Capítulo 25

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- Te veo luego, lo mejor será que yo también comience a ordenar mis cosas – Catherine le sonrió con aparente tranquilidad, pero con las manos temblorosas – al menos quiero leer algo bueno en el aislamiento – discretamente limpió el sudor de su cuello y trató de bajar las flemas de su garganta. La luz ya comenzaba a incomodarle y la pesadez de su pecho la desesperaba en cada inhalación que daba.

- Claro, nos vemos pronto – reacomodó su mochila y esperó hasta que Ansel estuviera fuera de su vista. Él andaba con paso tranquilo por el pabellón; acomodando su cabello en ese pequeño moñito que ya se alcanzaba a peinar y volteó a verla una última vez, con una tenue sonrisa pintándole la cara. Volvió a jalar una rasposa bocanada de aire.

En ese instante, soltó la mochila en el catre y salió a toda velocidad con dirección al edificio administrativo. Podía sentir el correr de su corazón en los palpitares de sus odios, sus pulmones esforzarse por seguir trabajando.

Podía sentir su cuerpo enfermo.

Ató el pañuelo en su cara y rezó por que su áspera tos no apareciera de nuevo después de agitarse al haber corrido. Pero necesitaba ir. Necesitaba escucharla y saber que todo estaría bien.

Caminó en silencio por los pasillos medio iluminados, mezclando su cuerpo delgado con las sobras del lugar y las paredes manchadas de sangre negruzca. Sus pasos eran cuidadosos, apenas un ligero golpeteo en el suelo de madera.

Se detuvo dudosa frente a la puerta, tratando de llevar el oxigeno a sus pulmones de la mejor manera posible, por que dolía, en serio que dolía y lo último que necesitaba, era preocuparla de más. Su visión borrosa, junto al tremendo dolor de cabeza, la hicieron caer de rodillas; sus pies vibraban de cansancio. Suspiró con pesadez, ya estaba ahí.

- ¿Cath? – murmuró bajito, casi con miedo; haciendo el intento de controlar el dolor de su corazón - Ya te esperaba –

- Hola, Beth – desde el otro lado de la puerta, la rubia sonrió con un poquito angustia.

- No viniste ayer, ya comenzaba a preocuparme – y si que tenía sus razones para hacerlo. Podía sentir sus jadeos al otro lado de la madera. Su voz apaciguada por la tela y sus intentos malogrados por fingir estar bien.

- Estuve arreglando mis cosas. No podíamos entrar al pabellón hasta que ustedes se hubieran ido – pasó su mano por la piel de su frente. Ya estaba más caliente –

- Me enteré de lo de Karen y David; el pánico inició – murmuró con voz apagada – también que esto se esta propagando más rápido. Maggie dijo que Glenn lo tiene.

- Y Sasha... y yo, Beth – un gemido ahogado se escuchó desde el otro lado. Los ojos azules de la granjera se llenaron de agua, lo sabía, pero no quería creerlo. Luchó por bajar el nudo en su garganta, tragando saliva varias veces antes de poder hablar–

- Pues... espero que no vengas a despedirte, por que yo no lo haré –Cath sonrió con tristeza, corriendo por debajo de la puerta el papel y la pulsera –

- La foto es para ti, sé lo mucho que te gusta. La pulsera es para Carl, dile que olvide dársela el otro día. Aunque, la verdad, la estaba guardando para su cumpleaños – Beth apretó las cosas entre sus manos y enserio deseó ser un poco más fuerte, no tener las lagrimas tan fáciles. Ser un poco más como Maggie. O como Cath.

- Hablas como si ya estuvieras muerta...

- Beth, la enfermedad es peligrosa, yo no sé si voy a...

- ¡Estas viva y vas a seguir así, ese es tu trabajo! No puedes dejar que la gente se encariñe contigo y simplemente marcharte – los ojos de la castaña se humedecieron; pero sabía que, de ponerse a llorar, jamás se iría de ahí.

The girl with strange eyes. ||Carl Grimes||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora