Tercera Parte

368 10 0
                                    

–¿Cómo te sientes?

—Un poco desorientada. —Me incorporo en la cama con cuidado. Definitivamente es una sensación extraña, como si estuviera en un sueño oscuro. No puedo abrir los párpados; son como dos pesos muertos sobre mi cara. No dejo de girar la cabeza buscando la luz, pero, por supuesto, no hay ninguna.

—Bueno, no ha sido tan difícil, ¿no crees? —bromea Jeremy.

—Pero tampoco fácil, eso puedo asegurártelo. Y no creo recordar que te hayas ofrecido voluntario en mi lugar.

—Este fin de semana es sobre ti, cariño, y no sobre mí. —No quiero volver a entrar en eso.

—¿Qué era? ¿Qué me has puesto en los ojos?

—Quédate tranquila, nada que no haya sido aprobado por los parámetros farmacéuticos más estrictos. Nunca te pondría en ningún peligro. Soy médico, ¿recuerdas?, y me tomo mi juramento muy en serio.

Genial, invoca sus principios morales mientras tiene acceso a cualquier droga que desee.

—Eso es muy reconfortante, doctor Quinn, dada mi actual situación.

Se ríe.

—En serio, ¿estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?

—No dudo que necesitaré ayuda para todo ahora que me has dejado totalmente ciega. ¿Estás seguro de que esto no es permanente?

—Las gotas duran veinticuatro horas más o menos. Tendré que volvértelas a echar mañana. Házmelo saber cuando su efecto empiece a desaparecer.

—No te preocupes. Me aseguraré de informarte en cuanto vea un resquicio de luz. —Mi voz está teñida de sarcasmo. Levanto la mano intentando palpar el estado de mis ojos por mí misma. Parecen tan pesados..., es tan extraño...

—Oh, no, no lo hagas. —Me aparta la mano—. No debes tocártelos. Por eso debes llevar también este antifaz, como recordatorio de que tienes que dejar los ojos en paz.

—De ninguna manera. Eso no es necesario. No puedo ver nada.

—Lo es y lo harás. —Me lo coloca por la cabeza. Se adapta a la perfección a mis ojos, su tacto es como de suave seda.

—Bueno, bueno, otra cosa que encaja perfectamente. ¿Es que lo has hecho a medida? —digo bromeando.

No hay respuesta.

—¿Jeremy? —Hay una larga pausa.

—Sí, Alex, de hecho ha sido así.

* * *

—Ven conmigo.

Jeremy me sujeta por ambas manos y me ayuda a levantarme de la cama. He olvidado que llevo tacones altos y me tambaleo ligeramente antes de recuperar el equilibrio.

—Vaya, esto es realmente extraño.

Pasa su brazo alrededor de mi cintura y me lleva fuera del segundo dormitorio con mucho cuidado. Me siento como una inválida. Aún estoy conmocionada por que esto haya sucedido, y por que ahora esté ciega y totalmente dependiente de Jeremy durante el fin de semana. La situación me hace estar nerviosa y tensa pero, de alguna forma, también excitada, al no saber qué esperar. Mi estado de ensoñación se ha evaporado, de modo que solo puedo confiar en no estar adentrándome en una oscura pesadilla.

—Ven, sentémonos en el sofá. —Me guía muy despacio, mientras me acomoda en los suaves cojines de terciopelo. Trato de localizar el reposabrazos pero no hay ninguno. Me pregunto cómo consiguen los invidentes hacer estas cosas cada día de sus vidas. Sin saber cómo ni cuándo sucederán las cosas. Una vocecilla optimista dentro de mí se siente serenamente agradecida por haber pasado previamente algún tiempo en la suite del hotel. Al menos he podido familiarizarme un poco con el entorno.

Destinada a GozarWhere stories live. Discover now