¿Entonces esto fue obra tuya?- le cuestionó totalmente anonadada.

-Espero cumplas con tu promesa, querida novia. No quisiera que acabes tragándote mil agujas- finalizó de decir en un tono divertido-. Te veo por la mañana en la escuela- se despidió.

-Eh... ¡Espera un...!- pero no alcanzó a regañarle nada porque ya le habían colgado del otro lado del teléfono-. No puede ser... si él le consiguió trabajo a mi padre... eso significa...

Claro, no había que darle tantas vueltas al asunto, después de todo, si lo pensaba mejor, normalmente nadie llamaría en la madrugada a alguien para decirle que estaba contratado. No podía creer que había sido tan despistada para no darse cuenta que había sido obra del chico, por lo cual no pudo evitar gritar a todo pulmón.

-¡YUUUUUTOOOOOOOOO!- gritó enfadada-. Eres un... eres un... ¡AAAAAAAAAHHHHHHH!- volvió a gritar llamando la atención de sus padres que se habían parado de la mesa para verla ocultos detrás de la pared.

-¿Tienes alguna idea de lo que pasa?- le murmuró el señor Otonashi a su esposa.

-Ni idea- admitió ésta mirando las enfadadas reacciones de su hija con vergüenza ajena.

-0-0-0-

Y en otro lugar de Inazuma, a esa misma hora, un hombre de quizás una edad cercana a los 50 se había desvelado leyendo un libro de su interés, más precisamente una novela histórica que contaba la historia de un centurión romano que iba en contra del imperio. Llevaba puesta su bata de levantarse sobre el pijama que llevaba esa noche y se había acomodado tranquilamente desde hacía más de tres horas en su sofá reclinable que era uno de los tantos lugares que habían para sentarse en aquella enorme sala de estar que era parte de la mansión en la cual vivía y le había sido imposible despegar la vista de su lectura. Sin embargo, la armonía del silencioso ambiente se vio interrumpida cuando empezaron a tocar el timbre incesantemente y sin embargo trató de seguir leyendo como si nada pasara pues ya sabía que Batora, su mayordomo, se levantaría de la cama en algún momento y saldría a abrir la puerta.

-Ya voy- decía somnoliento el anciano mayordomo al tiempo que se colocaba una bata de levantarse para recibir a quién fuera el que molestase a esa hora-. Ya voy, no se altere tanto- seguía diciendo cuando notó que tocaban con más insistencia.

Y, en cuanto llegó a la puerta y la abrió, se encontró con...

-¿Pero qué...?- exclamó sorprendido sin poder hacer nada en cuanto notó que aquel joven de quizás 19 o 20 años a quien le había abierto la puerta trataba de colarse en la mansión sin siquiera saludar, y aunque sólo alcanzó a pararle torpemente tomándole por un brazo fue suficiente para detener el avance de éste.

Oniō no Saigo Yūwaku: La Última Tentación del Rey DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora