Capítulo ocho

499 11 2
                                    

no estaba lejos pero visto lo visto no me apetecía demasiado ir sola por la ciudad y menos de noche.

- Bueno no queda otra a caminar - sonaba convincente al menos

Las calles estaban poco iluminadas y para dar más desanimo no se veía a nadie por los alrededores, un único coche pasó a mi lado la carretera se quedó vacía.

De repente, el cielo se oscureció mas, me asusté al darme cuenta que alguien me seguía sigilosamente a pocos metros. De inmediato, miré hacía delante y aceleré el paso. Un escalofrío que nada tenía que ver con el tiempo me recorrió la espalda, seguro eran ellos, los mismos que han estado intentando matarme.

Escuché con atención los pasos, no parecía que estuvieran apretando el paso ni que se encontraran más cerca, continué andando lo más deprisa posible sin llegar a correr, concentrándome en el giro que había a mano derecha, llegué a la esquina, pero una rápida ojeada me mostró un callejón sin salida que daba a la parte posterior de una casa, pero ya era tarde para huir los tenía detrás de mi.

- ¡ Sí! - gritó una voz a mis espaldas, haciéndome dar otro salto mientras

intentaba buscar refugio.

- Apártese de mi - le previne con voz que se suponía debía sonar fuerte y sin miedo

- Ja ja ja , ¡Cállate! - me dijo el que parecía ser el jefe, su voz era ronca y sus ojos no parecían humanos, eran oscuros en su totalidad, vestían con un pantalón negro y de cintura para arriba iban desnudos, la oscuridad me impedía ver con claridad, pero de sus espaldas salían unas especies de alas negras, se abalanzó sobre mi y me sujetó con fuerza, sus fuerte manos me sujetaron por el cuello.

En ese momento, unos faros aparecieron a la vuelta de la esquina, a tanta velocidad que creí que nos iba atropellar, de forma inesperada derrapó hasta detenerse con la puerta del copiloto abierta a pocos metros de mi.

Ángeles, Amor InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora