Séptima Parte

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Cuando vuelvo a abrir los ojos, Jeremy no está en la habitación, pero para mi alivio la puerta del dormitorio está abierta. Como mis ropas no parecen estar por ningún lado, tiro de la sábana y me envuelvo con ella. La luz que entra por la puerta me ciega momentáneamente y me tomo unos instantes para permitir que mis ojos se adapten a la claridad de la que han estado privados durante tanto tiempo. Al encaminarme hacia el pasillo una súbita sensación de incomodidad se apodera de mí, como si estuviera cruzando el umbral hacia otro mundo. Entonces caigo en la cuenta de que esta habitación no es el segundo dormitorio de la suite del ático. Por alguna razón, había imaginado que habíamos vuelto al Hotel Intercontinental y que Jeremy había tenido la consideración de montar una habitación de hospital en un sitio diferente de la suite.

Sorprendida por esta circunstancia, me ciño instintivamente las sábanas alrededor del cuerpo y avanzo con paso indeciso para adentrarme en un nuevo mundo.

—Ah, estás levantada. Acabo de hacer un poco de té verde.

Me mira de arriba abajo y deja rápidamente las tazas en la mesa. Mi expresión de asombro no desaparece ni siquiera cuando saca de su bolsillo unas gafas de sol y me las pone, apoyándolas sobre mis orejas, presumiblemente para amortiguar la intensidad de la luz que reciben mis ojos. Le miro boquiabierta, completamente muda, mientras penetro en el amplio espacio arrastrando la sábana, como si fuera una gran cola, detrás de mí.

Los colores nublan mi visión, aturdida ante el azul intenso de un cielo sin nubes, el verdor de un enorme y exuberante bosque y la más absoluta ausencia de civilización. Las escarpadas laderas de las montañas ofrecen un impresionante telón de fondo a las cristalinas aguas que centellean bajo el brillo de la arena blanca. Parpadeo con fuerza y tardo unos segundos en absorber el paisaje y continuar con mi silenciosa exploración, incapaz de pronunciar palabra. Mis ojos se pasean por una gran terraza hasta posarse sobre una bañera termal empotrada a nivel del suelo que parece fundirse con el horizonte. Una cocina inmensa se abre a un comedor más o menos convencional y a un salón decorado con una chimenea ultramoderna suspendida en mitad de la habitación y rodeada por el sofá más grande que haya visto jamás. Mis vacilantes piernas serpentean lentamente arrastrando la sábana que cubre mi cuerpo por los diferentes niveles de la

habitación, mientras trato de absorber este vasto y remoto entorno.

¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?

Todo parece tener forma redonda o circular, lo que resulta insólito para mis ojos. Jeremy permanece inmóvil y me deja que continúe con mi escrutinio. Doy unos pasos hasta llegar a un pasillo y abro unas puertas dobles de lo que, sin duda, debe de ser el dormitorio principal. La habitación es redonda, rodeada de ventanales, y está construida bajo la bóveda que forman los árboles del bosque. Una lujosa y sofisticada cabaña en un árbol. En el centro de la habitación hay una cama enorme, también circular, con almohadas redondas en los bordes, obviamente hechas a medida y tapizadas con los más delicados hilos de oro. La decoración y los colores de la habitación se funden en perfecta armonía con el entorno, a excepción del llamativo contraste de un enorme ramo de florecientes rosas rojas, donde solo algunas están totalmente abiertas. Justo lo que Jeremy prometió cuando nos reencontramos. Su belleza me corta la respiración. Siento las lágrimas agolparse en mis ojos a medida que las emociones inundan mi corazón por la enormidad de todo lo que he experimentado con él desde entonces. Para ser sincera, nunca en mi vida me he sentido así. Recorro silenciosamente la habitación, examinando la vista desde cada ángulo. Una vez más, trato de buscar algún signo de presencia humana. Nada. Solo nosotros y la naturaleza. A pesar de que la belleza de lo que me rodea es prácticamente sobrecogedora, no puedo evitar preguntarme en qué lugar de Google Earth estamos.

Me desconcierta que todo esto se deba a un asunto de trabajo. Tomo asiento al borde de un increíblemente suave y mullido sofá color arena, abrumada por este entorno totalmente nuevo. Jeremy entra en la habitación con una sonrisa en la cara y se acerca a mí, abrazándome por detrás.

Destinada a GozarWhere stories live. Discover now