Más tonterías

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Al día siguiente, Leonardo y su guía salieron de casa a la misma hora que el día anterior. El cielo estaba lleno de nubes que parecían cargar montones de agua, así que decidieron no ir tan lejos.

Raphael, tengo que hablarte de una cosa que te hará saltar de alegría –Dijo el ciego cuando estuvieron lejos de casa– ¿Recuerdas a los caballeros que nos esperaban ayer?

¿Tyler y su hermano, el que encontramos la otra noche? –Preguntó Raphael.

Así es –Asintió con la cabeza el joven– Es un famoso sabio que ha recorrido toda América, curando maravillosamente a las personas. Ha venido a visitar a su hermano... Como Tyler es tan buen amigo de mi padre, le ha rogado que me examine... Primero preguntó varias cosas y después me dijo que estuviera quieto para examinarme con no sé qué instrumento... El doctor dijo después a mi padre: "Lo intentaremos". Decían otras cosas en voz muy baja para que no pudiera entenderlas. Cuando se retiraron, mi padre dijo: "Hijo mío, no puedo ocultar la alegría que estoy sintiendo en estos momentos. Ese hombre me ha dado la esperanza, muy poca, pero la esperanza se agarra más, cuando más chica es". Así me habló mi padre, se escuchaba algo extraño, pude notar que lloraba al decirlo... –El joven alza una ceja confundido al no sentir cerca a su acompañante– ¿Estás bailando?

¿Eh? –Preguntó Raphael– No Leito, estoy aquí a tu lado.

Oh, como otras veces bailas cuando te digo una cosa alegre creí que lo hacías... –Respondió.

El día está muy feo hoy. Vamos hacia el Barco, ese sitio es abrigado –Dijo Raphael con una sonrisa.

Bueno, como tú quieras... –Suspiró– ¿Y si fuera verdad? Si la vida tiene piedad de mí y me concede el placer de verte...

Raphael no decía nada, meditaba con los ojos fijos en el suelo.

Se ven en el mundo cosas muy extrañas –Añadió Leonardo– espero y se haga realidad...

Si lo deseas con toda tu alma, se cumplirá –Dijo Raphael con una notable seguridad en sus palabras.

¿Cómo lo sabes? –Preguntó.

Me lo dice mi corazón –Respondió Raphael con una tierna sonrisa.

Te lo dice tu corazón... ¿Y por qué no han de ser ciertos estos avisos? –Manifestó Leonardo con ardor– Sí, las almas escogidas pueden en dados casos presentir un suceso... Pero se me figura que estás triste hoy.

Sí, no sé por qué... –Respondió Raphael decaído– Estoy muy alegre y muy triste, las dos cosas a la vez.

Raphael detiene repentinamente a Leonardo.

¿Por qué nos detenemos? –Preguntó.

Estamos en un lugar peligroso –Respondió Raphael– Apartémonos a un lado para tomar la vereda.

¡Oh! Estamos en la Trascava. Este césped resbaladizo va bajando hasta perderse en la gruta. El que cae en ella no puede volver a salir. Vámonos Raphie, no me gusta este lugar –Dijo Leonardo con cierto tono de nerviosismo.

Tonto –Frunció el ceño Raphael– de aquí a la entrada de la cueva hay mucho que andar.

A mí me causa terror este lugar –Dijo Leonardo tomando la mano de Raphael, para sentirse acompañado y protegido– Y ahora, ¿vamos a las minas? Sí, ya conozco este camino. Estoy en mi terreno.

Descendieron por una vereda escalonada y pronto llegaron a la concavidad formada por la explotación minera.

Vamos a nuestro asiento –Dijo Leonardo– Ahí no nos llegará el frío viento.

Desde el fondo de la gran zanja subieron un poco por un rocoso sendero, abierto entre rotas piedras, y se sentaron a la sombra de una enorme peña agrietada.

¡Qué bien se está aquí! –Dijo Leonardo– Normalmente suele salir una corriente de aire por esa grita, pero hoy no. Lo que se siente es el gorgoteo del agua allá dentro de la Trascava.

Hoy está muy callado –Observó Raphael– ¿Quieres echarte?

Que buena idea. Anoche no he dormido, pensando en lo que mi padre dijo, en el médico, en mis ojos. –Dijo Leonardo sentándose sobre la piedra, y posando su cabeza sobre el regazo de Raphael.

¿No oyes? –Dijo Raphael de improviso.

¿Qué? –Preguntó Leonardo confundido.

Aquí dentro... ¡La Trascava! –Exclamó– está hablando...

Eres un supersticioso, el agua no habla, querido Raphael. Sólo hay dos cosas que hablan, niño mío... esas dos cosas son la lengua y la conciencia. –Dijo.

Y la Trascava –Observó Raphael palideciendo– Es un murmullo, sí, sí... Creo que escucho la voz de mi madre, dice claramente: "Hijo mío, ¡Qué bien se está aquí!"

Ya te quitaré yo de la cabeza esos pensamientos absurdos –Dijo el ciego tomándole la mano– Viviremos juntos toda la vida. –Suspiró– Si no logro ver, ¿para qué me dan esperanzas? Sería como nacer de nuevo... Raphael, niño mío, juro que tú y yo no nos separaremos jamás. Yo tendré vista, Raphie, y entonces me casaré contigo. Serás mi esposa querida... Serás mi vida. ¿No dices nada a esto?

Raphael apegó contra él la hermosa cabeza del joven. Quiso hablar, pero su emoción no se lo permitía.

Y si la vida no quiere otorgarme ese don –Añadió el ciego– tampoco te separarás de mí, también me casaré contigo. Juro que te querré mientras viva, ciego o con vista, y estoy dispuesto a jurarte delante de todos un amor eterno, de pie en el altar... –Suspiró– ¿No dices nada?

Sí, te quiero muchísimo Leonardo –Dijo Raphael acercándose al rostro de su amigo– Pero no afanes por verme, quizás... no soy tan lindo como crees. ¿Tienes sueño?

Sí... –Respondió dando un leve bostezo– No he dormido anoche, Estoy tan bien aquí... A tu lado.

Duerme, niño... –Raphael comenzó a cantar para arrullarlo, logrando con esto que Leonardo se durmiera poco después. Raphael sólo escuchaba esa voz nuevamente, diciéndole: "Hijo mío... aquí... aquí".


Raphael [LeoxRaph]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora