c a t o r c e

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-¿Qué pasa si nos quedamos a vivir aquí?- Dijo luego de hacer un no muy buen movimiento, dejé de ponerle atención al tablero y la miré.

-No se, seríamos algo así como una especie de ermitaños... sería genial- Agregué subiendo los hombros con simpleza. Ella asintió lentamente con la mirada perdida, se concentraba más en la naturaleza que en la partida de ajedrez que jugábamos. También se excusó diciendo que no era buena contrincante así que, sin demasiado esfuerzo logré hacerle jaquemate.

-Creo que leeré un poco- Se puso de pie y caminó hasta la cabaña.

-¿Podrías traer la guitarra?- Respondió con un ok y al poco tiempo regresó con ambos objetos, más unos cuantos cigarros también.

Se subió a la hamaca, encendió un cigarro y se acomodó. Puso el libro sobre su abdomen y me miraba mientras yo, sentado sobre el césped, afinaba la guitarra.

Su mirada era tan dulce y pacífica, me llenaba el corazón de algo que hace mucho no sentía, una extraña especie de inocencia. Y es que cierto era que toda clase de sensaciones me provocaba al estar con ella, desde los más carnales hasta sentir la necesidad y satisfacción de dormir en su pecho, porque si, porque lo más raro de todo es que he logrado dormir por más de cinco horas estando aquí.

Desde que todo mi interior estallaba cada vez que la veía sonreír hasta las veces que se burlaba del tatuaje de la S, el cual le había dicho que era por la inicial de Satán.

Desde que se despertaba hasta que se dormía.

Me sonrió y abrió aquel libro de Lovecraft en la página que había marcado anteriormente, yo bajé la vista e involuntariamente, como la mayoría de las veces, sonreí.

Juliet leía en completo silencio, mientras que yo improvisaba algunas vagas melodías, aún inspirado por todo lo que estaba ocurriendo.

Y así, absorto en mis pensamientos, pasé mucho tiempo escribiendo.

Quedé completamente sorprendido cuando me di cuenta de que Juliet ya no estaba, no había notado siquiera sus movimientos ni en que momento se había ido. Miré a mi alrededor y a lo lejos logré divisarla, cerca del bosque muy probablemente tomando fotografías.

Me senté nuevamente con la espalda apoyada en el árbol y encendí un cigarro. Me perdí por un momento de todo, divagando otra vez en mi mente. Agobiado por la infinidad de sentimientos.

-Qué seriedad- De pronto escuché su voz, seguida por una pequeña risa. Levanté la mirada hacia ella que estaba unos metros a mi derecha. Caminó hasta mi y se sentó, sus botas estaban sucias -¿Te parece si después de almorzar vamos a descubrir el resto de la isla?-

-Lo que desees, cariño- Dije sin resistirme ante su entusiasmo y sonrió dejando a la vista sus bonitos dientes.

-Entonces sigue en tu trance, voy a preparar la comida- Se abalanzó levemente y depositó un beso en mi mejilla, sonreí al sentir su contacto. Le di la última calada al cigarro y la observé hasta que se adentró en nuestra momentánea morada.

Llegamos riendo, muy cansados y empapados, gracias a la inesperada lluvia, de nuestra excursión.

-No puedo creer que mañana sea nuestro último día aquí- Hizo un puchero mientras se sacaba la ropa húmeda.

-Yo tampoco, lo he pasado tan bien. Hace demasiado tiempo no venía, deben ser unos quince años más o menos- Añadí y me quite el gorro y la camiseta, sacudí mi cabello con ambas manos. Juliet se quedó en silencio y mi ojos viajaron hasta ella, estaba inmóvil y no dejaba de mirarme.

Love you like I do (Ville Valo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora