Cuarta Parte

357 7 0
                                    

–Ahora vamos a vestirte. Nos espera un gran día.

—¿Un gran día? ¿Es que no vamos a quedarnos aquí retozando todo el día? —No me imagino desprendiéndome de mi albornoz durante unas cuantas horas, así que no le tomo en serio.

—¡Ya estás con otra pregunta! —exclama.

No empecemos otra vez con el tema de las preguntas, pienso. Su tono me inquieta. No entiendo de qué va. ¿Qué es lo que quiere? ¿Una amante muda? Pues claro que tengo preguntas, ¿qué mujer sobre la faz de la tierra no las tendría incluso en circunstancias normales y, no digamos ya, en una situación como esta? Ojalá se relajara y no se obsesionara tanto con todo ese asunto.

Pero en vez de decirle todas esas cosas en voz alta, me felicito para mis adentros por la lección de ayer noche, o lo que fuera, y pruebo otra estrategia.

—Y bien, ¿entonces qué voy a ponerme? —pregunto tontamente con voz demasiado chillona.

—Realmente no sabes parar, ¿verdad?

—¿Parar qué?

—¡De hacer preguntas! —Suena completamente exasperado.

—No lo he hecho —replico indignada—. ¿O sí? —Entonces repaso mis últimas palabras—. Supongo que soy un poco lenta de entendederas.

Trato de minimizar mi error y extiendo una mano para localizarlo y darle un rápido abrazo de perdón, pero el espacio a mi alrededor está completamente vacío.

—Ya aprenderás, Alex —oigo desde alguna parte de la habitación—. Aunque no estoy seguro de que vayas a apreciar la lección.

—¿Qué es lo que...?

Escucho las palabras salir de mi boca antes de que pueda impedirlo y me detengo de golpe. No entiendo su crítico comentario pero, por si acaso, no pienso hacer ninguna otra pregunta.

—Muy bien, vamos a vestirnos —digo con el tono más alegre y despreocupado que puedo.

—Eso está mejor —replica suavemente y me besa en los labios, de nuevo contento. Mejor que mejor.

Sin embargo... No puedo evitar pensar que estoy siendo entrenada para algo, como un buen cachorro.

—Las chicas llegarán en cualquier momento para ayudarte a vestir.

Justo cuando pronuncia las inesperadas palabras suena una llamada en la puerta que me sobresalta aún más.

—Chicas, ¿qué chicas? —digo con voz anormalmente aguda—. Lo siento, lo siento —añado automáticamente antes de que empiece con la cantinela de «otra pregunta». Una vez más me noto totalmente crispada.

—Tú solamente relájate. Voy a abrir.

No tengo mucho donde elegir. Escucho unas voces femeninas presentándose a Jeremy en la puerta, alguien llamado Cindy... o Candy... ¡No puede ser verdad!

—Hola, me alegro de que hayáis podido venir. Pasad, está ahí dentro.

La cabeza me da vueltas cuando trato de encontrar el borde de la cama y, accidentalmente, caigo rodando hasta el suelo. Jeremy aparece corriendo y me pregunta si estoy bien. Me siento como una completa idiota. Estoy tan avergonzada que desearía hacerme un ovillo y que el suelo me tragara. ¿Cómo se atreve? El corazón me late tan deprisa que ya no sé qué pensar, hacer o decir. Él siempre ha tenido esta fantasía sobre dos chicas... ¡No pretenderá, no lo hará! Entonces me ayuda a levantarme.

—¿Seguro que estás bien? Te has puesto pálida.

Lo que estoy es negra, totalmente furiosa, así que no puedo imaginar cómo será mi aspecto. No consigo encontrar las palabras.

Destinada a GozarWhere stories live. Discover now