Capítulo 2

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Apretó con más fuerza la almohada sobre su cabeza. Lo enterró en ella, se cubrió con la sabana, giró en su lugar algunas veces. Hasta que se dio por vencida. El perro de Halley era tan estúpido como ella, siempre tan ruidoso y siendo un molesto grano en el trasero.

- Mataré a ese animal si ladra así cada mañana - ella movió uno de sus ojos a la miserable apariencia de su hermano, con los ojos hinchados, su cabello revuelto y la saliva seca dándole hasta la oreja - le abriré el estómago, lo ataré y lo colgaré en la puerta de su habitación mientras ella duerme. Jamás darán conmigo -

- Buenos días, para ti también - dijo burlona, sentándose en su lugar y estirando los brazos con la esperanza de quitarse la flojera. Cosa que claro, no funcionó - bajemos a desayunar y durmamos un rato más. Podemos aparecer por el medio día, a nadie le importará - quizá eso ultimo era un poco mentira. Nathaniel lo sabía, pero lo tomaría por un momento.

No tardaron mucho en bajar las escaleras, con flechas en la espaldas y sonrisas brillantes por la noche de buen sueño. Aunque el buen cuerpo no les duró demasiado, el desayuno siempre era incómodo.

- Buenos días, muchachos ¿Qué tal la noche? - ambos se miraron por un segundo, apretando un poco los labios y encogiéndose de hombros antes de tomar asiento.

- Bien, supongo. Nuestra habitación es fresca - habló el rubio mientras se llevaba una cucharada de avena a la boca, su hermana lo imitó -

- Escuché que saliste después del toque de queda, Cathy - ella empezó a toser con fuerza, sentía que le faltaba el aire y pudo sentir las palmaditas de su hermano en la espalda - ¿Y bien? ¿Vas a decirme que hacías afuera?

- Para empezar, le he dicho que no me llame así - renegó inmediatamente mientras lo miraba mal, suspiró con pesadez - me estaba sintiendo algo mal, un mareo y no quería devolver la comida - mintió - de todos modos, Merle me hizo volver al momento - como si le hubieran encendido la energía, comenzó a devorar el contenido del plato, dando grandes mordidas al pan y tomando el jugo casi de un trago - con permiso, yo volveré a dormir.

- Pero, dijiste... esta bien, que descanses - Nathaniel la siguió con la mirada hasta que la perdió por las escaleras.

No era un secreto para nadie, que Catherine no era precisamente la fan número uno del líder de su comunidad, era notable el miedo que subía hasta los ojos de la chica cuando el hombre estaba cerca; siempre evitándole los ojos, negada a estar cerca de él.

Su cuerpo cayó pesado en la cama. Era algo difícil dormir bien tras los muros de esa ciudad. Se sentía incluso más intranquila que afuera. Su madre siempre se los repetía, era por eso que evitaban los grupos grandes.

Las personas vivas eran más peligrosas que las muertas.

- ¡Cath! - gritó frustrada contra la almohada antes de levantarse. Ni si quiera habían pasado treinta minutos, por dios.

Volvió a ponerse sus cosas encima, ya no planeaba volver a la cama por ese día. Acomodó el arco en su hombro, apretó la protección de su brazo y jugueteó con el dedal antes de por fin bajar hasta la cocina. Otra maldita vez.

- Lamento que nuestro almuerzo termine aquí, pero esto es un trabajo de tiempo completo. - los ojos del hombre viajaron a la chiquilla - hora de irnos.

- ¿Ella también va? - su mirada aburrida se paseó por todas las personas de la habitación. Eran ese par de la noche.

- Trabajo bien, no hay de qué preocuparse - habló con suavidad, tratando de dejar que una pequeña sonrisa le pintara la cara.

- Pero, es solo una niña - Catherine prestó verdadera atención al par de mujeres, unos azules temerosos, otros, negros como la noche; escépticos.

The girl with strange eyes. ||Carl Grimes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora