Raphael [LeoxRaph]

El Doctor Mikey

Cuando todos dormían en la casa del señor Leatherhead, se oyó un pequeño murmuro en la cocina. Las cestas se abrieron y Mikey oyó estas palabras:

–Mikey, esta noche sí que te traigo un buen regalo, mira.

Migue Ángel no podía distinguir nada, pero alargando su mano tomó de la de Raphael un par de monedas, de cuya autenticidad se cercioró por el tacto, quedándose sin palabras.

–Me los dio Donatello –añadió Raphael– para que comprara unos zapatos. Yo no necesito eso, así que te los doy para que puedas juntar lo que necesitas.

–¡Muchas gracias Raphael! Eres muy bueno, ya me falta poco para juntar lo que necesito... cuando tenga todo... ya verán quién es Mikey.

–El señor Donatello, el que me ha dado ese dinero, andaba por las calles pidiendo limosna cuando era niño... –dijo Raphael.

–¡Vaya! Y dicen que el dinero que tiene ahora no lo cargan ni seis mulas.

–Donatello –dijo Raphael– tenía menos que tú, por eso él es muy amigo de los pobres. Si hubieras visto cuando me llevaba en sus brazos... Después me dio un vaso de leche y me echaba unas miradas como las que se le echan a las señoras.

–Todos los hombres somos listos de ese modo –dijo Mikey– Ya verás que fino seré cuando logre hacer lo mío.

–Ve de poco a poco, no pienses aún en esas cosas –dijo Raphael– Primero debes aprender a escribir para que pongas una carta a tu madre pidiendo perdón y diciéndole que te has ido de casa para ser alguien en la vida, así como Donatello Rockwell.

–¿Escribir? ¡En unos cuantos días podré escribir más de una carta! –Dijo con entusiasmo el pequeño– Pero, ahora que lo pienso... Deberías ir conmigo, Raphie, siendo dos nos ayudaríamos a aprender. Tú también tienes talento.

–Eso no es verdad, yo no sirvo para nada. Si fuera contigo solo sería un estorbo.

–Ahora dicen que le regresaran la vista a Leonardo, ya no tendrás nada especial como para estar aquí. ¿Qué te parece mi idea?... ¿No dices nada?

Hubo un largo silencio, Raphael no contestó nada, a lo que Miguel Ángel seguía preguntando.

–Ya duérmete, Mikey –dijo al fin– tengo mucho sueño.

Raphael se escondió entre los cestos para estar más solo.

Dentro de estas, Raphael hablaba consigo mismo.

–¿Por qué no soy lindo? Mientras más me miro, más feo me encuentro. ¿Para qué estoy en este mundo? ¿A quién puedo interesar? Sólo a uno... sólo uno me quiere, pero él no puede verme. ¿Qué será de mí cuando me vea y deje de quererme? Si sus ojos nacen y me ve, caigo muerto... Él es el único para quien Raphael no es menos que los gatos y los perros. Me quiere como quieren los novios a sus novias... Dios, María, si en verdad existen, si en verdad van a otorgarle el don de la vista, háganme lindo, o mátenme... ¿Acaso no quiero que recobre la vista? No, no, no... Yo quiero que me vea. Daré mis ojos porque él vea con los suyos, daría toda mi vida. Yo quiero que Donatello haga el milagro que todos dicen. Lo que no quiero es que él me vea. Antes de que me vea, me enterraré vivo, me arrojaré al río... Sí, que la tierra se trague mi fealdad... no debí haber nacido.

Y derramando lágrimas y cruzando los brazos, añadió medio vencido por el sueño:

–Cuanto te amo, niño de mi alma... quiéreme mucho también, déjame besarte, abrazarte y consentirte... pero no abras los ojos, no me mires...

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hola, ¿Cómo están? quiero aprovechar para decir que estamos ya a la mitad de la historia.

Sólo quiero decir algo, puede que en el futuro tenga algunos errores, pero me encargaré de aclararlos todos. Esta novela tiene mucho que ver con religión, pero hasta ahora he tratado de omitirla lo más posible. Este capítulo fue muy corto, ya que todo lo demás hablaba de las creencias de "Raphael", se supone que en ese último dialogo extenso habla con la Virgen María, pero lo cambié a como si el hablara consigo mismo.

No se si me expliqué... pero si en el futuro necesito aclarar algo sobre el tema religioso, lo haré, aunque deteste hacer notas.