Cuando nos conocimos

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Paola, una joven de 21 años, de estatura media, cabello castaño y ojos cafés, nunca se imaginó que en una noche fría y solitaria, que parecía ser como cualquier otra, conocería a la persona que cambiaría su vida para siempre

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Paola, una joven de 21 años, de estatura media, cabello castaño y ojos cafés, nunca se imaginó que en una noche fría y solitaria, que parecía ser como cualquier otra, conocería a la persona que cambiaría su vida para siempre.

Paola caminaba, a eso de las 8:30 p. m., por una calle solitaria de la ciudad de Caracas, cuando de repente dos hombres, quienes vestían ropa de color negro y caminaban como si no pudieran mantener totalmente el equilibrio, la miraron y uno de ellos le dijo:

-Hola, princesa. ¿Por qué tan sola?

-Por favor, no vayan a hacerme daño -les rogó Paola.

-Pero, ¿Por qué querríamos hacerte daño? Solo queremos divertirnos -respondió uno de los dos hombres con una sonrisa en el rostro.

-¡Auxilio! -gritó Paola, luego de que los dos hombres se acercaran hacia ella.

En ese momento, un joven, de 24 años, de estatura alta, cabello castaño, ojos celestes y cuerpo atlético, que iba pasando por la calle se acercó y les dijo, con un tono de voz desafiante, a los dos hombres:

-Dejénla en paz.

-Y si no, ¿qué? -replicó uno de los dos hombres mientras miraba al joven de 24 años.

En ese instante, los dos hombres se acercaron al joven y comenzaron a golpearlo.

-¡Por favor, no lo golpeen! -Suplicó Paola.

Una vez que los dos hombres se marcharon y el joven quedó inconsciente en el pavimento, Paola corrió a ayudarlo.

-Oye, ¿estás bien? -le preguntó Paola al joven mientras lo ayudaba a levantarse.

-Sí, estoy bien -le contestó el joven con la voz entrecortada.

Paola, un poco apenada por lo que había sucedido, decidió llevarse al muchacho a su casa para curarlo:

-Pero te ves muy mal; te llevaré a mi casa para curarte esas heridas.

-No, no es necesario -afirmó el joven.

-Claro que sí es necesario, nada más mírate, ve como te dejaron.

Finalmente, el joven accedió a ir a la casa de Paola y, luego de caminar varias cuadras, llegaron al inmueble.

Una vez en la casa, Paola invitó al joven a sentarse:

-Siéntate en el sofá, ponte cómodo, mientras yo busco el botiquín de emergencias.

-Está bien, no tardes -le respondió el muchacho mientras procedía a sentarse en el sofá negro que estaba más cercano a la puerta.

Después de unos minutos, volvió Paola con el botiquín de emergencias y procedió a curar al joven.

Paola sacó una venda blanca del botiquín, la mojó con alcohol y luego comenzó a curarle las heridas.

En ese momento, el joven miró fijamente a los ojos a Paola y le dijo un poco aflijido:

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