Sexta Parte

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Mis dedos tantean con avidez lo que les rodea.

Suaves y lujosos placeres. Exploran un sedoso montículo y descubren su cúspide.

Me hago un ovillo satisfecha. ¿Qué es lo que he descubierto? ¿Un pecho?

Lo cubro con la palma de mi mano y siento su suavidad. Juego con su pináculo hasta que se endurece, y luego tengo la buena fortuna de descubrir otro.

Lo hago cobrar vida hasta dejarlo igual que su pareja.

Es la almohada de pechos más suave que cabría imaginar. Y tan receptivos, tan llenos, tan moldeables bajo mi tacto.

Continúo mi juego, mis pellizcos... Me gustan demasiado como para apartarme de ellos.

Otra mano toca suavemente mi pecho.

—Son increíbles, ¿verdad? —dice la voz de Jeremy muy bajito.

Aparto las manos al instante, avergonzada. Creía que estaba sola.

—Oh, no sabía que estuvieras aquí. Lo siento.

—No hay nada que sentir, Alex. Son tuyos y puedes tocarlos cuanto quieras. —Creo percibir la sonrisa en su voz, lo que me recuerda que aún estoy ciega.

Unos fuertes brazos me envuelven, acunándome.

—Y por supuesto aún sigo aquí. Te dije que cuidaría de ti.

Mis pensamientos son confusos y dispersos.

—¿He estado soñando? —Me sonrío a mí misma... Ah, sí, unos sueños y fantasías increíbles, como nada que haya experimentado en mi vida. Mi cuerpo reacciona al instante ante el recuerdo, la intensidad de los sentimientos vibrando a través de todo mi ser.

—¿Te encuentras bien? —pregunta Jeremy ansioso, con un matiz de preocupación.

—Oh, sí... pero no estoy segura... ¿qué ha pasado, Jeremy...?, ¿dónde estamos?

Y al hacer las preguntas siento de pronto un dolor apagado en mi trasero e instintivamente me prohíbo hacer ninguna más.

—Chist, tú solo relájate. Has pasado por demasiadas cosas. —Me acaricia suavemente el pelo.

Aún sumida en la neblina, decido que es mi mejor opción. Y mientras me hundo en su firme y perfecto pecho, levanto una mano

hacia mis ojos, confirmando la presencia del antifaz de seda.

—Sí, aún está ahí, cariño. Te lo quitaré dentro de poco. —Me besa las manos, apartándolas de mi cara. Y me echa un cálido edredón por encima.

Puedo oír su voz resonando en su pecho, pero no sus palabras que parecen arrullar y sosegar mis pensamientos como mullidas nubes flotando en un cielo azul. Estoy en un estado de absoluta dicha, satisfecha por estar caliente y segura a su lado. Podría estar leyéndome un cuento, un poema o un artículo del periódico que me daría igual. Soy incapaz de descifrar sus palabras... Escucho los latidos de su corazón con un oído y quizá la lluvia golpeando contra el cristal con el otro y me concentro en esos dos sonidos antes que en lo que Jeremy está diciendo. Vuelvo a prestar atención a su voz a tiempo de oírle decir:

—¿Tienes sed, hambre?

Qué idea tan maravillosa.

—¿Queda un poco más de chocolate caliente? Parece caldearme de dentro hacia fuera.

—Pues claro, haré un poco más.

El colchón se mueve cuando desplaza su peso y de pronto tengo una sensación incómoda, como si fuera a caerme. Aferro ansiosa su brazo.

Destinada a GozarWhere stories live. Discover now