Perdido.

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El sol comenzaba a ocultarse, y a pesar de eso el viajero seguía adelante en su camino, apresurando temeroso su paso al notar el cielo obscurecerse minuto tras minuto. El viajero pasaba por una angosta vereda, iba marcando su camino sobre el césped por cada paso que daba. Subía sin cansancio por un cerro, el lugar estaba tan vacío que parecía un desierto.

Este viajero era apenas un adulto joven, no más de treinta años, de mirada viva y alegre, una excelente persona por donde quiera que se le viese. Este viajero era una tortuga mutante alta y esbelta, era normal la convivencia entre mutantes y humanos. –No puedo equivocarme– murmuró. –Aquellos tipos me dijeron que debía cruzar el río, y así lo hice... Después que sólo siguiera adelante, siempre adelante– suspiró pesadamente. –Detrás de mí esta Villamojada, por lo que Adelante, siempre adelante, debe estar esas famosas minas de Socartes.

El viajero continuó con su camino, ya comenzaba a preocuparse, por más que caminara nunca encontraba nada, ni siquiera un alma cerca de ahí. Pero no se rendía, continuaba con su "Adelante, siempre adelante", frase que él utilizaba para nunca rendirse.

Dio una risa burlona, pero sarcástica. –No cabe duda, ahora si me he perdido, ahí tienes Donatello, ese es tu resultado por siempre utilizar tu "Adelante, siempre adelante", claro, era de esperarse, esos tipos siempre quieren verme la cara, seguro ahora mismo se están riendo de mi...– Suspiró nuevamente, desanimado y aún preocupado. –Debería por lo menos escuchar maquinaria trabajando las minas, pero no oigo nada... Pero ya estoy aquí, así que sólo seguiré adelante.

Donatello, el cual es el nombre de este viajero, continuó con su camino, "Adelante, siempre adelante". Recorrió más de un kilómetro, seguía sin encontrar nada. Después de un rato Donatello decidió tomarse un descanso, pues ya era muy noche y ya estaba cansado de recorrer tanto en una sola tarde.

Convenientemente había una piedra justo al lado de donde decidió parar, fue a descansar sobre esta piedra. –Un descanso es lo que necesito, tal vez ya con la cabeza fría pueda continuar– Sonrió ante sus propias palabras.

Lejos de donde se encontraba este viajero, se escuchaba un dulce cantar, una bella y femenina voz se escuchaba a lo lejos, esto llenó de esperanzas al viajero. –¡Pero que bella voz! Pero... se está alejando... ¡Hey, aguarda un momento jovencita! – Se puso de pie, y comenzó a seguir aquella voz.

El dulce cantar se iba perdiendo, pues cada vez se iba alejando más... El canto cesó por los gritos de Donatello, sin duda aquella joven se había asustado con la brusca y nada respetuosa interrupción de Donatello, provocándole el huir de ahí.

Genial...–Dijo con un tono sarcástico, y decidió continuar su camino, pues esto significaba que ya estaba cerca de las minas de Socartes.

Mientras caminaba, comenzó a sentir unos pasos muy cerca de él. –¿Hola? Jovencita, Joven, quién sea, sabe cómo llegar a las minas de Socar-...–No pudo concluir su frase, pues escucho unos ruidos extraños muy cerca de él, y la voz de un joven llamando a esta criatura. –¡Chompy, vuelve acá!

Chompy era una tortuguita de extraña procedencia, este se acercó al viajero Donatello para tratar de intimidarlo, pues para él era una amenaza para su dueño, eso es lo que creía, pues le era desconocido su olor. Mas su torpe intento de intimidar al viajero cesó, además de ser muy pequeñito para intimidar, fue llamado por su amo.

Donatello logró ver la figura de aquel joven que acompañaba a la pequeña tortuguita que, inmóvil y sin expresión, estaba de pie junto a ambos. Para su corta edad se le veía aún más alto que el mismo viajero, y estaba más fornido que él.

Hola, joven, ¿Podría decirme si estoy en las minas de Socartes? –Preguntó el viajero. –Así es, aunque estamos un poco lejos del pueblo.– Su voz era agradable, aunque un poco grave, Donatello sonrió ante su positiva y algo seca respuesta. –¿Va usted al pueblo? Puedo guiarlo si así lo desea. –Muchas gracias por la ayuda, llevo perdido un buen rato... y si es así, andando. –

El joven comenzó a explicarle a Donatello sobre el camino para llegar, pues si hubiera seguido su camino habría tenido que atravesar bastantes partes de la mina, en cambio, él le mostraría el camino más corto y seguro.

Yo lo guiaré con gusto, no se preocupe por ello, conozco perfectamente este lugar. –Dijo el joven, esbozando una leve sonrisa para brindarle su confianza.

Donatello observo fijamente al joven, examinando de arriba abajo todo su ser... El viajero se sorprendió al notar algo que le hacía falta a este joven. –¿Usted es...?

Sí, así es señor, soy ciego, la vida me ha privado de ese sentido, pero siendo ciego se recorrer las minas mejor que otros –Continuaba serio e inexpresivo– esta rama la utilizo para saber dónde pisar y así no tropezar, y Chompy me acompaña cuando no lo hace Raphael, él es mi lazarillo, pero eso no importa ahora, ya está anocheciendo, hay que irnos ya.

Raphael [LeoxRaph]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora